Nace como un negocio y una afirmación política que busca incluir a esta población. Por cuenta de la discriminación, tan sólo cuatro de cada 100 de estas personas tienen hoy un contrato laboral en el país.
No hay vida plena sin la cocina en ella. A María Fernanda Gutiérrez nada la hace más feliz que hornear. Se retiró de la carrera de música para ingresar a la de pastelería, repostería y panadería, en el Instituto Superior Mariano Moreno en Bogotá. Un esfuerzo que se truncó hace dos años, cuando obtuvo un título y un portazo de los restaurantes a los que se acercó en busca de un espacio para cocinar. Wok, Crepes & Waffles y Andrés fueron algunos de los sitios que, según cuenta, no la contrataron porque es mujer trans. Al contactarla vía telefónica les emocionaba su perfil, pero al verla en persona la constante fue: “Tenemos tú teléfono, te llamaremos”.
Ella será la primera contratada por Petunia, una repostería que nace en noviembre para emplear a esta población en Colombia, donde apenas cuatro de cada 100 personas trans tienen un contrato laboral, según la Cámara de Comercio LGBT. Junto con Gutiérrez, se espera que dos trabajadores más (también trans) se unan al equipo para atender al público.
“Las personas trans tienen muchas dificultades para conseguir un trabajo digno por los estereotipos que hay en la sociedad y porque son diferentes, y la gente tiende a rechazar eso”, dice Andrea Suárez, quien creó esta idea junto a su amigo Sebastián Uribe. Suárez estudió finanzas, gobierno y relaciones internacionales, pero prefería el arte. Su casa, donde empezó este negocio como hobby, está llena de esculturas de elefantes y libros de astrología, otra de sus convicciones. Por eso tendrá su propia línea de tortas astrológicas, que se armarán con sabores y colores que engranen con las energías de cada signo zodiacal.
Aún no hay dirección exacta, pero noviembre es el plazo inamovible que Suárez fijó para concretar un sueño que surgió hace años en la localidad de Ciudad Bolívar, donde el colectivo trans “Madonna y Sus Divas” le enseñó que las etiquetas sólo son para la ropa y lo frágil que es la masculinidad. “Cuando ellas llegaban a mi lugar de trabajo, los hombres que trabajaban conmigo se escondían. Se sentían incómodos de que alguien los viera y creyera que les gustaban. Eso demuestra que la masculinidad de los hombres en este país es muy frágil”, explica.
Petunia pretende ser un lugar libre de discriminación, excluyente de cualquier palabra ofensiva y cualquier mirada inquisidora. Es una empresa, pero también una “afirmación política”, como califica Suárez su meta de hacer caber a todos en una repostería. Quiere contribuir a transformar imaginarios, y qué mejor forma que endulzando los paladares de todo aquel que visite su tienda en Chapinero.
Heredó de su abuela el amor por los hornos. Ella fue quien en los años 70 inició en Medellín la tradición familiar de la panadería. Además de ser fruto de una pasión heredada, Petunia también es un tributo a la hermana de Suárez, que se suicidó hace 13 años. No olvida la tristeza que siempre asaltaba su rostro. Ya no está, pero siempre quiso tener una perrita a la que llamaría Petunia. El nombre que lleva hoy “el salto al vacío” que está dando Suárez al abandonar un empleo seguro.
De ahí que la salud mental y emocional de sus futuros trabajadores trans sea una prioridad. Tendrán apoyo psicológico. “No me imagino lo que es vivir en un mundo que de verdad sea violento contigo todos los días en la calle, en el trabajo y en la casa. Quiero brindar una cura emocional para quienes han sido rechazados por su identidad”, aclara Suárez.
La Cámara de Comercio LGBT de Colombia aplaude esta iniciativa empresarial. Felipe Cárdenas, su presidente, afirma que esta será la primera empresa en el país con un enfoque diferencial para la población trans, a la que se le ha dificultado acceder al mundo laboral, según él, por tres razones: el nivel de escolaridad, porque muchas de estas personas no han podido terminar sus estudios por la discriminación; los problemas de documentación, ya que, hasta el año pasado, a las mujeres trans que tenían en sus cédulas nombres masculinos se les exigía libreta militar, y la incomodidad que genera en las compañías que sus empleados sean transgénero.
Los escépticos también han alzado su voz en comentarios como: “contratar trans podría estigmatizar el proyecto”, “la comunidad se va a resistir”, “habrá marchas frente al local y nadie comprará un postre”. “¿Has hablado alguna vez con una persona trans?, les pregunté a quienes me dijeron eso, y ninguno lo ha hecho en su vida. No espero que esto tenga el impacto de una política pública, pero será valioso si logro que la vida de alguien mejore. Quiero fortalecer a la comunidad LGBT y promover el diálogo con otros grupos de nuestra sociedad”, dice Suárez, de 27 años, oriunda de Pamplona (Norte de Santander).
A María Fernanda (de 23 años) tampoco le preocupa que rotulen esta iniciativa como “revolucionaria”, aunque sea sin duda pionera. Quiere sentirse igual a las demás reposteras. “Si uno no habla de los temas, siguen siendo tabú. Volverlos cotidianos demuestra que no son raros. En Petunia habrá mujeres y hombres como cualquiera”, concluye.