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La Capital.- 

“Me dijo «¿querés chumbo?» y me acordé del arma que mi finado marido tenía sobre la mesa de noche. Fui a oscuras, como estaba toda la casa, agarré el chumbo, me acerqué a la ventanita y le tiré. Era él o yo. Y pensé: éste me mata”. Así, como una conversación de barrio entre vecinas, como se cuenta una receta de cocina, Irma K. relató la peor situación que le tocó vivir en sus 77 años. Ocurrió la madrugada de ayer, cuando tuvo que matar a alguien “en defensa propia”, como le dijo a ella el fiscal. El intruso muerto fue identificado como Oscar Alberto Muñoz, un pibe de 26 años con varios antecedentes penales que vivía junto a su familia en un asentamiento precario ubicado a sólo 60 metros de la casa de la anciana.

Irma K. vive en Centeno y Necochea, el pulmón de barrio Tablada, y la madrugada de ayer mató de un disparo a uno de los dos ladrones que entraron al patio de su vivienda e intentaron forzar una puerta para asaltarla. La jubilada, que enviudó hace cuatro años y no tiene familiares directos en Rosario, despertó por los ruidos que hacían los desconocidos en el patio. Los dos “pibes jóvenes, de entre 20 y 25 años”, como los describió, ya habían roto el vidrio de la puerta y trataban de violentarla con una barreta c
uando ella apareció en escena. Sin llegar a toparse cara a cara con ellos, fue blanco de gritos e insultos.

Irma K. era rubia. Pero ahora tiene pelo cano, rebelde. Ella y su marido vinieron de La Plata a Rosario en 2004 y su esposo trabajó como encargado de edificios. “Por eso tenía el arma. Era una cosa así —dice con un gesto y dibuja en el aire un tambor y un caño sin saber distinguir entre pistola y revólver—. El finado me decía que había que tenerlo por cualquier cosa”, recordó. “El muchacho me dijo lo del chumbo y cuando lo escuché me acordé — y hace la clásica seña de la lamparita encendida sobre su cabeza—, porque mi marido también le decía chumbo al arma”.

El sol aún no iluminaba el patio amplio y con una parra en flor de la casa. Serían las cinco y media o seis cuando Irma escuchó ruidos y se levantó. En el patio estaban los dos muchachos. No los vio bien pero escuchó que le dijeron “vieja, abrí o ¿querés chumbo?”. Entonces corrió a la habitación, volvió a la ventana y disparó al bulto, dos veces. El bulto era Muñoz y el proyectil lo alcanzó en el hombro y se le alojó en el pulmón por lo que falleció horas más tarde en el hospital Roque Sáenz Peña.

En medio de los gritos y estampidos, una vecina se acercó a asistir a la mujer y llamó a una ambulancia del Sies para que trasladen al maleante que agonizaba en el patio. Mientras tanto, su cómplice pudo escapar.

Así no se puede. Al hablar con La Capital Irma no parece nerviosa pero sí confundida. “Nunca me robaron en el barrio, pero así no se puede vivir, creo que me voy a ir”. Lo dice mientras se seca las manos en la puerta de su casa y revolea un repasador como para espantar mosquitos imaginarios. El teléfono suena, demasiado para una mujer sola e impiadoso en esa casa de zona sur con un jardín adelante.

“Entraron por el techo. Escuché y pregunté:¿Quién está ahí? Y me dijo uno «vieja puta ¿querés chumbo?» y ahí fue”, dice. “Yo ahora tengo miedo y pedí que me pusieran unos policías. Mi marido murió y yo me tengo que defender”, agregó la mujer cuyo hijo vive en La Plata. “Me va avenir a buscar”, aseguró la mujer entre perdida y asustada.

Por la edad de la autora del disparo y las características del caso, con indicios verosímiles de una reacción en legítima defensa, la fiscalía en turno no ordenó la detención de la jubilada y no solicitó aún una audiencia imputativa. La mujer quedó alojada en su casa y sin medidas que restrinjan su libertad. Sí se dispuso una custodia policial para preservarla de posibles represalias.

Con una barreta. Según explicó el fiscal Pablo Pinto a La Capital, los agresores eran dos y tenían una barreta con la cual rompieron el picaporte de la puerta trasera, una abertura de aluminio con la parte superior de vidrio. “Rompieron el picaporte, destrozaron el vidrio y mientras manipulaban la barreta le gritaban e insultaban a la mujer”.

Las balas que salieron del caño del revólver calibre 32 manipulado por Irma K. no dejaron perforaciones en la puerta, por lo que se presume que los plomos salieron por el hueco del vidrio roto. Al respecto, el fiscal indicó que habrá que esperar el resultado de la pericia balística para tener más precisiones. Lo cierto es que uno de los proyectiles alcanzó en el hombro a Muñoz, que quedó tendido en el lugar, con la barreta a su lado.

Finalmente, la fiscalía dispuso que la mujer sea citada a declarar en las próximas horas, en estado de libertad, sin que se le tomen fichas dactilares. Como la legítima defensa debe acreditarse, el Ministerio Público solicitará más adelante una audiencia imputativa y una vez incorporadas las pericias y evidencias “se verá qué salida se le da al caso”.

Fuera del expediente, Irma K se convirtió de repente en una anciana famosa, pero aún no lo comprende. “Yo me tenía que defender, eso me decía mi marido”, repite a cada instante y a quien le pregunta.

“Llegó borracho y lo eché”

Oscar Alberto Muñoz tenía 26 años. Nació y se crió en el asentamiento precario de Centeno y Colón donde vivía junto a “Gaby”, su madre, y algunos de sus 11 hermanos. La tarde del domingo llegó a su casa, en un pasillo de viviendas de material, “borracho, medio drogado y discutió con su hermana. Por eso lo eché”, recordó ayer la mujer. Dos días antes había estado en la comisaría “pero salió el domingo a la mañana”. Sus antecedentes eran varios y había cumplido una condena en Piñero: “Cinco años estuvo”, aseguró Gaby.