Un suicidio inexplicable, reiteradas amenazas de muerte y los embates de un proyecto hidroeléctrico contra una comunidad mapuche nublaron a Tranguil bajo una atmósfera de sospecha y desasosiego. Esta es la historia de una lucha que está lejos de los grandes noticieros chilenos, un capítulo más de un conflicto que suma siglos a más de 800 kilómetros de Santiago.
Por Sebastián Balcázar publicado en Ruta 35
Fotos: Cristóbal Saavedra
Región de Los Río, Chile.- Un día de octubre, mientras salteaba la cosecha de su huerta y las papas sazonadas hervían a fuego lento en su cocina a leña, Julia Quillempán contestó su teléfono celular. Con su esposo ya estaban acostumbrados a las amenazas de muerte. Ocho meses de llamadas anónimas, promesas de golpizas y hasta de quemar su casa habían logrado el paradójico efecto de apaciguar el miedo. Pero esa llamada fue diferente a todas las demás:
-¡Déjate de hueviar porque si no te va a pasar lo mismo que a la mujer del Collío!
La señora Julia, una mujer de 60 años con fama de firme y aguerrida entre la población de Tranguil, no vaciló en contestar con rabia incontenible:
-¡Sabís que más conchetumadre, si querís matarme, mátame al tiro, huevón maricón! ¡Ven a darme la cara y déjate de andar amenazando!
Su interlocutor ya había cortado el teléfono.
En el ambiente, cuenta la señora Julia, quedó una sensación de impotencia, la inevitable idea de que los últimos incidentes en Tranguil, entre los que se cuenta la muerte de Macarena Valdés, eran orquestados por la misma mano ajena.
Un viaje a las raíces
Hace tres años la familia Collío Valdés migró al sur de Chile. No se trataba de un viaje cualquiera, sino del inicio de una vida nueva. Querían habitar la tierra de sus ancestros y reencontrarse con sus raíces mapuche, entrar en contacto con lo que llaman la ñuke mapu (madre tierra). El cemento capitalino, explican, los tenía prisioneros.
“Era una necesidad tanto física, psicológica como espiritual. Nos venimos escapando de esa competencia desmedida por obtener recursos económicos que finalmente nunca te hacen feliz –cuenta Rubén Collío-. Uno no vive en la capital, sobrevive. Lo que queríamos era vivir”.
Junto a sus entonces tres hijos varones y su esposa, Macarena Valdés, decidieron asentarse en un pequeño campo ubicado en Tranguil, comuna de Panguipulli, a 40 minutos en bus desde Coñaripe hacia la cordillera por la accidentada ruta CH 201, al sur de Chile.
El sonido del agua fluyendo por el estero El Mañío, el viento fresco bajo la sombra de los árboles que extienden sus troncos blancos hacia el cielo y otras tantas especies frutales configuraron ese lugar anhelado. Ese contraste con los años domiciliados en Ñuñoa –región Metropolitana-, que a pesar del buen pasar económico y las importantes redes laborales, carecían de la felicidad profunda que querían para sus hijos. La dueña de la propiedad y antigua conocida de la familia, Mónica Paillamilla, les pidió solo una cosa: proteger el terreno.
La paz que buscaban, sin embargo, duró sólo un par de meses. El territorio estaba siendo intervenido por la empresa austríaca RP Global para construir una central hidroeléctrica, y sus vecinos, enterados de que Rubén es ingeniero ambiental, solicitaron su ayuda para enfrentar el proyecto.
A mediados de 2014 Rubén puso a disposición sus conocimientos técnicos en diversas reuniones con otros miembros de la comunidad y lo que era un llamado para prestar asesoramientos terminó siendo un espacio para mejorar condiciones de negociación con la transnacional. “Yo me retiré de ese grupo porque a mí me invitaron a participar en otros términos, no a negociar con la empresa. Esas reuniones derivaron en que la comunidad no estuvo de acuerdo con la instalación de la central y en relación a eso nos juntamos un par de veces más, pero luego negociaron igual. Esas actitudes me incomodaron”, relata.
Pasó un año antes que Rubén y Macarena volvieran a formar parte de la resistencia local contra la hidroeléctrica. En ese tiempo nació su cuarto hijo y se dedicaron a otro tipo de actividades. Juntos realizaron talleres de mapudungun –lengua mapuche-, nivelaron estudios básicos y medios e impulsaron un rico proceso de revitalización cultural en lo que afirman es “otra forma de lucha del pueblo mapuche”.
