La Puto Bullrich: ¿Puede la doctrina Chocobar ser gay friendly?

A fines de 2020 llegó al mundo Twitter una cuenta que se define a sí misma como una organización LGTB devota de la ex funcionaria macrista. El historiador Emmanuel Theumer analiza el fenómeno y hace foco en los grupos que, apropiándose de un lenguaje de ampliación de derechos, buscan achicar el Estado.

La Puto Bullrich: ¿Puede la doctrina Chocobar ser gay friendly?

06/04/2021

*Por Emmanuel Theumer

En noviembre de 2020 se conoció a través de la twitósfera la emergencia de la “Puto Bullrich”, una organización que se presenta a sí misma como LGBT y afirma identificarse con Patricia Bullrich. La ex funcionaria de Cambiemos y política derechista les respondió como “aliada de una batalla cultural”. La existencia “díscola” de gays de derecha no es nueva pero en los últimos años se han mediatizado diferentes personajes, tanto en Europa como en Norteamérica, ligados al nacionalismo islamo-odiante y el eco-fascismo.

Los feminismos y movimientos de disidencia sexual y de género han elaborado categorías como “pinkwashing” (lavado rosa) y “homonacionalismo” (especialmente desarrollado por Jasbin Puar) para denunciar cómo la protección de sus derechos puede ser utilizada para justificar nacionalismos racistas, bombardeos, programas neoliberales, expulsión de migrantes, neoextractivismos, explotación de humanos y no-humanos. Si tal apropiación ha sido posible es porque estos movimientos han realizado un ejercicio de traducción de sus demandas al interior de la democracia liberal. Esta popularización de las agendas de género y disidencia sexual ha sido una táctica de alcance geopolítico altamente factible pero también ha facilitado la aprehensión de consignas por parte de un amplio espectro de cultores del neoliberalismo político, incluidas las derechas.

En Brasil fueron noticia el apoyo a Bolsonaro por parte de gays y trans postulantes a cargos electorales. Su ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la pastora Damares Alves, ha mantenido reuniones tanto con la Aliança Nacional LGBTI+ como con el movimiento de “ex-gays” que promueve las terapias de conversión, una práctica a-científica que puede equivaler a la tortura según Naciones Unidas.

La Puto Bullrich emerge en el contexto de una pandemia global y una reorganización del peronismo a cargo del ejecutivo nacional. No solo eso, también lo hace en el escenario de un movimiento LGBTIQ+ con facciones internas y una consecuente dispersión de la protesta. Al mismo tiempo, coincide con un feminismo expansivo que ha volcado críticamente su fuerza deconstructiva sobre sí mismo (de nacional a plurinacional, de mujer a mujeres,trans, travestis, lesbianas, no-binaries) pero que aún mantiene bajo sospecha a las maricas.

La emergencia de la Puto Bullrich es a través de una triple provocación. En primer lugar, recurre a una “iconografía pop” para desmarcarse de una izquierda que identifican con el kirchnerismo, transfigurando la icónica serigrafía del Che Guevara en Bulrich, sustituyendo, a la vez, el fondo rojo comunista por la bandera del arco iris representativa de la diversidad sexual.

En segundo término, mediante un juego de palabras la “Pato” es absorvida por la “Puto”, un insulto dirigido a practicantes de sexualidades no-reproductivas y que ha servido para la regulación heteronormativa de la sociedad. La Puto Bulrich recuerda a las políticas queer norteamericanas de inicios de los noventa: apropiación política de la injuria y corrosión desde dentro del propio significante “puto”. Lo cierto es que no son los primeros en precipitar como putos o marikas manteniendo una distancia crítica con la gaycidad. La novedad es que lo hacen corriéndose de ciertas políticas de género y diversidad sexual que, asumen, han sido garantizadas por el kirchnerismo. Lo puto aquí insiste en su anomalía pero tal torsión, antes que horizontes transformativos, persigue valores restaurativos.

