Paloma Robles – Cosecha Roja.-
Son sólo 90 centímetros los que separan el piso de tierra de los ductos cargados de gasolina que recorren todo el territorio mexicano. Parece más bien un campo minado atacado por las bandas del narco que escarban sin cuidado para sacar la gasolina en grandes pipas.
No les importa si eso causa un daño ambiental en la zona, mucho menos si cerca de ahí hay miles de familias trabajadoras que duermen mientras ellos ordeñan sin control los ductos de gasolina.
Solo en 2013 la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) recuperó 19.1 millones de litros de combustible incautado. Algo así como 7.6 piscinas olímpicas, repletas del preciado hidrocarburo, según reveló el último informe de la empresa elaborado para la agencia estadounidense Securities and Exchange Commission (SEC).
Pemex reconoce que el robo y venta de gasolina es un problema que acecha a la empresa estatal. En enero de 2014, Rubén Oseguera González, hijo del líder del Cartel de Jalisco Nueva Generación, fue capturado por las autoridades federales en Guadalajara. Entre los delitos que se le imputó estaba la operación de una red de robo de combustible.
Un litro de gasolina en México es hoy un artículo de lujo. Su precio prácticamente se ha duplicado desde 2007: pasó de 50 centavos a un dólar por litro. El narcotráfico lo sabe y lo ha convertido en un negocio que genera una poderosa fuente de financiamiento.
En 2013 Pemex contabilizó un total de 3.278 tomas clandestinas en los más de 50.542 metros de polioductos repartidos en el país. Un mercado negro controlado por las bandas del crimen organizado.
Los estados de Tamaulipas y Veracruz -en donde opera el cártel de los Zetas- encabezan la lista con 367 y 303 tomas clandestinas de combustible localizadas. En Jalisco, que ocupa el tercer lugar, se encontraron 299, según datos de la Procuraduría General de la República.
El negocio ilegal pone en peligro a comunidades enteras. En octubre pasado, por ejemplo, 4.500 personas fueron desalojadas de sus casas en el barrio popular de Chulavista, municipio jalisciense de Tlajomulco, tras la explosión de una toma clandestina atribuida al crimen organizado.
En Tala, un poblado rural de Jalisco, los vecinos del fraccionamiento Ruiseñores sufrieron los daños de las fugas clandestinas: el fuerte olor a gasolina los despertó en plena madrugada cuando bomberos municipales llegaron a apagar el incendio a menos de 500 metros de sus casas.
Para las tomas clandestinas se hacen agujeros que luego se cierran y abren a través de tapones. Los accidentes se originan porque muchas veces los huecos quedan mal tapados y la presión del combustible los atraviesa.
“México ha experimentado un período de aumento de la violencia criminal debido principalmente a las actividades de los cárteles de la droga y las organizaciones criminales relacionadas. En respuesta, el gobierno ha implementado varias medidas de seguridad y ha reforzado sus fuerzas militares y de policía”, se lee en el documento de Pemex.
La actividad ilegal, dicen, pueden tener un impacto negativo en la “situación financiera y resultados de operación” de la empresa. Sólo en 2012 y 2013 los robos costaron más 1.100 millones de dólares.
Pero las pérdidas de Pemex las pagan los usuarios, como reconoció el director Emilio Lozoya en la última presentación ante la Cámara de Diputados a finales de 2013. El alza en el precio de la gasolina es una mezcla de la reducción del subsidio otorgado por el Estado durante años y una carga impositiva por las pérdidas.
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