Las actrices estadounidenses se sumaron a la campaña #MeToo para visibilizar las violencias sexuales. Las voces acalladas son tantas y tan potentes que hicieron caer al productor hollywoodense Harvey Weinstein y tambalear el lugar de poder de otros varones. Trescientas actrices convocaron a vestirse de negro contra la violencia machista en los Globos de Oro, donde el machismo no deja de estar presente. Como recordó Natalie Portman: “y estos son todos los hombres nominados”.
Como respuesta, cien artistas francesas publicaron una carta en Le Monde con el título “Defendemos la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”. Advierten que la forma de denuncia del acoso en redes sociales y espacios públicos puede caer en un discurso del “puritanismo sexual” en Estados Unidos: ser tomado por sectores conservadores o religiosos para imponer reglas que medien las relaciones entre varones y mujeres donde estas últimas serán colocadas en el lugar de víctimas que deben ser protegidas. “La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito ni la galantería una agresión machista”, escribieron. Y hablaron de los controles sociales y morales que pueden generarse a partir de la excusa de “el bien común”.
Los medios internacionales se hicieron eco del “manifiesto contra el #MeToo”. Muy pocos publicaron el texto entero: solo destacaron las frases que enfrentan una posición con la otra. Mientras, en Argentina surgió el hashtag #JusticiaParaLosHombres que se suma al ya conocido #NadieMenos.
La denuncia pública y los medios
Las denuncias de acoso, abuso y situaciones violentas en redes sociales significaron para muchas mujeres la posibilidad de hablar por primera vez. En un contexto donde todo empuja hacia el silencio -sea minimizando, ridiculizando o sancionando a la víctima-, la voz colectiva abrió un camino que es dificil de desandar: no nos callamos más.
La reacción machista no tardó en aparecer: “ya no se puede hacer más chistes”, “están demasiados sensibles” y el fantasma de que cualquier varón puede caer son algunas de las respuestas.
No queremos el miedo para nadie: convivimos desde niñas con un miedo profundo, insondable -el miedo a que nos manoseen, nos violen, nos maten- y luchamos por terminarlo. Pero si los machos se sienten incómodos por no poder disponer de nuestros cuerpos a su antojo, es que vamos bien.
Los defensores de las “viejas” formas de levante y seducción dicen que la línea entre el coqueteo y el acoso es muy fina. La respuesta de las mujeres es contundente: podemos diferenciar cuando somos cosificadas de cuando respetan nuestra voz. Una voz que también desea.
Prueben: pueden hacer bromas sin denigrarnos. Pueden ser seductores sin ejercer violencia contra nosotras. Como escribió la activista feminista Caroline de Haas: “La violencia no es una seducción aumentada”.
La víctima eterna
“Nos mueve el deseo” fue la consigna del primer paro internacional de mujeres el 8 de marzo de 2017. En Cosecha Roja salimos a preguntar a las mujeres qué deseaban y las respuestas fueron muchas: ser escuchadas, respetadas, ganar lo mismo, parir sin miedo, caminar por la calle tranquilas, no ser violentadas, bailar, besar y gozar sin que las juzguen. El goce, sexo y disfrute como un derecho a ejercer sin ser estigmatizadas.
“Una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar siendo el objeto sexual de un hombre sin ser una puta ni una vil cómplice del patriarcado. Puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si se considera un delito”, dice la carta firmada por más de 100 mujeres francesas.
La idea de una mujer víctima que define su vida por el hecho traumático también es la propuesta del patriarcado. En España una adolescente de 18 años fue violada por cinco varones en la calle. La defensa sostuvo que ella no hizo nada para evitarlo y mostró pruebas de que continúo de forma “inusual y jovial” con su vida social. Pareciera que si no estamos destruidas no somos buenas víctimas.
Un diálogo que sea nuestro
Muchos medios hicieron lo suyo: publicaron las denuncias de acoso como “supuestas” y las frases machistas como “polémicas”. ¿Qué pasa cuando la disonancia viene de un grupo de mujeres? La discusión sobre el feminismo es presentada como un enfrentamiento: es una cosa o la otra. O peor: una postura anula la otra y muestra que en verdad no pasaba nada. El machismo era hipotético.
El feminismo no es un uniforme, hay posturas diferentes. Durante el primer paro internacional de mujeres tomamos las calles en más de 44 países y 200 ciudades. La diversidad es parte del movimiento y por eso las opiniones no van a coincidir siempre.
En América Latina dijimos basta. Estamos enojadas. Contestamos desde el hartazgo a las violencias más extremas y a las cotidianas. No somos entes que no distinguen: tenemos claro cuándo ejercen violencia sobre nuestros cuerpos y nos reducen a cosas. Eso enoja y explotamos.
Para nosotras reservamos un lugar para discutir, pensar distinto, volver a pensar y buscar la mejor forma para cada una sabiendo que es una construcción colectiva. Y que no estamos solas.