Miriam Maidana* – Cosecha Roja.-
“No necesito brazos a mi alrededor/ no necesito drogas que me calmen/ he visto las palabras escritas en el muro/ no pienses que necesito algo/ todo ello no fue más que otro ladrillo en la pared”
[The Wall / Pink Floyd]
A las cuatro de la tarde del miércoles un revuelo de grandes proporciones inundaba los canales de noticias: una piba asesinada de 22 puñaladas, la hermana de la piba que se tiró por el balcón y terminó internada en el Hospital Piñero –aparentemente con amnesia- , un adolescente del mismo barrio -Soldati, aunque en los cartelitos televisivos dijer Bajo Flores- pasaba de socorrista a “asesino, drogadicto y con antecedentes”, su familia pedía que “no la ataquen”, la madre de las hermanas hacía callar al movilero con la mirada y el padre bebía un líquido no identificado de un vaso.
En la televisión repetía la misma escena infinitamente: un pibe se agarraba a piñas con varios policías, llegaba el refuerzo de gendarmería, una chica corría con su bebé en brazos, el adolescente -“Maxi”, dicen- era ingresado a la dependencia en medio de amenazas de linchamiento (la custodia era similar a la de Hannibal Lecter) y en TN no importaba porque tenían el testimonio de Lilita Carrió criticando a Amado Boudou.
Uno de los móviles que estaba en vivo: “Según nos informan oficialmente el joven detenido habría dejado una bolsa con ropa con sangre -pasan imágenes de vecinos revolviendo un container- con lo cual es motivo más que suficiente para que quede detenido”. Otra de sus compañeras agregaba: “El joven cuenta con antecedentes, pero su madre los minimizó al decir: ¿qué joven no tiene alguna entrada por robo hoy día? ¡Eso no quiere decir que sea un asesino!”. El hermano del joven Maxi alegaba que fue a ayudar a la hermana que se tiró por el balcón, y que entró “porque había una llave de la casa colgada”. Otro periodista ponía voz grave para sentenciar: “La familia reconoció que el joven es drogadicto, pero como todos en el barrio….”
El día anterior me había sobresaltado leyendo la nota “Toque de queda para los niños”. En ella se informaba que el intendente de la ciudad de Alba Posse, provincia de Misiones -Nelson Carvalho- había dictaminado que los jóvenes menores de 15 años que se encontraran fuera de su domicilio a partir de las diez de la noche serían llevados a la comisaría hasta que sus padres lo fueran a buscar. No voy a negar la originalidad de su propuesta para modificar la realidad de “faloperos, jóvenes sin destino tomando alcohol en la calle” con el objetivo de evitar “que a los 16 ó 17 anden sin destino, con cuchillo o revólver”. En su lugar hay otros hombres y mujeres “de bien” que proponen matarlos, directamente.
Lo que sí me interesa marcar es que estos “jóvenes” –en caso de violar la prohibición- son llevados a la comisaría a fin de que sus padres –o tutores, dada la crisis de la familia tradicional- los encierren en sus casas. Allí, debo inferir, nadie bebe alcohol, ni se droga, ni tiene armas, ni cuchillos. Siguiendo con las inferencias: de vivir en Alba Posse y no en Soldatti Maxi -el joven con antecedentes-, no hubiera podido drogarse después de las diez de la noche, por lo menos hasta que su cumpleaños fuera el número 16, con lo cual debería transformarse en un adulto responsable alejado de todo vicio o tentación.
O yo me perdí de algo o las conductas y cambios en la adolescencia van un poco más allá de la barrera “menores de 15 años, mayores de 16 años”.
“Nunca imaginaste estar así/ todos afuera y nosotros aquí/ El colegio va a explotar/ y nosotros vamos a acabar/ (…) Qué vergüenza, qué ejemplo!/ nos atraparon en ese momento/ que dirán papá y mamá/ mejor nos vamos de la ciudad!”