Rubén se convirtió en retrafe (orfebre mapuche) y aprendió a labrar la plata con distintos materiales y utensilios, Macarena levantó los huertos y corrales de su campo para enfrentar el nuevo desafío de modelar sus vidas a más de 800 kilómetros de la capital.
La llegada de la industria europea
La noticia se esparció rápido como en los pueblos chicos: RP Global había transgredido el cerco que linda el campo de los Quillempán y sus autos y camionetas circulaban libres por los caminos de la parte alta, sin autorización ni previo aviso. Era octubre de 2015.
El predio de 196 hectáreas fue heredado por diez hermanos en total. Tres han fallecido y los otros están distribuidos a lo largo y ancho del terreno –con algunas excepciones-, resistiendo o impulsando el proyecto hidroeléctrico. El dinero había generado una palpable fractura familiar.
“Uno de mis hermanos de más arriba está a favor de estos señores”, comenta la señora Julia. Su casa está emplazada en una tierra húmeda y fértil, donde la menta enverdece los campos de forma natural y las nalcas flanquean los senderos y la ruta. Allí, junto a su esposo, Alejando Castillo, tejen su vida de a dos, criando el ganado que pasta a orillas del río Reyehueico. Allí también han dejado su fuerza para combatir a RP Global.
Fue un lunes de febrero del año pasado cuando cinco mujeres cortaron la ruta del puente Weneco. Durante horas el paso de vehículos hacia las faenas de la empresa estuvo suspendido por la acción directa de un grupo liderado por la señora Julia Quillempán.
“¡Las van a matar a todas!”, les gritó uno de los operarios, según recuerda ella. Él junto a otros cuatro se bajaron de su camioneta y quisieron intimidar a las mujeres que bloqueaban la vía.
En eso, las hermanas Quillempán se hicieron de un machete y en un arranque de coraje empezaron a golpear el capó del vehículo con todas sus energías. Las demás se sumaron. La camioneta retrocedió.
Aquel episodio marcó el inicio de un hostigamiento que se hizo continuo y ascendente con el paso de los meses. Las amenazas telefónicas llegaron a darse cada día por medio. “Ahí empezaron los problemas, oiga, pero si tengo que morir guerreando, así es no más, de mí nadie se va a reír”, arroja la señora Julia mientras da forma a un tejido color violeta, con la frente en alto, rebelde.
Alejandro Castillo es un hombre muy conversador, de tono amable y asiduo al mate, como todos en Tranguil. Sus fuertes antebrazos han acumulado el duro trabajo del campo y su bigote definido le acentúa el rictus cuando habla con preocupación, cuando habla del misterioso “suicidio” que sacudió Tranguil: “Ellos (Rubén y Macarena) vinieron a rescatar la identidad, que es lo más lindo para el mapuche. Pero el winka –extranjero- al mapuche no lo quiere, no entiende que nadie tiene un hueso demás”.
A Tranguil han llegado muchos colonos. De ellos habla don Alejandro. Grupos de no mapuche que han llegado a la zona y trabajan para la compañía austriaca, chocando de frente con la cultura de los que allí habitan desde tiempos ancestrales. Pero la desconfianza también salpica a miembros de su familia. Junto a la señora Julia están seguros que varias de las amenazas de muerte han sido a través del celular de su cuñado, un hombre que ha recibido dinero de la empresa y se ha restado de los espacios comunitarios.
En diciembre de 2015 los Quillempán recurrieron a Rubén Collío. RP Global ya había penetrado 76 metros el margen sur del fundo e iniciado la construcción de su sala de máquinas.
Los atropellos a la memoria local
A principios de diciembre de 2016, el rugido de la turbina Pelton de RP Global empezó a cortar los sonidos del bosque a más de 300 metros de distancia. Gran parte del afluente del estero Tranguil ahora corre por tuberías de seis kilómetros de largo, luego que el cauce fuera modificado por un buldócer que transformó la playa en una ruma de piedras contenidas por mallas de alambrada.
Para llegar a la sala de máquinas desde la casa de la señora Julia hacen falta 30 minutos de caminata por un terreno irregular, escoltados por el río y numerosos hualles, mañíos, arrayanes y robles altos. En el horizonte, fijo el volcán Mocho-Choshuenco con su cumbre nevada.
