Por orden expresa de la ministra de Seguridad, a los familiares de las personas privadas de la libertad y a las organizaciones sociales se les prohibió la entrada a la audiencia pública en la Comisión de Justicia y Asuntos Penales, a la que habían sido invitados. La sesión tampoco fue transmitida en vivo por el canal del Senado. Adentro, para su exposición Patricia Bullrich tomó los conceptos de “reconstrucción de la confianza” y “sensación de inseguridad” y apoyó la reforma de la Ley 24.660 de Ejecución de la Pena, que cuenta con media sanción en Diputados. También se mostró a favor de la prohibición de salidas transitorias y de la libertad condicional a personas condenadas por homicidio, delitos contra la integridad sexual, robos con arma, en poblado y seguidos de muerte, secuestro extorsivo, trata de persona, asociación ilícita, lavado de activos y narcotráfico.
“Se los va a resocializar con tratamientos individualizados para cada recluso. Una persona que tiene una condena más corta piensa que su tiempo de espera es corto. Cuando el tiempo de espera es muy largo, entonces el incentivo para no volver es mucho más grande”, dijo. Respecto de los delitos contra la integridad sexual no tendrán régimen de progresividad. “Lo votamos en 2011, después del asesinato de Soledad Bargna”.
En la Comisión expusieron el ministro de la provincia de Buenos Aires, Gustavo Ferrari, el juez de Ejecución Penal Marcelo Peluzzi, la antropóloga Rita Segato, el procurador penitenciario Francisco Mugnolo, Eva Asprella por el CELS y la criminóloga Claudia Cesaroni, entre muchos otros.
El colectivo Ni Una Menos presentó también su posición respecto del proyecto que busca endurecer las penas. La periodista Mariana Carabajal fue la encargada de leer el documento: “Queremos traer el debate que damos en las calles mientras feminismos y grupos de mujeres, lesbianas, travestis y trans nos dolíamos con rabia por contar un femicidio más y sin embargo ninguna pidió lo que en este proyecto de ley se propone. Creemos que dos años después de salir masivamente a las calles una y otra vez es hora de que llegue al Senado lo que se vive extramuros”.
“El femicidio de Micaela, como el de Chiara, Melina, Daiana, y las 329 jóvenes de 16 a 21 años que fueron asesinadas en los últimos nueve años son responsabilidad del Estado. En primer lugar no hay políticas de prevención, la Educación Sexual Integral no se cumple ni tiene un presupuesto acorde, el 80% del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación se va en ladrillos: con lo que a una necesidad real (la capacidad de resguardo y cuidado de quien debe salir del círculo de violencia machista) se la transforma en una respuesta que termina por considerarse erróneamente total cuando, como sabemos, es apenas una parte de un tratamiento integral al problema”.
“También existe un patrocinio jurídico que aun convertido en ley no se implementa. Ni los operadores judiciales ni las fuerzas de seguridad reconocen que esta problemática es estructural. Y, tal como se colige de la propuesta que discute el Senado, reduce el problema a uno penal. Necesitamos licencias por violencia de género, acceso al trabajo para las personas victimizadas dentro del encierro doméstico, acceso a la vivienda. Ninguna mujer puede defenderse de la violencia machista si no puede sostener su autonomía económica y la soberanía sobre su cuerpo; pero de todo esto rara vez se habla”.
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Acá podés leer la ponencia de la antropóloga Rita Segato
-El violador es un síntoma de un mal que es social y que nos atraviesa a todos. Es la ilusión, la manifestación de lo que anida en el inconsciente social. El crimen de violación, es decir el acto tipificable en la ley, es la punta de un iceberg en el cual la violación se encuentra en su base en todos sus estratos. Pero la ley sólo puede capturar en la punta de ese iceberg.
