Por Mariana Iglesias – Clarín
Carla Figueroa no pudo elegir. Parecería que sí, pero no. Ahora, esta chica de 19 años encabeza una tremenda lista que dice que en lo que va del año al menos 238 mujeres fueron asesinadas. La gran mayoría, por sus parejas. Mujeres que vivieron aterradas bajo una constante presión física y psicológica, tratando de proteger a sus hijos de la locura desatada en el propio hogar. Algunas de estas mujeres, hoy muertas, llegaron a denunciar a esos hombres, sus maridos, sus parejas, los padres de sus hijos. Con el valor de ir a la comisaría a escondidas, y tragándose el terror a la represalia. Pero armarse de coraje tampoco les sirvió. Las mataron igual. Y con ellas enterradas, 284 chicos se quedaron sin mamá. Carla lo denunció una vez. Logró que lo metieran preso. Pero la presión siguió, aún desde la cárcel, claro. Carla tenía 19 años y un hijo de 3, con él. El era el papá.
“El término Femicidio es político, es la denuncia a la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El Femicidio es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad”, dicen en la Casa del Encuentro, la organización no gubernamental que realiza los informes del Observatorio de Femicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano (una víctima). Las cifras, encima, van en aumento. En los últimos dos años los femicidios subieron un 20%.
La Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia también muestra el creciento: sólo en septiembre 708 mujeres denunciaron agresiones machistas, contra 654 del año pasado.
El tema, de a poco, se va visibilizando. Hay más oficinas de violencia doméstica y comisarías específicas de la mujer. Se intenta emponderar a la mujer y empujarla a que denuncie, a que no naturalice esa violencia cotidiana. Es difícil porque en general estos hombres son los que les dan de comer a ellas y a sus hijos. Por eso falta apoyo posterior. Contención. Un refugio. Plata. Un después. Una vida nueva mejor a la mala conocida . “El lugar más inseguro para una mujer es su casa”, dicen Ada Rico, de la Casa del Encuentro, y las estadísticas.
Pero el tema es muy profundo. A pesar de los avances, el machismo, la cultura patriarcal, siguen firmes. Mientras eso no se modifique, ciertos hombres seguirán creyendo que la mujer, ese objeto, le pertenece. Así, las mujeres, como Carla, no eligen.
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