Lorena no puede ver a más de un metro y medio de distancia. Tiene hematomas en la cabeza, se marea cuando camina y le cuesta escuchar de su oído izquierdo. Está al cuidado de su madre pero prefiere no develar la ubicación. “Es por seguridad”, explica por teléfono. Lorena tiene miedo. Su pareja, el hombre que la desfiguró a golpes con un caño filoso, que la agarró a piñas, la arrastró e intentó quebrarle el cuello, fue acusado por “lesiones leves” y quedó en libertad.
Luis Rubén Vidal -33 años, soldador- y Lorena Paredes -31 años, empleada bancaria- se conocieron en el secundario en Comodoro Rivadavia. Después de más de una década de haberse graduado, en enero de 2018, empezaron salir. Una noche de febrero fueron a bailar y Luis se emborrachó. Ella lo llevó en el auto. En el camino él se enojó con ella porque un amigo de él había intentado seducirla. “No se la agarró con su amigo, se la agarró conmigo”. Él le pegó y le rompió el frente del Citröen C3. Al otro día le pidió disculpas: “Me dijo que estaba borracho y le creí”.
Esa primera vez no fue la última. Las escenas de celos y violencia se hicieron frecuentes. “Me pegaba por celos, porque se enojaba, porque salí con mis amigas, porque tenía Instagram, porque no quería que manejara”, cuenta Lorena. La primera vez que lo denunció fue en mayo. Él se había enojado porque ella había polarizado los vidrios de su auto. Eso -según Luis- era para llevar otros hombres y que nadie la viera. En la Comisaría de la Mujer contó que Luis la tiró a la calle para que la atropellara un auto que pasaba. Como el auto la esquivó la pateó en el piso.
Uno o dos meses después Lorena volvió a la Comisaría de la Mujer. A pesar de las dos denuncias, él siguió maltratándola. “Cada vez que me iba a bañar me orinaba y me decía que era su propiedad. Me escupía y jugaba a asfixiarme”, cuenta ella.
Después de casi nueve meses, Lorena decidió poner fin a la relación. Él la amenazó con mandarle fotos íntimas a sus compañeros de trabajo. El martes 2 de octubre fue a buscar a la madre de él a la casa en la que vivía con Luis y con el hermano de él.
Él salió del garage donde estaba trabajando con un caño pesado y filoso en la mano y le pegó en la cara.
—Dejala que se vaya — gritaba la mamá de Luis.
Lorena cayó al piso. Sin poder ver caminó arrodillada hasta donde estaba la mujer y se agarró de sus piernas suplicando ayuda. Él la arrastró y la metió adentro del garage.
Cuando intentó agarrarse de la puerta le pegó con el caño en los dedos de la mano. Ella escuchó la voz de un hombre que decía: “Soltala, dejá de pegarle”.
Luis se le puso encima e intentó asfixiarla con el caño. “Como no me pudo asfixiar, soltó el caño, me metió la mano en la boca e intentó hacer una maniobra para girarme el cuello y quebrármelo”, declaró la mujer en la fiscalía.
El hombre al que Lorena no reconoció intentó frenarlo. Él lo amenazó y le dijo que se fuera. Lorena cree que Luis también le pegó a su mamá. No lo vio, pero la escuchó quejarse. Adentro del garage siguió pegándole a su pareja. Le daba con el caño en las rodillas, en el muslo y la arrastraba de un lado a otro.
Ella le dijo que lo amaba para ver si dejaba de pegarle. Después probó diciéndole que estaba embarazada. “¿De quién es?”, le gritaba mientras le pegaba con el caño en los riñones, en los ovarios y en la panza. También le pegaba piñas, la levantaba de los pelos y le daba la cabeza contra el piso.
La paliza siguió un rato más: la desnudó y le pegó con un cable pelado en la cola. “Ahora publica fotos de tu culo en facebook”, “Así se doman las yeguas”; “Gorda, puta, quien te va querer ahora que te dejo así”, le decía. Después se prendió un cigarrillo. Solo dejó de pegarle cuando llegó la policía.
—Vos tenés la culpa, porque venís acá si sabes que no tenes que venir —le dijo uno de los agentes.
Los tres policías subieron a Lorena a la camioneta y la llevaron a la comisaría sexta. Él quedó libre. Ella pedía que la llevaran a un hospital pero nadie la escuchó. Un rato más tarde le dijeron que la iban a trasladar a la Comisaría de la Mujer para que hiciera la denuncia. En el camino se desmayó y despertó en una camilla en el Hospital Regional.
Luis quedó detenido al día siguiente cuando fue por segunda vez al hospital donde estaba internada Lorena. Pasó una noche demorado y quedó libre. Para la fiscal no tuvo intención de matar y lo imputó por “heridas leves”.
Lorena intenta recuperarse al cuidado de su familia. Un patrullero hace rondas de vigilancia en la casa. Ahora que sabe que Luis libre, Lorena vive con miedo.