-La mayor parte de las agresiones sexuales no pueden ser transformadas en crimen porque constituyen el mundo y sus formas de entendimiento. Para entender esto basta ver las noticias o muchos programas de TV. El ojo mediático desnudando a las mujeres o imaginando, igual que lo hace un violador. Estos días definió un directivo de la AFA a un conductor televisivo de masas diciendo: “No necesitamos aquí en la AFA un cortador de polleras”.
-La agresión sexual que conseguimos tipificar como crimen es la punta del iceberg de un comportamiento social extenso y que es espiral de violencia, cuyos actos y prácticas, perfectamente estabilizados en la rutina cotidiana en todos los ámbitos, no son ni pueden ser criminalizados por la ley-. Sin embargo constituyen el semillero, el caldo de cultivo de donde germinan los agresores.
-Ha proliferado la legislación, las instituciones, las políticas públicas y los crímenes contra las mujeres solamente crecen, aumentan. Tenemos que parar para pensar en esto. Parar para pensar por qué, dónde está ese semillero. Querer pararlo con la cárcel es querer eliminar un síntoma sin eliminar la enfermedad. Hay que desbaratar el semillero, no simplemente cortar los yuyos. Los yuyos seguirán creciendo porque se trata de un mal social, de un síntoma social, una irrupción de una plaga mucho más diseminada en toda la sociedad.
-Entonces ¿qué es lo que hay que hacer? Hay que trabajar en la sociedad. No se puede actuar, aislar, sentenciar, condenar sin pensar. Lo que estamos viendo es actuar sin pensar. Por eso es que la historia, sobre todo en los últimos 15 años en los que hay estadísticas, nos está mostrando que estamos actuando sin parar a pensar. Inclusive, es tan absurda la posición punitivista que consiste en enviar al violador a una verdadera escuela de violación como es la cárcel. No solamente se viola al violador, como todo el mundo lo sabe para castigarlo, sino que esa institución es una escuela de reconversión, de reprocesamiento de identidades, como lo demuestra el maravilloso libro de Jacobo Shifter, Amor de Machos, aplicado a las cárceles masculinas de Costa Rica. Quiénes dominan y quiénes obedecen dentro de la cárcel se expresa en términos de violación sexual y en la violación de los más débiles, entre los presos. Estamos castigando el crimen de un violador en un lugar donde va a aprender a violar más.
-Hay que entender mejor la eficacia de la ley. La ley no alcanza eficacia material en término de materia punitiva de los jueces sino obtiene eficacia simbólica, capacidad de persuasión y disuasión antes. Si esa ley no convence de que vale la pena, no va a tener una eficacia material en la sentencia. Por eso los jueces no pueden tomar decisiones adecuadas. Porque no comprenden el crimen sexual que es un crimen muy particular, que hay que saber entender. No tienen capacidad. Y eso hay que trabajarlo en la sociedad, en los operadores de la justicia, en los clubes, en los sindicatos. Porque no solamente los jueces no lo comprenden. Parte de la sociedad no comprende que es un crimen de poder. El problema del juez Rossi, del juez López de la tesis zaffaroniana, así como las posiciones en el otro extremo, las posiciones punitivistas, ambos carecen de visión. En el primer caso no consiguen salir de la compresión de la agresión sexual como de la intimidad. Y la agresión sexual no es una agresión del deseo sexual. El crimen sexual es un crimen por medios sexuales. Es un crimen aleccionador y también bélico. No es un crimen de la intimidad. El móvil no es sexual. Lo más paradójico es que el agresor es un moralizador. Es impresionante y nos deja perplejos cuando nos asomamos a cómo piensa el agresor. Los punitivistas también son moralizadores. Hay una gran convergencia ahí. No podemos hablar tampoco del derecho a de las víctimas porque no podemos pedirle a las víctimas que piensen cómo se legisla, porque con las víctimas tenemos que estar en su dolor. El tema de la violencia hay que pensarlo con sosiego, con tranquilidad. No puede ser pensada sin serenidad.
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