El mismo trayecto conducía antes hacia un cementerio que ya no está. La palas y orugas de acero arrasaron con el lugar durante la remoción de tierra, acabando con más de 50 años de historia. Era una pampita con tres cruces clavadas en un costado del estero, con tres cuerpos cada una. “Ya en agosto me avisaron que en Tranguil estaban con problemas con la empresa, pero no imaginé que íbamos a pasar por algo así. En el cementerio yo tenía dos tías y una prima que fallecieron en el terremoto del 60”, relata una pobladora a condición de resguardar su identidad.
“Estamos muy afectados con tanta cosa que ha pasado, tanta irregularidad. Si hasta robo de firmas hemos comprobado con personas a las que les ofrecieron compra de telar, pero en verdad eran contratos que autorizaban las operaciones en el campo de los Quillempán”, prosigue.
No fueron las únicas sepulturas que RP Global destruyó con sus faenas. Las obras terminaron deteriorando un segundo cementerio ubicado en la zona alta del fundo, luego que vehículos pesados abrieran camino entre la espesura.
Una respuesta estratégica
Lo que pasa en Tranguil pasa en todo el territorio mapuche. Ya sea por proyectos energéticos o grandes empresas forestales, el Estado reparte orden y respeto a la propiedad privada en favor de actores económicos y en desmedro de las comunidades indígenas, muchas veces mediante el ejercicio de una violencia brutal.
Diferentes organismos tanto nacionales como internacionales han reconocido y rechazado este tipo de hechos. En 2014 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado de Chile por violaciones a los derechos humanos de integrantes del pueblo mapuche en el caso Norim Catriman versus República de Chile.
La sentencia determinó que los lonkos Aniceto Catrimán y Pichún Paillalao fueron condenados en 2003 como autores de delito terrorista sin que se respetara el principio del debido proceso, violando su libertad de expresión y personal, además del uso de razonamientos prejuiciosos.
Por su parte, el Instituto Nacional de Derechos Humanos ha reconocido en múltiples ocasiones la militarización desplegada a lo largo y ancho del territorio mapuche, ingresando querellas al poder judicial en contra de efectivos policiales que han ejercido violencia desmedida incluso con resultado de muerte.
Este tipo de casos fueron recordados en el trawun celebrado en Tranguil los días 17 y 18 de diciembre. Un espacio asambleario al que llegaron decenas de voceros provenientes de distintos puntos del país a conversar la situación que viven como pueblo, a encontrar una estrategia que les permita resistir.
Los más ancianos miraron con recelo a los extraños que estábamos allí. Apenas nos respondieron el apretón de manos, pero no era algo personal. Luego entendimos el peso histórico de un gesto traicionero, que jamás dejó de empuñar un arma con la mano izquierda. Por eso el saludo mapuche se hace con las dos manos, frente a frente y juntando los corazones. “Sin armas” que blandear.
Una de las primeras en hablar fue Sandra Quillempán, sobrina de don Alejandro y la señora Julia. Su casa queda a unos cientos de metros de tus tíos y también ha sufrido intimidaciones anónimas. “Que si no me dejo de hueviar voy a aparecer muerta, recibo piedrazos en las ventanas, en febrero pasado rondaron mi casa con linternas durante la noche y a veces me abren la casa. Tuve que cambiar mi número telefónico”, relató, afectada. “Ellos no son capaces de ver lo que hay, los árboles de mis bisabuelos, hasta los vestigios de sus casas”, añadió.
Es difícil encontrar la profundidad mapuche en otros lugares. Toda la conversación durante el trawun se sostiene sobre la honestidad de las palabras, en una rectitud que -afirmaron los asistentes- actúa como principio universal de todas las relaciones.
La intervención de una mujer joven, quien se dirigió con respeto hacia los más ancianos, lo ejemplifica: “En el wallmapu –Nación Mapuche – no se lucha por tierras, se lucha por amor. Y está bien preocuparse por lo económico, pero no debemos olvidar a la ñuque, de defender el río porque es río y a la tierra porque es tierra. Nuestra vida es amor, aunque sea un amor en guerra”.
Mientras avanza la asamblea aparecen posiciones diferentes. Para muchos no corren los límites estatales, no se sienten chilenos y entienden que las fronteras son otras, más profundas y más ideológicas. Algunos creen que el Estado puede ser intervenido, otros no quieren relación alguna con la institucionalidad. Incluso hay voces que fomentan un nacionalismo étnico más radical: “no hay que casarse con los winkas”.
