Al menos cinco policías armados sin identificación entraron en el ENAM, la escuela pública más importante de Lomas de Zamora. En las redes se viralizan los videos y estalla la indignación. Las imágenes muestran el empecinamiento y la cerrazón de los policías y como la comunidad educativa de la escuela trata de poner freno al disparate.
La policía comenzó a perseguir desde una plaza a tres pibes que se habían rateado y huyeron ante la presencia de los efectivos. A uno de los jóvenes lo detuvieron antes, lo amenazaron para que de los nombres de sus compañeros y le dijeron que por su apariencia física “iba a ser pollo en la cárcel”.
Miro las imágenes y pienso que estos chicos tienen la misma edad que tenían aquellos alumnos del ENAM que evocamos como “la División Perdida”.
El ENAM es mi escuela y la División Perdida son nuestros 31 desaparecidos.
La policía entró a la escuela
En aquellos años, sólo sabía de Mónica Tresaco. Nunca le había visto la cara. Había oído en comentarios furtivos la historia de su desaparición y apenas si me atrevía a imaginármela en la mirada pícara de su hermana menor, una de mis compañeras de curso.
Mis cinco años en el ENAM transcurrieron entre las primeras y las últimas desapariciones, del 75 al 79. La voz de María Blanca Tawsend me enseñó a viajar con rigor por la historia. Con Mónica Zajur leímos “Los funerales de la Mama Grande” y con Teresita Russiani, “Alrededor de la Jaula”. Desde tercero empecé a sentir que el mundo y su sentido eran las aulas, el patio y cada una de sus voces. Después, como todos o casi todos, me fui de ahí. Me fui a pesar de las lágrimas. Me fui y seguí mi camino sin que me quedaran de la escuela más que amores imposibles, poesías mal escritas y amigos y compañeros más o menos perdidos.
¿Por qué siento que debo mantenerme fiel al que fui en esos años? Tal vez la respuesta está en algo que dijo el escritor Francisco Umbral: “aquí fue mi descubrimiento de la muerte, que es siempre adolescente, ya que en la adolescencia la descubrimos, la conocemos, aprendemos su nombre”.
Un adolescente frente al descubrimiento de la muerte. Puede que esa respuesta sirva para todos los adolescentes de todos los tiempos. Pero en aquellos años, era bastante más que una revelación existencial. La muerte era la pared de sonido detrás de cada paso que dábamos, de cada mirada, de cada tontería, de cada descubrimiento. Era de muerte el sonido de aquel silencio. Los policías metiéndose a pura prepotencia en la escuela es una de las tantas señales que nos hacen sentir que la muerte quiere volver.
Las investigaciones sociales dan cuenta que la escuela sigue siendo aun, a pesar de abandonos públicos y cambios en la convivencia, la principal institución en nuestros barrios. ¿Por qué varios de los medios que cubrieron el ingreso de la policía al ENAM hablan de “la principal escuela de Lomas de Zamora”? Erigida durante el primer peronismo, es un prestigio de los tiempos en que era una escuela nacional. Se forjó antes del Proceso y de la Ley Federal de Educación que la pasó al ámbito provincial y, bajo la excusa de la descentralización, significó un retiro del estado federal con la misma matriz ideológica que auspician los abandonos del actual gobierno.
Antes, era una escuela a la que la mayoría de los padres querían enviar a sus hijos: desde las familias de la zona céntrica de Banfield, Lomas, Temperley, Escalada y Lanús hasta la de los barrios periféricos. A medida que la crisis de la educación se profundizó, los sectores medios comenzaron a tomar distancia. Padres y madres orgullosos de haber cursado allí prefirieron para sus hijos escuelas de gestión privada, aunque les transmitían la nostalgia por el establecimiento al que no los mandaban.
Sin embargo, hay algo en su historia y su presente que hacen que el ENAM no pierda el centro de la escena. Proletarizada y rebelde, es una escuela en el que la historia vive y en el que el centro de estudiantes, la militancia juvenil y el compromiso de su comunidad educativa se han mantenido vivos, no sólo como una expresión meramente contestataria o testimonial: lograron quebrar la actitud de abandono del estado hacia el establecimiento y lo salvaron del desmoronamiento.
El relato de uno de los docentes
Un par de días antes, una profesora de inglés del ENAM se burlaba por Facebook de una alumna que le había respondido todas las preguntas de un examen escrito de su materia en castellano. En estos días también, conocimos la historia de una docente en Entre Ríos que quedó disminuida físicamente por intentar separar una pelea entre un estudiante de 15 años y otro más pequeño. No es sólo la policía y no sirve contentarse con la separación preventiva de los efectivos policiales.
A cada paso, el mensaje que transmite el poder político en cada decisión y en cada gesto es que la educación pública no es importante. Estos pibes perseguidos por los efectivos bonaerenses “han tenido que caer a la escuela pública”, a decir del presidente que incumple la Ley de Financiamiento Educativo, no convoca a paritarias y tiene gran parte de los salarios docentes por debajo de la línea de pobreza.
El policía que intentaba detener al joven estaba convencido de que tenía derecho a meterse en la escuela y arrestarlo a como diera lugar. No medía los efectos y los riesgos de su presencia en el establecimiento, desconocía o no valoraba la trascendencia de su accionar aunque semanas antes había tomado estado público lo sucedido en Jujuy.
El falso orgullo de que unos pibitos “no le ganaran” era más fuerte que cualquier otra cosa. Año a año el estado les da oportunidad de trabajo a decenas de jóvenes que ingresan a la policía y las fuerzas de seguridad, reciben una capacitación básica e insuficiente y se vuelven parte de una cultura institucional que va a contramano de lo que la sociedad necesita de ellos.
Pero además, hay que poner arriba de la mesa la relación de los padres con nuestros hijos y con la escuela. ¿En qué medida nos comprometemos con el lugar que pasan tanto tiempo o más que con nosotros? ¿En qué medida tenemos registro de sus vidas, de su soledad, del momento único e irrepetible que están viviendo?