– Cuando escuchamos las camionetas, todos corremos al monte. Nos metemos allí para que no nos encuentren y así sobrevivir.
La que habla es Valeria Araya, una mujer de 31 años, de la Comunidad de Iacu Cachi que habita el paraje Bajo Hondo, ubicado a 80 kilómetros de Quimilí, Santiago del Estero. Un lugar sin luz, sin teléfonos, sin internet. Apenas un paraje.
Valeria viajó a Buenos Aires junto a una delegación del Movimiento Campesino Santiagueño para explicar, en la Cámara Nacional de Diputados el próximo jueves 6 de octubre, que por Bajo Hondo anda un grupo de tareas formado por hombres encapuchados y armados, que amenaza, quema y mata a su paso.
– Son dos camionetas con 15 hombres que responden al empresario Orlando Canido, el dueño de la fábrica de gaseosas Manaos. Ellos nos atacaron el sábado 24 de septiembre. Dispararon entre 600 y 700 tiros, nos robaron cosas, mataron a seis de nuestros 14 animales, prendieron fuego las casas y rompieron el único pozo de agua que tenemos. A nosotros nos hacen esto, que somos gente humilde – explica a Cosecha Roja Valeria.
El 24 de septiembre era un día común de trabajo en el Paraje Bajo Hondo hasta que irrumpieron dos camionetas con los 15 hombres que se dividieron rápidamente en grupos. Mientras uno amenazó de muerte a los hombres y el otro apuntó a los niños y a las mujeres de la comunidad, un tercer grupo prendió fuego dos viviendas y los corrales, destruyó los bebederos y arrojó veneno y más de ocho metros de escombros en el único pozo de agua potable de la comunidad. Valeria lo cuenta así:
– Nuestro vecino Pedro Pascual Campos fue herido de bala en una pierna y mi esposo, Ramón Antonio Basualdo, fue arrollado por una de las camionetas. Hace dos meses que los niños no pueden ir al colegio. Los esperan, los amenazan.
En el Mocase saben bien que el empresario Orlando Canido es quien patrocina el grupo de tareas. Ya está denunciado por usurpación violenta de tierras indígenas y esa denuncia se encuentra ampliada ante el juez de Instrucción en lo Criminal y Correccional de III Nominación Darío Alarcón. El 29 de septiembre lo citaron a indagatoria en otra causa en la que se lo acusa de haber intentado desalojar por la fuerza a los campesinos de Bajo Hondo y se excusó por problemas de salud. Unas semanas antes, en agosto, el empresario había sido anfitrión del presidente Mauricio Macri y de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal durante el recorrido por la planta de gaseosas Manaos, ubicada en La Matanza, de la que es dueño.
Canido dice ser dueño de muchas cosas, entre ellas, las tierras de Bajo Hondo. Así lo argumentó en una entrevista concedida al diario El Liberal: “Soy un inversor en la provincia de Santiago del Estero señor, vine a invertir, a producir y a dar fuentes de trabajo. No necesito robarle una hectárea a nadie. De los campos de Bajo Hondo tengo toda la documentación y sin embargo, se me metió gente, golpearon a mis puesteros, destruyeron los hornos de carbón, se quedaron adentro de mis tierras y a pesar de que todo el pueblo lo denunció, todavía no tengo respuesta de la Justicia”.
“Ese campo se lo compré a los habitantes originarios, a los que habían llegado ahí para formar el pueblo de Bajo Hondo hace 80 años. Compré títulos y la posesión de la forma más legal y completa que se puede comprar acá a las familias de Juan Gómez, Leguizamón, Pavón y los Aranda que son originarios. El resto, Cristóbal Torres y su hermano César no me quisieron vender y perfecto, tienen más de 150 ha. cada uno. Son mis vecinos y no tengo problema con ellos. Con nadie del pueblo tengo problemas, voy a comer a sus casas, soy querido por todo el pueblo porque les doy trabajo a todos en mis campos porque ya no hay trabajo para nadie en las demás estancias”, dijo el empresario.
Canido fue distribuidor de Coca-Cola y con Manaos saltó a la fama después de contratar al Chaqueño Palavecino, Rodolfo Ranni, Martín Palermo, Enzo Francescoli y Juan María Traverso para un comercial de la gaseosa. Con la ampliación de la planta en Virrey del Pino, que produce 2,7 millones de botellas diarios, la convirtió en una de las fábricas más modernas de América Latina.
-El conflicto es por la tierra – dice Valeria-. Se trata de 4000 hectáreas. Él suele andar por acá, en la casa de Joana Leal. Se reúnen en su casa, con su gente. Ahí planean todo. Ahí les da las órdenes.
Canido contó en el diario su versión de cómo empezó todo: “El pueblo hacía postes, alambraba, manejaba tractores, topadoras, cortaban leña, hacían carbón, y así fue durante tres años, tiempo que sembré y coseché soja y maíz. Una mañana, el 18 de diciembre de 2015 me aparece un grupo de delincuentes comunes, amparados por la fachada de que decían pertenecer al Mocase y me usurpan el campo, me agarran a los puesteros a las cinco de la mañana. Eran 150 personas, los dos puesteros vivían con sus esposas y los hijos. Les pegaron, los tuvieron 14 horas en un rincón y se robaron todo, no dejaron nada”.
– Queremos respuestas, que se haga justicia – reclama Valeria.
En el paraje Bajo Hondo los campesinos se dedican a criar chanchos y chivos y a plantar zapallos, sandías y melones. Lo que producen lo venden y también lo usan para consumo personal. Valeria vive con su marido y juntos tienen siete hijos de 14, 12, 10, 7, 6 y 3 años y un bebé de tres meses. Los más grandes, hace meses que no van a la escuela. Dicen que los hombres de Canido los esperan en el camino y los asustan. Los chicos entran en pánico con solo ver a los encapuchados.
– Al varón de 12 lo han apuntado con un arma en la cabeza, lo han manoseado y amenazado. Desde ese día, dejó de ir a la escuela, cuenta Valeria.
Canido insiste: “No actué. Sí tengo gente capacitada que me protege. Piense un poco, si le usurpan su casa y se quedan a vivir allí, le pregunto si usted va a ir solo a su casa, ¿hará eso si sabe que adentro hay grupos armados que agredieron a sus puesteros? No señor, también va a ir de la misma manera. Si durante un año la Justicia no le da ninguna solución, ¿qué hace señor usted? Para ir a mi campo tengo que hacerlo con gente que me proteja porque ellos, los usurpadores, no son tipos que dicen ‘bueno tenemos una diferencia por un campo, lo vamos a discutir’, no, ellos accionan, se manejan con la violencia, con la patota, te patotean. No es lógico entonces que yo vaya solo a mi campo, que exponga mi vida. Tal como dije en la denuncia presentada, lo único que falta es que me maten. Entonces para protegerme tengo que tener gente capacitada, no tengo alternativa. No puedo andar solo porque mi vida corre peligro, debo andar con gente alrededor por protección, soy un inversor importante en Santiago del Estero; llevo invertidos millones de dólares sólo este año y voy a seguir, más allá de que me han defenestrado en todos lados”.
Los campesinos de Bajo Hondo viajaron a Buenos Aires para denunciar al empresario y a su grupo de tareas. Entienden que desde esta geografía su voz se hará más potente. Si no deberán esperar en el monte que actúe la Justicia.
Fotos: Gentileza Mocase
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