“La foto que ilustra la nota, es una metáfora perfecta, el desastre humano q significa el conurbano perfecto, la femenina teñida d rubio, la pared sin revoque y el cargador del celular, para ver el feisbu y escuchar cumbia”.
Eduardo C., 06/07/2017, en su Facebook personal
Una adolescente de 19 años ha sido asesinada. Asfixia por estrangulamiento con lazo. Puede ser un cable de un ventilador, o de un DVD. O cualquier otro cable, o un pedazo de hilo de los que usan en las panaderías para envolver las facturas, o las tortas.
En Argentina no atiende CSI, aunque si prácticamente han descartado que la adolescente, 6 meses de embarazo, se haya “suicidado”.
En este caso, en esta ocasión, no hay cartelitos de ternura: rápidamente la noticia vira a sexo swinger, perversión, drogas, etc.
¿Se acuerdan del short de Melina, del tatuaje del chopp de cerveza de Araceli, del porro que fue a comprar Lucía?
Así, en un instante, pasamos de la música de fondo de una “buena chica” a “y bueno, por algo le pasó lo que le pasó”.
Vayan anotando, pues: no short, no escote, no tatuajes que no sean flores o palomas, no subirse a camionetas o autos, no salir a bailar y volver de madrugada, y afilen la tinta: no al ejercicio de la sexualidad.
Ya vamos sabiendo que las embarazadas adolescentes deben renunciar –además de ir a bailar-al ejercicio de su sexualidad.
Ornella: 16 años. 6 semanas de embarazo. Asesinada por golpes y ahorcamiento. Tucumán.
Dalma: 17 años. Séptimo mes de embarazo. Balazo en la cabeza. Santiago del Estero.
Camila: 15 años. Sexto mes de embarazo. Apuñalada. Salta.
Belén: 16 años. 6 o 7 semanas de embarazo. Asfixia por estrangulamiento. Misiones.
Ayelén: 19 años. 6 meses de embarazo. Glew.
El poco feliz comentario de Eduardo C. habla de una foto, no de una adolescente asesinada. Repara en su pelo mal teñido, en la ausencia de revoque en la pared, en un cargador de esos que venden en los trenes o en los puestos de las estaciones – los “genéricos” (muy distantes del original pero útiles para mantenerse por un tiempito comunicados). Serían los signos del “desastre del conurbano”. De las pibas que escuchan cumbia y “usan feisbu”. Con lo cual las cuatro adolescentes asesinadas embarazadas de distintas provincias del país estarían en otra situación que Ayelén: categoricemos, pues, los desastres tucumanos, santiagueños, salteños, misioneros. Pongamos los femicidios en escalas y hagamos cuadros perfectos con cualquier programita en la compu.
Disociemos y emitamos un mensaje sutil, tan pegadizo como el “Despacito”. Lo que en lenguaje hospitalario ligado a violencia obstétrica se enuncia como “cuando abriste las piernas no te dolió”, este señor lo llama metáfora: de las viciosas del “feisbu”, mal teñidas, productos de esa línea divisoria invisible pero útil para la opinión pública. Porque, hay que decirlo, adolescentes embarazadas hay registradas desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a Ushuaia, algunas bien teñidas, otras con paredes revocadas, y hasta algunas que escuchan Green Day o Nirvana y detestan la cumbia. Y adolescentes embarazadas muertas las hay en varias provincias, en varias fotos, en varias realidades.
Hace un tiempo tuve que hacer una escucha de una mujer a la que le habían sacado algunos de sus hijos y estaban judicializados. No coincidía la cantidad de hijos (en el informe hablaban de 5 hijos, ella hablaba de 6). Uno de ellos había muerto aplastado por ella cuando dormía: en una cama de una plaza dormían 2 niños, ella y un bebé de 3 meses.
Cuando el colecho es graficado con un marco de corazones en Instagram por Paula Chavez es un cuadro amoroso. La pobreza, la del revoque malo y la tintura a jirones, no utiliza Instagram ni provoca debates: son carpetas con número de expediente, a lo sumo. Y –algunas veces- bebés en cementerios.
Son difíciles de leer los comentarios ante casos de femicidios. Insisto: un caso que debería ponernos en red, solidarizarnos y exigir justicia cambia a medida que pasan los minutos, las horas y las víctimas son “culpabilizadas” por datos de su vida privada que no tendrían que tomar estado público. Una chica de 19 años, una adolescente, fue asesinada cursando el sexto mes de embarazo.
Cómo ejercía su sexualidad (¡Ay! Espero no romper el corazón de los buenos ciudadanos: las embarazadas suelen tener deseos y ser mujeres además de embarazadas y futuras madres) no tendría que ser una nota de tapa.
Y menos que menos ser englobada en la categoría de “conurbano perfecto” solo por una foto.
Sobre todo cuando aparecen asesinadas por estrangulamiento.
Que, en definitiva, es el delito que merece investigación, y no su vida privada.
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