Cosecha Roja.-
“Le dieron dos tiros en el pecho”, aseguró la hermana de Osvaldo Soto, el joven asesinado esta madrugada en Soldati en medio de una toma de tierras que espera el desalojo de la justicia.
Los tres impactos de bala que recibió, los dos en el pecho y uno en la pierna, se produjeron en medio de un enfrentamiento por tierras en la villa 20, cerca del Parque Indoamericano. El joven de 30 años había ido a su casa de la manzana 28 cuando, tras una discusión con un vecino paraguayo por una fogata, recibió los disparos, aseguraron los familiares de Soto este mediodía.
Osvaldo tenía dos hijos, dos perros chihuahuas y dos trabajos: uno manejando el camión de la basura y otro en un hospital. Vivía con su madre, quien alquilaba una pieza para tener un ingreso. Ella es una de las fundadoras de la villa 20, una persona conocida en el territorio. Ya no se va a “quedar tranquila” luego del asesinato de su hijo, el más mimado, dijo una de las hermanas de Osvaldo.
Cuando lo balearon, los vecinos llamaron a la ambulancia pero no apareció. Era el tercer ausente de la noche: no estaba tampoco el fiscal ni ningún representante del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Entre los vecinos frenaron un colectivo y subieron a Osvaldo para llevarlo a la salita.
Cuatro mujeres jóvenes lo pintaron con aceite quemado. El mensaje no dejaba dudas: “Salimos pasíficamente si nos dan soluciónes de vivienda” (sic). Niños pequeños corrían alrededor, entre los yuyos de lo que hasta hace poco era un depósito de autos incautados de la Policía Federal. Otro cartel pedía por la justicia: “Que se acerque el juez Gabriel Vega”. Las reacciones ante el asesinato de Osvaldo Soto, en medio de una toma de tierras, revelaron otra vez el fantasma habitacional que desvela a los habitantes de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires mientras se espera la orden de desalojo.
Actuó de oficio la Comisaría n° 52 pero el fiscal contravencional de turno (Carlos Fel Romero), aunque fue avisado anoche, no se presentó hasta hoy a la mañana. “Si el fiscal hubiera venido antes, esa muerte se podría haber evitado”, enfatizó Alejandro “Pitu” Salvatierra, líder de la toma anterior y delegado de la villa 15.
La causa está catalogada como usurpación. “El uso de la fuerza será en la medida de lo estrictamente necesario. Vamos a buscar una solución pacífica”, dijo este mediodía Romero mientras juntaba los documentos para llevárselos al juez y solicitar la orden de desalojo.
Hace poco, habían limpiado el cementerio de autos de la policía. “Todos sabían que se venía”, contó a Cosecha Roja un vecino. Fue la noche del lunes, una de las más frías del verano porteño. Así como comenzó la ocupación, empezaron las fogatas para aguantar. Muchas de las familias que se amucharon son las mismas a las que, en 2010, desalojaron con la promesa de una solución que nunca llegó. El Gobierno de la Ciudad “les hizo firmar un papel y no les dieron nada”, recordó una vecina que hoy no está dispuesta a irse solo con un papel. “Algunos se fueron a alquilar a Villa 20 pero “alquilás, les molestan los pibes y te echan”, describió.
Una semana atrás, Facundo Roma, comunero por el Frente para la Victoria en la Comuna 8 denunció que el Parque Indoamericano había sido abandonado por el Gobierno porteño tras el conflicto de 2010, que terminó con tres víctimas fatales de la represión policial.
La causa del Indoamericano está a cargo de la jueza Mónica Berdión de Crudo, quien a principios de este mes citó a indagatoria al ex jefe de la Policía Metropolitana Eugenio Burzaco para el 12 de marzo. Además, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y los fiscales Sandro Abraldes y Nuria de Ansó pidieron a la jueza el procesamiento de 30 policías de la Metropolitana y 11 de la Federal.
Anoche, en el predio, madres, padres y niños durmieron en el pasto. Hoy, vuelan las cenizas y se siente el aroma penetrante del fuego recién apagado. En el boulevard de pasto verde están estacionados Gendarmería, la Policía Federal y los canales de televisión. Los propios ocupantes cerraron la entrada al predio con los árboles y postes que encontraron: no están dispuestos a ser desalojados ni a firmar un papel con promesas que ya aprendieron que, después, significa nada. Los efectivos de Gendarmería acaban de bajar escopetas bellini de un camión y se sentaron, escudados, a esperar una orden. Uno de ellos, el más atento, tiene colgado el silbato.
La toma de tierras y el asesinato vuelven a poner sobre el escenario que la zona sur de la ciudad es la más relegada. A comienzos del siglo XX se lotearon las tierras de Lugano y Soldati y se construyeron las estaciones de tren. El primer barrio, de suaves lomadas y casas de descanso, el segundo en un pozo que se inundaba. Eso contribuyó a que en la década del treinta se instalara la quema, un basural a cielo abierto que contenía la basura de los porteños. Llegó a ser el segundo más grande del mundo.
La última dictadura militar buscó “limpiar” la ciudad de cirujas y buscadores y erradicar las villas miserias. Se cerró la quema y la basura fue trasladada al Cinturón Ecológico del CEAMSE y los habitantes de los asentamientos fueron expulsados hacia otras provincias en manos del ejército.
El regreso de la democracia volvió a poblar las villas y a mostrar los problemas habitacionales que continúan sin resolverse en Buenos Aires. El Parque Indoamericano y sus alrededores todavía esperan una política que resuelva la falta de viviendas en la capital de la Argentina.
0 Comments on "Toma de tierras en Soldati: “dos tiros en el pecho”"