Por Matías Máximo
Los alaridos de la perra caniche de Azul Montoro pusieron en alerta a su compañera de cuarto, que vio la puerta abierta y sospechó que algo pasaba. La madrugada del 17 de octubre de 2017 los médicos le confirmaron que ya no había nada que hacer: 18 puñaladas habían terminado con la vida de Azul. El único acusado comenzó a ser juzgado hoy a través de un juicio por jurados en la Cámara N°9 del Crimen de Córdoba. Se lo acusa de “homicidio calificado por violencia de género” -ya que la fiscalía argumentó que el crimen fue cometido por el odio a su identidad travesti trans-, por hurto calamitoso y por la violación de la ley N° 14.346 de protección a los animales, porque también acuchilló al caniche que estaba con Azul. El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta mañana a las 9.
Al comienzo de la investigación la causa fue caratulada como homicidio simple, aunque la calificación cambió con el correr de los días y las pruebas, ya que la escena indicaba que hubo una saña particular. El único imputado, Fabián Alejandro Casiva, es un hombre de 26 años que fue detenido el mismo día del crimen. Lo encontraron por el celular de Azul: no lo apagó en ningún momento y lo geolocalizaron. También recibió una videollamada que cortó apenas atendió, aunque se le hizo una captura de pantalla que se utilizó como prueba. En una primera instancia del procesamiento se lo declaró inimputable por causas psiquiátricas, situación que sostuvo al comienzo del juicio, donde dijo sufrir de ataques de esquizofrenia.
“La muerte de Azul nos dejó muy heridas y dolidas pero tenemos que salir a trabajar igual, porque no nos queda otra que el trabajo sexual. Desde ese día empezamos a tomar algunas medidas como fijarnos más los autos y con quién se va cada una. Pero estamos en un estado de vulnerabilidad total, no sabemos qué puede pasarnos cada vez que nos vamos con alguien”, dijo a Cosecha Roja Lara Godoy, íntima amiga de Azul que le había prestado el departamento –y le había encargado el cuidado del caniche- el fin de semana que la mataron.
En busca de un sustento económico, Azul había dejado Villa Mercedes, su pueblo natal en San Luis, para trasladarse a la capital cordobesa. Tenía 24 años, se dedicaba a la prostitución y quienes la conocían dicen que era una persona tranquila y sin conflictos con sus compañeras. Cuando la asesinaron, hacía solo algunas semanas que estaba viviendo en el centro cordobés.
En 2013 Casiva estuvo detenido por otra causa donde medió la violencia con su vínculo familiar, aunque los registros muestran que quedó libre por “inimputable”, ya que consideraron que tuvo un brote psicótico. Durante el juicio por Azul la autoría material del acusado no es el foco de la discusión. El eje estará en determinar si sus declaraciones responden a una estrategia o no tiene las condiciones básicas que pide la justicia para juzgar a prisión a una persona.
Para el fin del juicio no hay una fecha fijada, ya que primero el jurado popular deberá escuchar a todxs lxs testigxs. Al final de las declaraciones, como pasa con este método procesal, dirán culpable o no culpable, y el Tribunal tendrá a su cargo aplicar la pena.
“En este país donde morimos silenciosamente en el olvido del Estado y la sociedad, es que pedimos el apoyo de la marea verde, de ese feminismo que supo gritar en las calles ‘aborto legal seguro y gratuito’, ‘educación sexual integral’, ‘iglesia y estado, asuntos separados’, ‘Ni una menos’, etc. A ustedes es que pedimos su sororidad y empatía para acompañar el juicio de la compañera Azul Montoro. Ella era trabajadora sexual, mujer, pobre y discriminada por esta sociedad”, dijo la familia de Azul en un comunicado.