La mamá y el hermano de Pamela escucharon los gritos que venían de la habitación de ella. Eran las tres de la mañana del domingo. La joven de 17 años dormía con su bebé de tres meses cuando su expareja, Ángelo Castillo, cuatro años mayor, entró a la casa y la atacó a cuchillazos.
Al escuchar los gritos, la mamá y el hermano entraron en la habitación: la vieron a Pamela ensangrentada en la cama mientras Castillo escapaba por el fondo de la casa de una zona rural de Calingasta, en San Juan.
La adolescente fue trasladada al hospital. “Ella preguntaba por el bebé, si estaba bien, y nosotros le decíamos que sí. Ella llegó consciente, escupía mucha sangre por la boca y por la nariz. Le conectaron el respirador pero los médicos no pudieron hacer más nada”, dijo en una entrevista en una radio local.
El comisario Ángel González, jefe de Homicidios de San Juan, dijo en una conferencia de prensa que Castillo fue capturado unas horas después del femicidio en una zona de cerros y ríos que “conocía muy bien”. El arma con la que la degolló no fue encontrada pero creen que se trata de un “cuchillo pequeño”.
“Era una relación un poco violenta, de ida y vuelta. Estaban en pareja hace dos años y fruto de esa relación tienen un bebe de 3 meses. En el último tiempo estaban separados”, explicó González. La violencia de “ida y vuelta” a la que se refiere el policía era unidireccional: el hombre tenía una orden de restricción de acercamiento por las denuncias de violencia machista. Era una orden que no podía cumplir “porque vivían en casas linderas”, explicó el policía.
La mamá de Pamela contó que su hija se había separado de Castillo porque los psicólogos le dijeron que “era peligroso” que siguiera viviendo con él. “Él vivía molestándola. Hice un montón de denuncias y nunca hicieron nada. Si le hubiesen dando importancia a las denuncias, a mi hija la tendría viva”, dijo.