Durante el segundo día de trawun llega una noticia que grafica la violencia del Estado. Brian Hernández Wentecol, de 17 años, fue baleado por la espalda luego de ser reducido por Carabineros tras defender a su hermano de 13 años que había sido detenido. Actualmente sigue hospitalizado en la Clínica Alemana de Temuco tras múltiples intervenciones quirúrgicas que le removieron más de 140 perdigones del cuerpo.
“La convicción es que la central no va a funcionar, a pesar de que esté construida”, sostuvo un dirigente. Cuatro días después del encuentro se cumplirían cuatro meses de la muerte de Macarena Valdés.
Amenazas reiteradas y un suicidio repentino: el puzzle que no encaja
Cerca de la una de la tarde del 21 de agosto de 2016, un jeep negro se detiene frente al terreno de los Paillamilla en la comunidad Jose Caripan, ubicada en Villarrica. Dos hombres descienden del vehículo y un tercero se queda a bordo, sentado frente al volante. Más de cuatro personas los ven arribar al lugar.
Salomón Paillamilla, quien sale a recibirlos, es interpelado por los individuos en medio de la calle: “¡Por qué tenís al Collío viviendo en tu campo, ha causado puro problema, tenís que sacarlo ahora!”. Paillamilla responde con ímpetu, les exige que bajen el tono y les explica que su hija es la dueña del predio donde vive Rubén Collío: “Si ella quiere, los va a recibir para aclarar este asunto”.
Los hombres eran Juan Luengo y Osvaldo Jaramillo Paillán. Al entrar en casa de Mónica Paillamilla se presentaron como portavoces del Comité de Agua Potable Rural y el grupo de Pequeños Agricultores de Tranguil, respectivamente. La mujer de 28 años escuchó lo que fueron a plantearle.
En tanto, mientras atendía el almacén de artesanía que la familia tiene en el lugar, la madre de Mónica vio que el tercer hombre había descendido del auto y rondaba la calle dando la espalda hacia las casas, “como intentando ocultar su rostro”. Ella sabía que probablemente se acercarían de la cordillera para conversar sobre el conflicto en desarrollo y esperaba que la empresa se dispusiera a negociar.
-¿Se le ofrece algo?
-No – dijo el hombre, vestido de negro-. Espero a los que están dentro de la casa.
-Ah, ustedes vienen de la empresa.
-Sí, pero yo soy solamente el chofer.
La conversación entre Paillamilla, Jaramillo y Luengo duró aproximadamente una hora, tiempo en que los hombres entregaron el mensaje amenazante que portaban de manera solapada.
“Hace tiempo que queremos hablar de esto con usted – dijo Jaramillo, según Paillamila- Rubén Collío es una persona muy conflictiva y genera división en la comunidad. Es una persona que puro ha traído problema. Nosotros estamos deteniendo a la gente que quiere ir a pegarle a él y a su familia, que le quieren hacer daño. Nosotros queremos que usted lo saque”.
“Luengo miró el suelo durante toda conversación- describe Paillamilla- era el más descompuesto de los dos, estaba alterado y afirmaba que se iba a defender con todo lo que tenía de los que andaban desordenando el campo”.
Mónica y su esposo se comprometieron a conversar con Rubén Collío para aclarar la situación, sin embargo no hubo tiempo.
Al día siguiente, el cuerpo ahorcado de Macarena Valdés (32), esposa de Rubén, fue encontrado por su hijo de 11 años cuando regresó de la escuela. Las circunstancias que rodearon su aparente suicidio aún no se han podido establecer, pero amigos y familiares aseguran que hay elementos que configuran un escenario distinto. Un escenario de homicidio.
“Todos los vecinos tienen claro que lo que pasó aquí fue un asesinato –afirma Collío-. El fiscal dijo en una entrevista que yo necesitaba justificar mi dolor. Si fuese eso no trataría de buscar justicia. Eso nace desde la razón, desde racionalizar la situación y entender que hay más elementos como amenazas de muerte el día previo, como que si no dejábamos que pusieran los cables nos iban a hacer daño”, acota Collío, refiriéndose al tendido eléctrico de la empresa que cruzaría su terreno.