[Hay una bomba en el colegio / Attaque 77]
Si algo tienen en común tienen el intendente Carvalho, la madre de Maxi, los periodistas de TV, y otros es no tener registro de lo que significa y supone ser adulto.
No se descubrió la peligrosidad de ser adolescente y joven en el siglo XXI. Lo fueron los discípulos de Platón, Cleopatra, los hermanos Borgia, el Petiso Orejudo, la JP Montoneros, y hasta Miley Cirus. Lo dice clarísmo Silvia Duschavsky, que de este tema sabe largo: la medida “invisibiliza el problema”. Lo que más queda oscurecido, taponado e invisibilizado es el fracaso adulto: no se tiene idea de qué hacer con el “problema”. La adolescencia queda congelada como “problema” y no problematizada.
No es que no se sepa qué hacer con las drogas, la delincuencia, la violencia, el problema del vacío, el aburrimiento, la ausencia de proyectos, la fractura del estereotipo de familia. Con lo que no se sabe que hacer es con los adolescentes.
Y ahí se levanta el muro: con sólo “vallar” la adolescencia, encerrarla, controlarla, prohibirla, enmudecerla, la solución sería ganar tiempo. Porque como contrapartida, los “padres y tutores” (la familia en general) serían ¡todos buenos! Adultos que no pueden cumplir con su rol (porque si los pibes deben ir a la comisaría para que los vayan a buscar algo está fallando) a cargo del control de “indomables”. Como no pueden (esta semana un juez mandó a terapia a Andrés Calamaro y su ex mujer Julieta Cardinali por no ponerse de acuerdo con respecto al régimen de alimentos de su hija aún lejana de ser adolescente) el intendente y la policía serán los encargados de hacer que puedan.
Así que menos mal que la familia de Maxi de Soldati no vive en Alba Posse: ¿que haría el intendente con una madre que dice: “¿Qué joven no tiene una entrada por robo hoy día?”?
Algo de esto me hizo acordar a la abuela de Alan: se presentó una mañana preocupada por su nieto de 15 años. Parece que consume, parece que se perforó la nariz y la ceja con piercings, parece que ya no se baña como antes. La cité la semana siguiente con Alan, lo hice pasar y a ella esperar en el banco hospitalario. La entrevista giró en torno a los cambios y a un problema central: la estatura. “No crezco”, dice Alan, menudito, con gorra y skater. Hablamos un poco, le tomé unos datos, y al final me djo: “¿Usted cree que es necesario que yo vaya todas las semanas a Olmos? Porque mi abuela sí, y yo cada vez me siento peor cuando voy”. La entrevista volió a empezar: Alan dio por supuesto que la abuela, madre de su padre, me había contado que su papá está preso por drogas por tercera vez. Y qué el empezó a consumir robándole al padre “porque no solo vende, también consume. Y tiene otras mujeres, aunque mi mamá vive embarazada”.
Alan pensó que consumiendo un poco el padre no estaría tan “duro” todo el tiempo.
Alan comenzó a consumir a los 14: su padre también.
Mi consejo al intendente Carvalho es que al toque de queda le agregue cortar la televisión, saque a los chicos del colegio –que ya de por sí es aburridísimo y escaso y no contiene- y los ponga a picar piedras desde el amanecer hasta la noche, así duermen y se dejan de molestar.
Lo de cortar la televisión parece extremo, pero recuerden que hace apenas unos meses se anunció la salida de la autobiografía de Laura Ingalls, donde parece que los integrantes de la familia que horneaban el pan y sobrevivían a incendios y cegueras, también eran adúlteros, abusivos, alcohólicos y violentos. La Familia Ingalls, ¿se acuerdan?
La complejidad del caso es mi ignorancia adulta: ¿en Alba Posse habrá Internet? De ser así….¡qué fregada! En Soldati hay y mirá lo que pasó con Maxi.
* Psicoanalista
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