Cosecha Roja.-
La justicia penal de La Plata condenó al albañil Javier Leandro Quiroga por el crimen de tres mujeres y una niña en 2011 y absolvió al novio de una de ellas: Osvaldo “Karateka” Martínez, al que todos señalaban como autor principal. Los familiares denunciaron que los jueces no tomaron el caso como un femicidio. Y Martínez dijo que fue “señalado, estigmatizado y marcado como una persona despreciable”. ¿Es una víctima o un villano?
El misterio no se resolvió. El fiscal Álvaro Garganta lo había acusado desde el principio: dijo que era celoso, violento, de sangre fría y que tenía suficientes habilidades por el arte marcial que practicaba para matar en 6 minutos a las cuatro mujeres. Algo de frialdad había, porque el Karateka rindió un examen de ingeniería un día antes del veredicto. Algo de celoso también porque él mismo lo reconocía, aunque las amigas de Bárbara, la novia, declararon que no era una celopatía grave.
“Desde un comienzo se instaló como el único sospechoso, como único culpable. La condena mediática, es tremenda, la peor de las condenas”, dijo a Cosecha Roja el periodista Juan Manuel Mannarino. “Él estaba convencido de que iba a ser absuelto”, contó a Cosecha Roja el periodista Javier Sinay.
El 26 de noviembre de 2011, en el PH de la calle 28 entre 41 y 42, a Bárbara Santos, Susana de Bárttole, Micaela Galle y Marisol Pereyra las asesinaron con un palo de amasar y cuchillos de cocina. La escena fue de las más sangrientas de los últimos tiempos. Eran tres generaciones de mujeres. Como Bárbara fue la que más heridas tenía, los focos se posaron sobre el novio.
“Lo único que puede decir de mí el fiscal es que soy celoso y que hice karate”, había dicho Martínez en una entrevista con Sinay. “El karate fue muy importante en la construcción del personaje: a los medios les resulta muy útil tener estereotipos cerrados y de fácil consumo y digestión para los lectores”, dijo Sinay. Martínez hizo karate desde los 10 ó 12 años hasta llegar a ser cinturón negro. Después dejó, porque entre el trabajo y la facultad no tenía tiempo. Cuando fue el crimen, hacía ya un par de años que no practicaba.
Garganta subrayó el karate y los medios hicieron eco: a Martínez -apodado “Alito”- le pusieron “el karateka”. Aunque ese arte marcial no tenga nada que ver con las armas con que fueron asesinadas las cuatro mujeres. Ayudó a la construcción de su personaje público, su estilo seco, frío y parco de mostrarse. Después apareció el albañil, que ya traía nombre con rating: sus amigos le decían La Hiena porque se había cortado el pelo como el boxeador.
Quiroga había hecho reparaciones en el PH y quedó imputado cuando encontraron su ADN en la escena del crimen y en los cuerpos de todas las víctimas. “La Hiena fue a hacerle un arreglo a Susana. Una hipótesis es que tenía un dato, porque la casa apareció toda revuelta”, dijo Mannarino.
Unos días después del asesinato el albañil apareció por el barrio con la mano enyesada. Decía que se había caído de la bicicleta, aunque algunos creen que se lo hizo Bárbara, cuando intentaba defenderse. Sinay contó que cuando lo entrevistó La Hiena lloró durante toda la charla. Mannarino contó que, durante las audiencias del juicio, el albañil se quedaba dormido.
“Sabíamos que la justicia no iba a fallar a favor de las mujeres porque nunca lo hace, pero fue sorprendente igual: los jueces no tuvieron ningún problema en decir que un tipo solo mató a cuatro mujeres de un saque y dio más de cien puñaladas. O sea, que un albañil estaba tomando mate, fumando un pucho y arreglando una cañería, se volvió loco y las mató a todas”, dijo a Cosecha Roja Laura Granillo, de la organización feminista Las Rojas que acompañó a los familiares durante todo el juicio.
Los parientes de las mujeres y las militantes afirman que tiene que haber participado otra persona en el crimen. Y que para ellas fue Osvaldo, el novio de Bárbara: “Ella sufría violencia, él la llamaba 15 veces por día, hacía dos semanas la había perseguido a donde estaba comiendo y le había dicho puta porque subió al auto de su jefe. Un tipo que controla así, ¿justo ese sábado se quedó viendo una película?”, se preguntó.
¿Los vecinos escucharon algo? Sí. Pero pensaron que Susana estaba corriendo los muebles para matar a las ratas, contó Mannarino.
“Otra noche más que me dejás solo, nunca más me vas a dejar solo”, dice Granillo que fue el último mensaje de texto que Martínez le mandó a Bárbara. Además contó: “Había pruebas en su contra de Martínez: las antenas de celular captan que esa noche estaba en movimiento –y no en su casa como dijo de coartada-, y la declaración del remisero Tagliaferro y la de otra testigo demostraban que estuvo en el PH”.
Marcelo Tagliaferro es el remisero que llevó a Marisol hasta la casa de las mujeres.
-¿Usted está en condiciones de reconocer a la persona? – le preguntaron la primera vez que declaró voluntariamente.
– No, estaba oscuro – contó Mannarino que respondió.
Pero después vio en la tele y los diarios la foto del karateka y volvió a declarar. Dijo que la primera vez que habló estaba en shock y que al ver la imagen se acordó. Hay quienes dicen que, en el medio, pasó por el despacho del Estudio Burlando.
La mamá de Martínez fue una de las que más se preocupó y se movió para modificar la imagen de su hijo. “Fue la guerrera de sangre caliente”, definió Sinay. “Se olvidaron de lo que sentía y tuve que masticar mis sentimientos encerrado en un penal”, dijo hoy el Karateka.
Foto: Sebastián Losada / Infojus Noticias
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