Por Federico Schirmer – Cosecha Roja.
La noticia salió publicada ayer, el 21 de enero de 2013, en la sección policiales del diario Clarín. Otros medios la habían reproducido algunos días antes. Un agente de la bonaerense, decían las notas, había sido asaltado en Villa el Tropezón, en San Martín. Luego de enfrentarse a tiros y matar a uno de los asaltantes, el agente tuvo que ser rescatado por varios patrulleros. Los vecinos, decía la nota, lo querían linchar por haber matado al ladrón.
El texto llamaba la atención, al principio, por un motivo: el agente tenía en su poder 2800 pesos y una laptop. Otro dato, que la nota no consignada, era que el supuesto enfrentamiento no fue en los últimos días, sino dos meses atrás, el 18 de noviembre de 2012.
¿Por qué publicar una noticia vieja y con datos tan confusos?
Para entender que pasó en Villa Tropezón quizás convenga empezar por el final. Federico Luciano Duarte tiene 25 años, es agente de policia y acaba de dispararle en el pecho a Damián Salto, un vecino de la villa de 22. La multitud quiere lincharlo, y él se refugiia en una casa de familia en la calle Boulgne Sur Mer. Se esconde tras un paredón.
El móvil municipal número 2 de la comisaría 1ra de San Martín hace su recorrido diario. Suena la radio: “Necesitamos apoyo para Villa el Tropezón, tenemos un herido de bala”. No mucho más. Apenas que dentro de esa casa hay un hombre de 25 años, remera blanca y jeans, armado con una Taurus 9 milímetros. Eso se lo dice otro móvil de la bonaerense que ya está en el lugar. Cuando entran a la casa, la persona se identifica como policía de la comisaria 11 de Tres de Febrero. Intentan salir a la calle pero llueven piedras. Una le corta la cabeza a Duarte que sangra profusamente. La marea humana no se detiene ni ante el uniforme. Recién lo pueden sacar cuando llegan refuerzos: diez patrulleros más de la comisaría 1ra. Duarte deja la casa esposado, entre una lluvia de piedras que caen como un diluvio. Dentro del domicilio el oficial deja su Taurus y un bolso en el que tenía una laptop, dos mouse, un teclado inalámbrico, un joystick y 2800 pesos en billetes de cien.
Un tropezón. El artículo de Clarín decía que dos ladrones armados abordaron a Duarte en la esquina de las calles Madero y Güemes. Que el oficial estaba de franco. Que lo llevaron para adentro de la villa para robarle. Que Duarte logró sacar su arma reglamentaria y disparó en el pecho de uno de los asaltantes.
Luci Marisel Salto tiene 29 años. Es una de las cuatro hermanos de Damián, el supuesto ladrón abatido. Terminó un curso de manicura pero dice tuvo que dejar el trabajo para criar a su hijo de 1 año y 4 meses. Se sorprende cuando se entera que ayer salieron varios medios a replicar la noticia del policía que mató a un ladrón que lo quería robar:
-Me llama la atención que la noticia salga dos meses después. Es muy raro. Encima sale cualquiera a decir cualquier cosa.
-Pero, ¿Cómo? ¿Cuándo mataron a tu hermano?
-A mi hermano lo mataron el domingo 18 de noviembre a las 3 de la tarde, me entregaron el cuerpo el 20 y recién pudimos enterrarlo el 21.
-No se entiende que hacía un policía de franco con 3 mil pesos y una laptop rondando la zona de Villa Tropezón.
-Los chicos que estaban ese domingo con mi hermano me dijeron que el tipo estaba duro, todo drogado y quería comprar más. Entró como sacado a la villa. Entró solo y mi hermano y otro chico más lo acompañaron a comprar cocaína. Era conocido en la villa por su carita de nene y porque venía seguido a pegar falopa acá.
La gente de la villa le comentó a Luci que lo habían visto rondando Tropezón el 18 por la madrugada. Que el tipo les repetía: Ayer me zarparon fuerte, cualquier porquería me vendieron. Que no hubo discusión ni nada parecido. Que Duarte levanto el arma de un momento al otro y le disparó a Damián un par de tiros en el pecho, a quemarropa.
Algo no huele bien. Al agente de la Policía Bonaerense Federico Luciano Duarte no se le tomó declaración indagatoria. Apenas una declaración informativa: quizás poco para un asesinato confuso. En la causa testificaron además de él y de Luci Salto, el oficial que lo salvó del linchamiento.
La causa, que está en un limbo legal, todavía no fue catalogada porque no queda claro si es un homicidio simple o un robo calificado. Tampoco queda claro que hacía un oficial de civil y de franco con tanta plata en efectivo en uno de los barios más peligrosos de San Martín. Ni por qué estaba por la zona de Tropezón, cuando él presta servicio en la 11 de 3 de Febrero y es vox populi que sólo los oficiales de la comisaría 1ra entran y salen del lugar como si fueran los dueños. Mientras los demás, a lo sumo, se acercan con confianza cuando hay un operativo.
Duarte dijo que el 18 de noviembre caminaba por San Martín cuando lo interceptaron dos personas de sexo masculino. Uno de ellos lo amenazó con un arma de fuego y lo llevaron a Villa Tropezón. Duarte dio cuenta del bolso, de la notebook, del dinero en efectivo. Dice que cuando se dieron cuenta que era policía él se identificó varias veces al grito de “alto, policía”. Que como pensó que le iban a tirar gatilló contra el pecho de Salto en defensa propia, los chicos huyeron corriendo y a él se le cayó el bolso de los nervios que tenía. En la huída, asegura, alguien gritó: “Síganlo, ese hijo de puta nos mató un pibe”. Duarte llegó a una esquina. Dice que volvió a mirar atrás: Alrededor de 20 personas lo perseguían a los tiros, él disparó al aire para disuadirlos pero que cada vez eran más y prefirió no volver a mirar atrás. En una casa había un hombre lavando el auto. Le dijo que era policía, que si no lo dejaban pasar iban a matarlo. El dueño de casa, esponja en mano, le permitió entrar. Se quedó en el fondo de la casa. Hasta que llegaron los móviles de la policía y se lo llevaron esposado debajo de una pedrada de proporciones bíblicas.
“El policía que mató a mi hermano”, repite Luci, “era conocido en la villa de venir a comprar merca. La gente de la fiscalía lo sabría si hubiese venido a Tropezón a hablar con los vecinos”.
-¿No citaron a ningún testigo directo?
-Apenas a la dueña de casa donde se refugió Duarte, pero nunca se presentó a declarar.
La causa judicial consiste en eso: dos declaraciones y unos cuantos artículos periodísticos publicados dos meses después, vaya uno a saber para justificar qué cosa.
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