Macarena estuvo durante todo el día con su hijo menor. Había alistado un bolso para partir con él al consultorio de Liquiñe y había recibido unos salmones que Alejandro Castillo le entregó cerca de las 12.30. “Tenía una actitud muy normal –relata don Alejando-, me dijo que Rubén quizás estaba donde Foncho, el dueño de un almacén que queda más arriba”.
Un día después de la muerte de Macarena Valdés, un grupo de trabajadores de SAESA, empresa eléctrica nacional asociada al proyecto energético, intentó instalar un tendido de alta tensión resguardado por Carabineros. Eran los cables que necesitaba la central para conectarse a las líneas de distribución existentes. Sin embargo, no podrían concretar esa tarea hasta dos meses después.
El 13 de octubre SAESA logró instalar el cableado al que tanto resistieron Rubén y Macarena. Acompañados por un contingente de 60 efectivos de fuerzas especiales de Carabineros, iniciaron los trabajos a las siete de la mañana.
Ese día Rubén Collío terminó con una poli contusión y torsión forzada de extremidad, rodilla y tobillo izquierdo, según consta en el informe médico. Uno de los efectivos le torció la pierna mientras forcejeaban en el camino.
Hoy, Osvaldo Jaramillo reconoce que estuvo el 21 de agosto en casa de Mónica Paillamilla, pero niega el tono agresivo que se les atribuye: “Fue una conversación amena y de buena forma”, contó a Ruta 35.
Frente a las amenazas que habrían salido de su boca, señala: “Es falso. Solamente fuimos para decirle lo que estaba pasando en la zona, que antes era un lugar tranquilo. Ahora anda un grupito que anda organizando cosas y sumando gente”.
-¿Qué fue entonces lo que le dijo a Mónica Paillamilla si niega haber amenazado o advertido de una posible agresión?
-Que el señor Collío era la cabeza de todo, que según él era un asesor y andaba revolucionando a la gente. Ellos dicen que la hidroeléctrica está dentro del terreno de los Quillempán, pero si es así hay que verlo con los dueños del fundo, no con la gente de Tranguil. Después andan cortando caminos y nos perjudican. Uno tiene la conciencia tranquila, si fuera malo estaría en la cárcel, y yo soy un hombre de trabajo. Yo soy nacido y criado en la zona, y llega esa gente que hace como dos años que están ahí, más encima con revoluciones, con gente de Santiago, sobrepasando a la comunidad.
Jaramillo niega haber concurrido a casa de los Paillamilla en compañía de un tercero, aparte de Juan Luengo. “Nosotros fuimos por nuestros propios medios, caminamos y una mujer nos llevó hasta allá”, declara.
Con el apoyo de la abogada Manuela Royo, Rubén Collío presentó una querella criminal el 10 de octubre de 2016 contra quienes resulten responsables “en calidad de autores, cómplices o encubridores, por el delito de homicidio simple”.
En el documento, causa RIT 2493-2016, expone los hechos que la fiscalía investiga: “El desarrollo de las actividades en defensa del Río Tranguil, significó que nuestra familia recibiera una serie de amenazas que fueron transmitidas por medio de nuestros vecinos quienes dieron aviso de éstas. En particular, el 21 de agosto de 2016, doña Mónica Paillamila recibió la visita de dos subcontratistas de RP Global, quienes luego de solicitar nuestra salida del terreno, advirtiendo que si no nos expulsaban del lugar, había gente joven que quería hacernos daño”.
“(…) Es así como el 22 de agosto del 2016, en horas de la tarde, regreso a mi domicilio y encuentro a mi mujer fallecida en extrañas circunstancias. Su cuerpo yacía en el suelo de la pieza de nuestro hijo mayor, siendo encontrada por nuestro hijo de 11 años, quien la encontró colgando de una biga de nuestra casa, en su desesperación, cortó la cuerda y la trató de reanimar sin éxito. Hasta ahora no existe ningún indicio que dé cuenta de su voluntad de cesar con su vida”, detallada la querella.
Un proyecto irregular
RP Global evitó la tramitación, evaluación y control de la legislación vigente. A pesar de las indicaciones del Servicio Nacional de Turismo, que exigió un Informe de Evaluación de Impacto Ambiental por tratarse de una zona protegida, la empresa no lo presentó. A su vez, eludió los procesos de consulta indígena establecidos en el Convenio 169 de la OIT, ratificado por el país el año 2008.
