Las redes ya lo habían decretado: Johnny Depp es un capo. Amber Heard es una loca mentirosa tóxica.
Desde que empezó el juicio de difamación del actor contra la actriz lxs usuarixs de redes inclinaron la balanza hacia Depp. Todos los días desayunábamos con un hashtag a favor de él y con memes y mensajes misóginos y machistas contra ella. Ninguna sorpresa. En eso se van convirtiendo las redes estos últimos años: un reflejo del avance del discurso misógino y machista, envalentonado por grupos de derecha que quieren barrer con los derechos de las mujeres y LGBT+ y que se dedican a intentar destruir el #MeToo allá y el #NiUnaMenos y #NoNosCallamosMás acá.
¿Lo que nosotras mismas construimos, a fuerza de encontrarnos, contenernos, acompañarnos y no callarnos se nos vuelve en contra? ¿Lo que en un momento fue revolucionario, sanador y potente ahora es nuestra condena? Porque parece que si las mujeres hablamos, lo hacemos para molestar a los varones y destruir sus imágenes de buenos padres, vecinos, pagadores de impuestos y excelentes actores. Si los denunciamos, lo hacemos tarde. Si nos revelamos, nos exponemos a un escarnio público.
La ecuación es fácil: si es copado, imposible que sea un golpeador. Si es un actor millonario, carismático, galán ¿cómo se nos ocurre pensar que sea violento?
No se nos cae ningún pañuelo por reconocer que SÍ, HAY MUJERES VIOLENTAS. Sería estúpido y cruel no hacerlo. Por supuesto que las hay. La cuestión es ¿eso invalida las denuncias por violencia de género? ¿suma a los adeptos del Nadie Menos? ¿barre con años de visibilización de que nos violan, nos matan, nos prenden fuego por el sólo hecho de ser mujeres? ¿suma más argumentos al “a los varones también nos matan”, aun cuando, jelou, a ustedes también los matan varones y no por su condición de hombres?
Salvando las grandes diferencias (Amber Heard no mató a nadie), todo nos recuerda a la condena hacia Nahir Galarza. Los festejos por la cadena perpetua nos decían que nadie estaba pensando en Fernando Pastoriza, la víctima. Sólo pensaban en mirá cómo las mujeres también nos matan a nosotros y en destrozar públicamente a una piba de 18 años que usó el arma de su padre para terminar con una relación violenta. No lxs vimos ponerse tan violentos con femicidas como Jorge Mangeri. Por lo menos, no pudieron decir que la Justicia es más bondadosa con las mujeres.
La espectacularización del juicio de Depp contra Heard logró que hasta todo fuera un embrollo judicial: ¿alguien se acuerda de que esto era un juicio por difamaciones, por una carta que escribió ella y publicó en un diario? ¿Alguien puede recordar que esto no es un juicio por violencia y que, por lo tanto, no es una condena que está confirmando la violencia de ella hacia él ni negando la violencia de él hacia ella? Nadie sentenció que ella no fue violentada. En todo caso, lo que quedó asentado es que no puede hablar de eso públicamente.
Es más: en el juicio quedó probado que Depp y Heard se difamaron mutuamente. Pero la noticia es que Johnny Depp es inocente y de eso deriva que todo lo que relató Heard en el juicio, incluso la violación con una botella y el cabezaso que él le dio (y reconoció) son mentiras. Qué raro se pone el concepto de verdad.
¿Es esta condena una derrota del #MeToo? Por supuesto que no. Lo que también se pone raro es el concepto de cancelación. Esa palabra que genera debates hacia adentro de los feminismos. El feminismo punitivista no tiene dudas: cancela. Pero quienes creemos en otras instancias reparadoras, en que si todo es violencia nada lo es, aún lo seguimos poniendo en debate. ¿A quién habría que cancelar en este caso? Las redes cancelaron a Amber Heard. Pero ojo: la industria canceló a Johnny Depp. ¿Será que no es el feminismo el que cancela? ¿Será que en las redes cancela la misoginia y en el ámbito empresarial cancela el pink washing?
En tiempos en que todo es blanco o negro y obligatoriamente hay que estar de un lado o del otro, apenas nos arriesgamos a reflexionar alguna conclusión: hablar puede ser liberador, pero no nos evita la condena pública. Hablar nos acerca a otras, nos demuestra que lo personal es político y, más allá de un slogan, nos hermana. Pero no nos garantiza justicia reparadora. La Justicia, sabemos, va por otro carril. Uno donde la revictimización, la espera, los fracasos nos hacen replantearnos todo el tiempo ¿para qué?
¿De qué le sirvió a Amber Heard hablar? ¿Valió la pena tanta exposición pública? ¿Quién le cree? ¿La violencia que ella ejerce habilita a que sea violentada? ¿Cómo repensamos nuestros vínculos? ¿Cómo salimos de relaciones tóxicas? ¿Qué le queda a las mujeres comunes que están pensando en hablar? ¿Quién les va a creer?