Texto: Clarisa Busemi / Fotos: Paula Aguilera para Emergente
– Estábamos pegando los afiches alrededor del edificio Centinela y vienen a hostigarnos, como de costumbre todos los años, los gendarmes.
La que habla es Gumercinda Giménez. Los carteles son los que difundían la convocatoria para el noveno aniversario del femicidio de su hija, Judith Alice Giménez, baleada por un gendarme en 2007. El recordatorio fue en la plazoleta frente a Gendarmería Nacional, un lugar que el año que viene llevará su nombre. “El bestia vestido de gendarme (Federico Sandoval) que le pegó un tiro, la perseguía porque quería ser el novio, y ella no lo aceptó”, dice su mamá.
Del acto de ayer participaron Eduardo Toscano, el ex director de la escuela Banderita -a la que iba Judith- ex director, ex profesoras, los nuevos directores, alrededor de cien chicos, la organización Tupac Amaru, representantes de la legislatura porteña y de ATE, Madres en Lucha y el diputado Leonardo Grosso, entre otros. “Estuve muy llorona ayer, pero también con alegría y mucho fortalecimiento”, dice Gumercinda.
Tras nueve años de la muerte de su hija, ella sostiene su legado: Judith quería ser trabajadora social. Gumer, como le dicen los más cercanos, es la referente de la Tupac Amaru en el barrio y dirige a pulmón un comedor al que bautizó como “Centro comunitario Judith Presente”, dentro de la Villa 31. En octubre del año pasado consiguió la personería jurídica y ahora está abierto las 24 horas.
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Judith tenía 16 y cursaba tercer año de la secundaria. Vivía en la Villa 31 junto al hermano “el Edu” y la mamá. Trabajaba en Los Bronquitos, un lugar que se dividía entre bar y lavadero en donde los gendarmes de la zona lavaban sus uniformes. El 23 de junio de 2007, el dueño del local -Félix Chamorro- la invitó a Judith a la cena por el cumpleaños de su hija.
Esa noche también estaba Sandoval, un ex cabo gendarme que llegó al lugar y pidió pollo con puré y cerveza. Chamorro le dijo a Judith que ayudara a servir esa mesa pero ella se negó y, aunque nadie haya reparado en ello, cuando apareció muerta algunos testigos recordaron que el oficial y la adolescente se habían conocido en un cumpleaños. Y que él la perseguía.
Sandoval recibió en la mesa a tres amigos. Al principio, en el juicio, negó haber ido al bar. Después se retractó pero dijo que le había dejado el arma al dueño de Los Bronquitos antes de entrar, para recuperarla a la salida. También dijo que no recordaba nada, que había tomado mucho. Pero el resultado de las pericias fue que no había alcohol en sangre.
En un pasillo de la villa, a las cinco de la mañana, Sandoval le disparó a Judith en la nuca. La bala que encontraron al lado de su cuerpo era de una 9 milímetros de Gendarmería. El arma era del oficial y la tenía encima cuando lo detuvieron al día siguiente. “Maté a una rata”, dijo para justificar que había disparado el arma.
El uniformado trabajaba en la División Investigaciones Judiciales de Gendarmería y, en el momento en que cometió el crimen, estaba de turno y vivía en el Edificio Centinela.
El 22 de septiembre de 2008 el Tribunal Oral en lo Criminal 11 condenó al ex gendarme a la pena mínima de ocho años de prisión por “homicidio simple”. Hoy Sandoval está en libertad y vive en Santa Fe, su provincia natal. Gumercinda dice que “tiene miedo de que se vuelva a cargar otra víctima”.
Los jueces del tribunal fueron Enrique Alvarez Aldana, Enrique Pose y Floreal De Laurentis, y el fiscal, Eduardo Marazzi. José Vera, abogado de Gumersinda, dijo en aquel momento que el fiscal “no consideró agravante que Sandoval perteneciera a una fuerza de seguridad”, y que le correspondían “33 años de máxima” porque el arma reglamentaria que accionó pertenecía a una institución estatal.
Pablo Zapulla, responsable de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional en Villa 31, explicó a Cosecha Roja que uno de los objetivos de la Campaña es “organizar a los familiares de las víctimas de gatillo fácil dentro de los barrios para que puedan buscar justicia” y evitar otro casos. Para ellos, “Gumer es un orgullo por el valor que representa haber perdido una hija y seguir peleando cada día”. Ella siempre es la primera en “llegar a las reuniones y la última en irse”.
La mamá de Judith Giménez incentiva a los jóvenes a seguir luchando. No baja los brazos no sólo por la memoria de su hija, sino por sus dos nietos “de pura cepa villera”: Nicolás de cuatro años y Valentina de dos. “Lucho para que puedan crecer y vivir libremente, disfrutar de su barrio y caminar a la hora que sea”, dijo a Cosecha Roja. Y agregó: “en donde haya una injusticia, un asesinato o un policía haciendo mal su trabajo ahí estaré presente, siempre”.
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