Tercero, la Puto Bullrich se inserta en el mapa político-sexual mediante un juego de espejos con las agrupaciones de disidencias ligadas al kirchnerismo como Putos Peronistas, una organización de base creada en 2007 en La Matanza con extensión territorial que sumatambién atravestis, trans y lesbianas en sus filas. Mientras Putos Peronistas fusionó una doble condición (la de puto y peronista que aglutina variadas corporalidades) la Puto Bullrich parece, nuevamente, sustituir el contenido popular por una entusiasmante identificación programática con su referenta.

Pero ¿qué significa esto? Un homonacionalismo ligado a una seguridad nacional pensada en términos de securitismo, punitivismo carcelario y la “doctrina Chocobar” lista para aniquilar cualquier “amenaza interna”, elementos básicos de un Estado que debería autocontraerse y retirarse de lo social. La Puto Bullrich no escatima en confesar esta triple provocación cuando expresan en un flyer que “LGBTIQ+ no lleva K” y lo hacen en defensa de lo que perciben como una República puesta en peligro, la apelación a un pánico moral que -espero lo sepan- bien podría volverse en su contra.

Desde una región discursiva muy cercana, el libertario homosexual Álvaro Zicarelli brindó recientemente una entrevista a Infobae en la que aseguraba: “Detesto a todo aquel que hace de su condición homosexual un kiosco”. Zicarelli tuvo su momento mediático cuando, siendo asesor de Gabriela Michetti, se viralizaron videos suyos de una virulenta misoginia dirigida a la entonces presidenta Cristina Fernández. Más recientemente, difundió su imagen junto al anarco-capitalista Javier Milei en una manifestación contra el oficialismo. Cuando Zicarelli cuestiona a los políticos gays que hacen “un kiosco” escupe una agenda y parece pasar por alto una legión de militantes de la diversidad sexual y de género que hicieron posible que él pueda expresarse abiertamente. Al defensor de las libertades habría que recordarle que, hasta hace unos años, con solo volver decible su homosexualidad podía ser violentamente aprendido en el espacio publico por fuerzas políciales e incluso podía estar privado del derecho al voto dada su “amoralidad”.

Pero hay algo más. En los dichos del libertario se puede leer entrelíneas una crítica a las políticas de institucionalización de género y sexualidad en el Estado, de intensa arborescencia. En otras palabras, la defensa de un Estado mínimo y la defensa de algo así como un eros pre-social, no mediado social ni culturalmente, no intervenido ideológicamente. Esta despolitización de la sexualidad y regreso a cierto naturalismo puede convivir perfectamente con los actuales movimientos desdemocratizadores “contra la ideología de género”, cuya principal misión es la restauración del orden hetero-patriarcal puesto en discusión por los feminismos y los movimientos sexodisidentes.

Tal atomización de la sexualidad (“es solo mi condición y punto”), autodesmantelamiento e hiper-individuación defendida por liberales/libertarios fue irónicamente llamada por la filósofa marica Paco Vidarte como una ideología de “sodomitas neocons”: despojados de toda politización de la sexualidad y al mismo tiempo emprendedores de sí mismos,insolidarios por definición, alejados de cualquier deber ético ante el ensamblaje estructural que produce el heterosexismo y parlantes desde el limbo ocioso de derechos que otrxs han peleado para todxs nosotrxs. Los sodomitas necons parecen desentenderse del pasado, necesitar de cierta discontinuidad histórica.

Bajo estos términos, a través de operaciones de antiprogresismo e incorrección política, tanto la Puto Bullrich como Zicarelli bien podrían ser ejemplos de cómo la rebeldía se está volviendo de derecha, tal como sugiere el historiador Pablo Stefanoni. No es gratuito que estas derechas liberales “alternativas y diversas” puedan resultar un atractivo para algunos jóvenes.

¿Conjuro desmovilizador? No lo creo. Nuestro presente espeso está abierto a oportunidades coalicionantes y antagonismos ineludibles en donde, dicho por la lengua bífida de val flores, la libertad sexual puede seguir siendo una provocación perdurable y una potencia de emancipación imperfecta.

*Emmanuel Theumer es activista marica-feminista, docente e investigador.