“Al no haber sido posible detener las obras, con fecha 01 de diciembre de 2016 se interpuso una querella de restitución presentada por la misma Sra. Julia Quillempan en contra de RP El Arroyo Energías Renovables S.A. (Sociedad resultante de la división de RP Global). Esta querella pretende que la empresa demandada restituya la plena posesión de la hijuela N°3 ubicada en Tranguil, en aquella parte en que ésta ha sido ocupada”, explica Viviana Soto, abogada que trabaja junto a la comunidad Quillempán.
“El caso de Tranguil es como si el proyecto se hubiese presentado en otra parte del territorio, donde no existen comunidades mapuche. Es más, la sala de máquinas está instalada dentro de una comunidad privada, sin permiso de nadie, eso es una ilegalidad”, señala Francisco Astorga a Ruta 35, miembro de la organización jurídica Defensa Ambiental, quien visitó la zona en diciembre.
La familia Quillempán cuenta con títulos de propiedad que datan de 1919, bajo la figura de Títulos de Merced. Estos documentos fueron otorgados a las comunidades mapuche por parte del Estado chileno al concluir la ocupación militar en el siglo XIX. Basados en la Ley del 4 de diciembre de 1866, la Comisión Radicadora de Indígenas entregó estos títulos en las provincias de Biobio, Arauco, Malleco, Cautín, Osorno y Valdivia, entre 1884 y 1929.
Ruta 35 solicitó una entrevista con representantes de RP Global en Chile a través de su gerente comercial, Christian Lisenmeyer, para responder a las acusaciones originadas en contra de la empresa por parte de la comunidad: violación de propiedad privada, amenazas reiteradas y el asesinato de Macarena Valdés. Sin embargo, la gestión de prensa de la empresa explicó que no podrían referirse al tema ya que no contaban con la venia de las jefaturas en Austria.
No han sido meses fáciles para Rubén Collío y su familia. Él nunca quiso convertirse en símbolo de la lucha mapuche ni de la resistencia territorial, tampoco Macarena Valdés. La autopsia oficial de la líder territorial ha sido cuestionada por el reconocido especialista médico forense, Luis Ravanal, médico de vasta experiencia profesional que recibió el premio otorgado por el Congreso Mundial de Medicina Forense en 2014 luego de su investigación que cuestionó la tesis del suicidio del presidente de Chile, Salvador Allende.
En una entrevista concedida a Radio Villa Francia (RVF) en noviembre del año pasado, Ravanal puso en duda al médico legista que refrendó el informe post mortem de Macarena Valdés, Enrique Rocco: “es un médico que ha sido bastante cuestionado, porque hay dos autopsias en las que yo he participado, haciendo las exhumaciones, porque había dudas respecto a las conclusiones que se relatan de las primeras pericias que se realizaron ahí en Valdivia”.
Respecto al informe del caso de la dirigente de Tranguil, Ravanal señaló: “es bastante escueto por lo tanto no sustenta la causa de muerte, incluso al ver la descripción de las lesiones en el cuello vinculado con presión por ahorcamiento, se evidencia que sean lesiones que hayan ocurrido en vida”.
“(…) el diagnóstico de la muerte por ahorcamiento no tiene un sustento objetivo, no es comprobable porque las descripciones que hace del surco del ahorcamiento en el cuello en ninguna se demuestra que sean vitales, que hayan ocurrido en vida. Porque lo que hace simplemente es describir la marca pero no demuestra que esa marca se haya originado con la cuerda que pusieron alrededor del cuello cuando estaba viva, no hay muestras para confirmarlo”, sostuvo para el medio comunitario.
El foco de Rubén hoy está puesto en sus hijos y en la búsqueda de justicia, un camino que se presenta largo y empinado. En la mañana del martes 7 de marzo de este año, se llevó a cabo una audiencia en el Juzgado de Letras y Garantía de Panguipulli que anunciaba el cierre del caso. Sin embargo, la presión social expresada a lo largo del país y en una manifestación que reunió a más de 200 personas en las afueras del tribunal, evitó el cierre del proceso investigativo.
“Yo no tengo miedo. Mis hijos no tienen miedo y no van a crecer con miedo. Nosotros seguimos aquí y vamos a seguir aquí, luchando. El día que nos vayamos de aquí, será así. El día que a mí me toque partir de este mundo, va a ser peleando”, sentencia Rubén. Porque para ellos la libertad y la felicidad son una sola, nunca pueden ir separadas.
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