Fotos: Cobertura colectiva de la Pandilla Feminista
Dicen que estamos siempre enojadas y que con esa furia bestial vamos a romper todo. Claro que lo estamos: queremos ganar los mismos sueldos que los varones, queremos aspirar a los mismos puestos laborales que ellos, queremos caminar tranquilas por la calle, queremos vestirnos como queremos y desvestirnos igual, queremos que no nos violen, nos prendan fuego ni nos maten. Queremos ser libres para decidir sobre nuestro cuerpo. Queremos educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal seguro y gratuito para no morir.
Podríamos haber roto todo. Pero no lo hicimos. Ni salimos a matar a nadie. Transformamos el enojo en euforia. En alegría. Bailamos, murgueamos, nos abrazamos, nos besamos, nos tomamos de las manos, nos cuidamos, nos reímos, nos emocionamos y gritamos.
Y estábamos todas: mujeres, lesbianas, trans, travestis. Con minifaldas, jeans, trajecitos caros, calzas y vestidos. Y en tetas. Con los torsos desnudos y escritos. Con chupetes y bastones. Con tatuajes y arrugas.
Muchas de violeta y todas con pañuelo verde.
Y no rompimos nada. Apenas hicimos temblar la tierra. Y fue una fiesta.