Semana.-
Desde hacía seis meses el rumor por la inminencia de una masacre era un secreto a gritos que se escuchaba en el bajo mundo del hampa y recorría las calles de Medellín y otros municipios del Valle de Aburrá. La razón era simple. El pasado 8 de agosto la policía capturó a Erikson Vargas, alias Sebastián, jefe de la temida Oficina de Envigado. Solo unas horas después ya se sabía en la mafia que ese arresto traería como consecuencia un reacomodo y una pugna a sangre y fuego entre delincuentes en ascenso para ocupar su lugar. Ese macabro murmullo sobre una vendetta se convirtió en realidad en la madrugada del pasado 31 de diciembre.
En una finca cerca al municipio de Envigado, fueron asesinados a tiros nueve personas. El crimen ocurrió a la 1:30 de la madrugada cuando el ruido de la pólvora por la celebración del año nuevo impidió que alguno de los vecinos del lugar en donde se realizó el múltiple homicidio se percatara de los disparos. Solo a mitad de la mañana del lunes pasado las autoridades, informadas por un taxista que llegó al sitio, encontraron la escena dantesca.
En medio de abundantes botellas de licor en la sala del lugar estaban los cuerpos de cuatro hombres. En el cuarto de ropas un quinto cadáver. Sobre la cama en una de las habitaciones estaban muertas cuatro jóvenes mujeres. Una de ellas modelo de ropa interior y otra una estudiante de noveno semestre de Comunicación Social de una reconocida universidad antioqueña. Pocas horas después se confirmó la identidad de los hombres. Uno era el cuidandero de la finca, otro un comerciante. Pero fue el reconocimiento de los otros tres cuerpos lo que dio las pistas a los investigadores de lo que pudo haber ocurrido. Dos de las víctimas eran Fernando Urán, alias Panadero, y Carlos González, alias Mosco, antiguos miembros de la banda La Terraza. El otro era Jorge Mario Pérez, alias Morro, un temido y reconocido jefe de sicarios que tenía su propia banda de asesinos y trabajó para la Oficina. “Varios delincuentes acá se han venido reuniendo para tratar de coordinar quién va a quedar con el mando. Lo que uno se imagina es que nadie quiere ser subalterno de nadie. Todos quieren ser jefes. Entonces se tienen que ir matando unos a otros”, afirmó el comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, general Yesid Vásquez Prada. Una de las hipótesis más probables sobre la masacre, según el oficial, sería la lucha entre capos emergentes por quedarse con el control de esa tradicional estructura criminal.
Tras la captura de Sebastián un grupo de sus principales lugartenientes, entre los que estaba Morro, esperaba definir quién se quedaría con el poder. De allí que una de las pocas cosas claras para los investigadores es que efectivamente ese 31 de diciembre había una cumbre mafiosa para tal fin. Además, parte de los asesinos estaba en esa reunión y eran conocidos de las víctimas por la posición relajada en que quedaron los cuerpos y porque no hay indicios de intentos de lucha, defensa o intercambio de disparos a pesar de que en el lugar quedaron varias armas. ?Una de las hipótesis señala que incluso el propio Sebastián pudo haber ordenado el crimen, a pesar de estar detenido, para evitar que sus antiguos trabajadores lo traicionaran y perder el poder. En septiembre pasado SEMANA reveló una grabación efectuada pocos días después del arresto de Sebastián. En ella uno de sus hombres conversaba con Daniel el ‘Loco’ Barrera, pocos días antes de ser capturado, y le pedía su ayuda para asesinar a Carlos Pesebre, un poderoso jefe criminal que controla la Comuna 13 y quien optó por no seguir las órdenes de Sebastián. “Mi señor: ¿a lo de ese Pesebre le hacemos” le preguntan por teléfono a Barrera. “De una. Usted sabe que a mí me gusta darle a esos doble hp duro. Usted sabe que por eso yo me dañé mi vida y uno más o uno menos, no importa. Hay que hacerles a esos sinvergüenzas. Levánteme los datos y teléfonos que yo le hago, no se preocupe”, responde el narco. Ese asesinato nunca se ejecutó porque Barrera fue detenido por la Policía en Venezuela poco después de esa charla, pero sí evidenció que aún en la prisión Sebastián no está dispuesto a ceder fácilmente su trono. El mismo Pesebre es otro de los sospechosos de la masacre. Los investigadores no descartan que haya decidido aprovechar esa cumbre mafiosa para librarse también de eventuales rivales. Lo cierto del caso es que esa matanza de la semana anterior es la confirmación de una nueva guerra por el poder mafioso que acarreará muchas más muertes.
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