Un vecino de Bernal filmó cómo dos policías de la Bonaerense golpeaban a un pibe de 16 años en un baldío. Al chico lo acusaban de haber robado un auto. No estaba armado ni se resistió al arresto, según se puede ver en las imágenes. Durante el minuto y medio que dura el video e incluso una vez esposado, los policías le pegan en el cuerpo y la cabeza.
El video se viralizó en las redes sociales y también en algunos medios de comunicación. Los dos oficiales fueron desafectados de la fuerza.
La página de Facebook de Alerta Provincia fue una de las que publicó las imágenes y, enseguida, el video se llenó de comentarios. “Bien echo,negro hdp así tienen que hacer la policía en todos lados”. “Extasis…esa es la policia que quiero…tienen idea de lo que es laburar con esos nenes?”. “Lo bien que hacen si los dejas a estos pendejos de mierda te matan por dos peso bien por la policia “No creo q lo esten agarrando x ir a comprar una gaseosa !!! Cuando los agarran siempre lloran y piden piedad. Forros despues nos matan por cien mangos”. “Le hubieran pegado un tiro bien en la frente así no sigue robando o matando para robar”. Esos son sólo algunos de los casi dos mil comentarios de hombres y mujeres que celebraron el accionar policial. Tan sólo algunos lo criticaron. ¿Por qué una parte importante de la sociedad avala la violencia institucional? ¿Quiénes son los que celebran la mano dura, la represión, el punitivismo? ¿Son funcionales al discurso estatal?
Para el docente e investigador de la Universidad de Quilmes (UNQ), Esteban Rodríguez Alzueta, estos espacios “constituyen el subsuelo de la patria matona, expresión del resentimiento y el odio visceral que recorre todas las clases sociales, inclusive a los sectores populares. La canaleta donde fermentan las pasiones punitivas que se activan con cada caso abordado por el periodismo a través de sus coberturas truculentas y sensacionalistas”. Para Rodríguez Alzueta hay “química” entre la “vecinocracia” y el Gobierno de Cambiemos, entre las “bravatas de los vecinos alertas y la pirotecnia verbal que destila Bullrich”.
Estos clichés “sincronizan las emociones y se convierten en la partitura de las políticas securitarias”. “Son la mejor prueba que tenemos para reconocer la existencia de una articulación entre el punitivismo de abajo y el punitivismo de arriba, entre el olfato social y el olfato policial, entre el linchamiento vecinal y la mano dura”, dice. Son los puntos de apoyo que le dan legitimidad social a la violencia institucional.
“No hay paliza policial sin estas palabras filosas que los vecinos van tallando cotidianamente a través de las habladurías que se vierten en esa cloaca que amplifica el periodismo empresarial y parapolicial”, dice Rodríguez Alzueta.
Para él, no hay que subestimar este tipo de comentarios. Por el contrario, hay que estar atentos no sólo a ellos, sino a sus consecuencias y a su correspondencia con las acciones de gobierno en temas de seguridad. “Los vecinos no están haciendo literatura cuando aplauden a la policía, cuando teclean su odio. Son microfascismos disfrazados de libertad de expresión, que disimulan con buenos modales y a veces con estilo canchero. Pero ese veneno está incubando otra serpiente que está empezando a mostrar sus colmillos”, dice.