Hace unos días en el programa Metro y Medio el conductor Guillermo Andino relató a modo de anécdota cómo, en complicidad con el obstetra, adelantó el nacimiento de su primera hija. ¿El motivo? Que coincida el día del nacimiento con un gol que le valió a Racing el título de campeón mundial. El obstetra también tenía sus planes, disfrutar tranquilo y sin sobresaltos de un torneo de golf. ¿La mujer en cuestión? Bien, gracias.
Este relato es absolutamente simbólico para las personas que trabajamos y militamos hace años visibilizando el flagelo que se vive en la escena de los partos y los nacimientos, básicamente porque deja cristalizado el lugar que ocupamos las mujeres en la escena: NINGUNO.
Esta mera anécdota es el vil ejemplo de lo que el sistema médico hegemónico realiza sobre el cuerpo de las mujeres: somos meros objetos y estamos a disposición y a merced de decisiones y resoluciones que ponen en juego no sólo nuestra integridad sino la de nuestros hijos e hijas.
Somos meros objetos y estamos a disposición y a merced de decisiones y resoluciones que ponen en juego no sólo nuestra integridad sino la de nuestros hijos e hijas.
Las inducciones y nacimientos a la carta traen aparejados, en muchísimos casos, graves consecuencias. Claudia Alonso( MN 89170), médica obstetra integrante de Dando a Luz, sostiene que, en primer lugar, no se puede inducir sin el consentimiento de la mujer y tampoco sin una indicación que se vincule a la salud materna o neonatal. Habla también del aumento en torno a la tasa de cesáreas y la posibilidad de sufrimiento fetal y argumenta que en el ámbito hospitalario en muchos casos las inducciones a veces son auténticas torturas y las mujeres son forzadas a parir a un ritmo de contracciones que no pueden asimilar. “Caro había quedado mal por esta cosita mía de arreglar con el obstetra”, refiere suelto de cuerpo, Guillermo Andino entre risas y carcajadas cómplices.
Hace unos años esto hubiera quedado ahí, en una simple anécdota. Hubiéramos despotricado las personas que trabajamos en la temática y reafirmado la necesidad de seguir haciéndolo. Hoy, gracias al movimiento feminista y a la visibilización de todo tipo de violencias a las que las mujeres estamos expuestas, se armó un gran revuelo. Una de las frases más representativas que se escuchó y leyó en todos lados fue que este hecho era un “Pacto de Caballeros”. Así lo analiza Violeta Osorio, actriz y escritora integrante de Las Casildas: “Un marido y un obstetra organizan su vida en el marco del pacto entre machos, mientras la mujer pone el cuerpo y se juega el bienestar y la dignidad propia y la de su hija”.
Hoy, gracias al movimiento feminista y a la visibilización de todo tipo de violencias a las que las mujeres estamos expuestas, se armó un gran revuelo.
Así y todo se escuchan y leen comentarios del tipo: “No es tan grave, en definitiva ella y la hija están bien, qué exageradas, el médico sabe, etcétera”. Esto sucede porque la violencia obstétrica tiene altos niveles de naturalización. Tengamos en cuenta que es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Lo dicen las leyes, la visibilizan varias organizaciones, libros, trabajos, publicaciones y demás, así y todo es difícil de ver.
Como consecuencia de esto el Observatorio de Violencia Obstétrica que coordinamos desde Las Casildas Asociación Civil genera material estadístico para hablar con datos concretos y no desde las subjetividades y creencias.
Si bien el trato digno debería ser una constante de sentido común inherente a las prácticas en salud, nos encontramos con un alto índice de maltrato verbal y/o físico, que por supuesto afecta de manera negativa el bienestar de la mujer. Con los datos recolectados queda en evidencia que un alto porcentaje de las mujeres atraviesan los procesos obstétricos en un ambiente hostil. 7,5 de cada 10 mujeres sufrieron maltrato verbal y/o físico; 4,7 de cada 10 mujeres tuvieron a sus hijos e hijas a través de una operación cesárea; a 4,4 de cada 10 mujeres haber transitado por una situación de violencia obstétrica las afectó en su vínculo con su hijo o hija y el 90% refiere la sensación de estar falladas y NO PODER. Y así podría seguir.
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Relato de un parto violento
Un dato absolutamente representativo del estado del sistema médico perinatal es que, en muchos casos, los obstetras y las parteras les piden a las mujeres un pago extra para “personalizar el parto”. No sólo se legisla el respeto, sino también se paga y en muchos casos esto no alcanza. Se nos vulnera, coacciona y violenta de la misma manera.
El conductor Andino salió a desdecirse, a pedir disculpas y a analizar lo ocurrido. Romper un pacto entre caballeros trae consecuencias, más en una sociedad misógina, machista y patriarcal. Los partos respetados, sin vulneración y violencia son la excepción cuando deberían ser la regla. Las mujeres somos las verdaderas protagonistas, por eso no es casual que, en la gran mayoría de los casos, nos aten, nos mediquen, nos infantilicen y nos vulneren, incluso que actúen como si no estuviéramos ahí. Pero nosotras estamos y alzamos la voz aunque nos intenten invisibilizar y acallar, con nosotras y con nuestros cuerpos nunca más.