El martes pasado el cuerpo de I. C., de 14 años, se convirtió en un botín de disputa entre varones. A las 12.50 aprovechó el cambio de hora para ir al baño de su escuela, la Nº 6 Félix Bogado de Ramos Mejía. Apenas entró, cuatro varones la empujaron y la encerraron.
-No enganchamos a tu hermano, pero te agarramos a vos- le dijeron mientras la zamarreaban fuerte de la muñeca. Después, le pegaron una trompada en el ojo y la golpearon en las costillas.
-Si decís algo, lo matamos- la amenazaron antes de dejarla ir.
Si bien no trascendió la identidad de los agresores, la chica contó que estaban enfrentados con su hermano mayor, que cursa el último año del secundario en la misma escuela.
El miedo que sintió I. se convirtió en silencio. Después del ataque volvió al aula. Todavía le quedaba una hora de clase. Sus compañeros la notaron rara. Le preguntaron si le había pasado algo.
-Me caí por las escaleras- dijo ella.
Cuando llegó a su casa, le contó la verdad a su mamá y decidieron hacer la denuncia en la Comisaría 6ta de Lomas del Millón. Después, fueron a la escuela para hablar con el director, quien se comprometió a contenerla. Antes les hizo un pedido: “Sean discretas, es mejor que no trascienda”. La agresión no quedó asentada en el libro de actas oficial de la escuela, sino en un acta volante.
Al otro día, I. se levantó como todas las mañanas, maquilló las marcas de su cara y volvió a la escuela, esperando la contención que le habían prometido. No pasó nada. Entonces llamó a sus compañeras del Centro de Estudiantes. Y el hecho se empezó a viralizar por las redes sociales.
“Los profesores no estaban enterados de lo que había pasado y el equipo de orientación escolar de la escuela tampoco se acercó a ella. Las chicas siguieron yendo al baño solas, como si nada hubiera pasado”, le dijo Casandra, la presidente del Centro de Estudiantes, a Cosecha Roja.
El jueves los estudiantes hicieron una sentada en el patio de la escuela y exigieron respuestas a las autoridades del Consejo Escolar de La Matanza y de la Jefatura Distrital de Educación que, enterados por las redes sociales del malestar que se había generado en la comunidad educativa, se presentaron en la escuela.
“Queremos cambios concretos. Hubo episodios de agresiones a chicas por parte de sus compañeros o novios, pero después se naturalizan y nadie habla de eso. Necesitamos que haya políticas educativas concretas contra la violencia de género y no que cuando organizamos una charla sobre el tema nos den el aula más alejada, donde entran 50 personas, cuando en el colegio somos 1.300 alumnos”, contó Casandra.
A fines de abril, el director del Instituto de Formación Docente Nº 46 que funciona en la misma institución había suspendido a los gritos una actividad de concientización sobre la violencia machista alegando que no iba a permitir “que se haga política en la escuela”.
El caso de I. rompió esa cadena de silencios y complicidad.
En la sentada, todas sus compañeras avisaron lo mismo: No nos callamos más.