Manuel Saratella tiene 30 años, estudia en el Instituto Nacional de Bellas Artes y es profesor de cinematografía. El sábado a la noche viajaba en un colectivo hasta Ploteir, en Neuquén. Discutió con una policía porque a ella le molestó la mochila que llevaba. Cuando quiso bajarse, la agente y otro oficial vestido de civil lo golpearon y lo detuvieron, según informó el portal 8300 de Neuquén.
Liyo.-
A mí en el colectivo me han pisoteado, me han empujado y uno entiende -si está acostumbrado a viajar en el Koko- que esas cosas no son intencionales. A partir de los empujones, la mujer policía me incitó a una pelea mano a mano, me dijo que era un cagón, empezó a abusar de su condición tanto de mujer como de policía. La discusión siguió. En la siguiente parada intento bajarme, me pone el brazo, no me deja bajar, intento bajar por la fuerza y ahí empieza el revuelo. Un policía que estaba vestido de civil me agarra desde atrás, me estrangula, me tira al piso. Ella me empieza a golpear, me pega piñas en las costillas y me esposan. Me tiran por las escaleras. Abajo había dos patrulleros esperando y seis efectivos de la policía que me siguen sometiendo de manera violenta, yo no me estaba resistiendo al arresto. En un momento uno de los policías dice ‘están filmando, están filmando’ y me levantaron y me llevaron hasta el patrullero.
Lo que más me interesa destacar es que no se me tomaron los datos, no se me leyeron mis derechos, no se me permitió llamar a un abogado ni a un familiar, o sea, estuve secuestrado. Cuando empezó todo esto, todo el mundo se fijaba en la golpiza, yo lo que pido es que tengan en cuenta que es mucho más grave, por la historia que tiene nuestro país. Esto se trata de un secuestro, no de una golpiza.
Me llevaron a la comisaría, me pusieron las esposas fuerte, me sacaron mis mis pertenencias, me metieron en un calabozo oscuro al punto que cuando entraban a verme iluminaban con una linterna, con olor a orina, a heces.
A la hora me sacan, me suben de prepo arriba de un camión y me llevan por un camino oscuro bordeando la barda –para la gente de Neuquén las bardas son como los barrios originales de la ciudad-. Yo ahí pensé un poco lo peor, dije ‘bueno listo, ya sé a qué venimos acá’. La camioneta iba muy rápido, yo tenía que ir sosteniéndome con las piernas para no irme golpeando.
Finalmente me llevan a una comisaría, intuyo que era la primera (nunca se me dijo qué comisaría era). Ahí me identifican, me toman los datos. Cuando yo digo que soy docente universitario el trato cambia.Ya me dejan de zarandear, ya no me ponen las esposas. Me vuelven a llevar por ruta –que es el camino que corresponde, porque es el camino directo entre una comisaría y la otra- me llevan a la séptima de Plottier. Ahí vuelvo a insistir con que quiero hacer un llamado, pero no me lo permiten.
Esto habrá sido once y media de la noche –mi único referente con el tiempo era el sonido del televisor que estaban escuchando: a la media hora que me vuelven a encerrar se escucha el himno nacional-. Todo empezó a las nueve de la noche y yo terminé saliendo a las cuatro y media de la mañana sin poder avisarle a nadie, estuve siete horas desaparecido. De la comisaría me fui al hospital.
Quiero agradecer que ayer aparecieron dos testigos, que dieron su declaración de que intentaron filmar el suceso pero que la policía no los dejó filmar. Es un acto valiente porque la gente en general le tiene miedo a la policía neuquina.”