Esteban Nahuelquir vive en Esquel y tiene una sencilla bicicletería. Una mañana llegó a su trabajo, como todos los días, y descubrió que “autores ignorados” habían ingresado al negocio y le habían sustraído cinco bicicletas que distintos clientes le habían dejado para reparar, además de la mayoría de sus herramientas de trabajo.
En contra de las reacciones habituales de las personas que sufren este tipo de episodios, Esteban sorprendió a su comunidad cuando al ser entrevistado por el periodismo local manifestó que estaba dispuesto a perdonar a los autores del hecho y que quería comunicarse con ellos, ya que si lo habían hecho por necesidad estaba dispuesto a darles una mano, dentro de sus humildes posibilidades, pero que si no era por necesidad también querría conversar, ya que en otra etapa de su vida él mismo había atravesado por parecidas circunstancias y creía encontrarse en condiciones de aportarles una perspectiva distinta para sus vidas.
Como dijimos, la actitud de Esteban sorprendió a la ciudad y, en algún punto, lo convirtió en un referente social, al menos para una parte de su comunidad. Por supuesto, el gesto de Esteban no se agotó en el plano meramente discursivo, sino que, además de incorporarse a Víctimas por la Paz, se extendió a actividades concretas con sectores vulnerables de la sociedad. Pero esa no es la historia que queremos contar.
La historia que queremos contar es que a raíz de este liderazgo positivo Esteban se relaciona con varios jóvenes “de mal vivir”, a quienes procura mostrarles otro camino más productivo para sus vidas. Es así como se vincula con Brian, por poner un nombre cualquiera al verdadero protagonista de la historia.
Como puede escucharse en el audio, Brian entró un día a una obra en construcción, medio en pedo, como él mismo dice, y se apoderó de distintas herramientas, que luego dejó escondidas en algún lugar. Pero cuando pasó el momento se puso a pensar en las cosas que había conversado con Esteban y tomó una decisión inédita en su vida: devolverle las cosas a los albañiles de la obra.
Brian, con sus sencillas palabras, dice que se siente contento, que hizo algo “que nunca se le había atravesado por la mente”. La difícil decisión de ir a buscar las cosas, caminar hasta el lugar donde había ocurrido el hecho, presentarse ante los damnificados, explicarles lo que había ocurrido y pedir disculpas.
Y hacerse cargo de las consecuencias. Inclusive la posibilidad que los albañiles reaccionaran como se supone que reaccionan las víctimas, que emprendieran las vías de hecho, que intentaran lincharlo. Sin embargo, ante el gesto de Brian los albañiles, que imagino hombres duros y curtidos, se acercaron y lo abrazaron emocionadamente y, obviamente que lo perdonaron.
Esta historia no va a transformar la faz de la Tierra ni el curso de los acontecimientos de nuestro país. Pero es una pequeña historia que, desde ya, cambió la vida de Brian. Y, probablemente, el modo de ver las cosas de los albañiles damnificados. Y, espero, de las personas que escuchen la historia de Brian.