Cosecha Roja.-
Las mujeres se están animando a hablar. La mamá de Giselle luchó para que juzguen el asesinato de su hija como ‘femicidio’. Lucía se puso a militar con las compañeras de trabajo de su mamá, a la que violaron y mataron hace dos años. Karina quiere que todos conozcan su historia. Fernanda contó la suya hace un mes y, en la institución en la que trabaja -‘Cambiá una lágrima por una sonrisa’-, entraron 50 denuncias nuevas sólo en una semana. A partir de #NiUnaMenos “se está empezando a denunciar la desprotección de las instituciones”, dijo a Cosecha Roja Fernanda Chacón.
#NiUnaMenos propone tomar las calles para visibilizar los asesinatos de mujeres en manos varones. “La idea es que nunca tengamos que contar que nos falta una”, dijo a Cosecha Roja Nelly Vorquez, militante feminista. “Si no, pareciera que es solamente cuestión de noticias en los medios. Queremos que se incorpore a la agenda de la campaña electoral, que se implemente como corresponde la ley 26.485 y que haya estadísticas oficiales: sin eso es imposible diagramar políticas públicas”, dijo a Cosecha Roja la periodista Ingrid Beck.
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Giselle Páez estaba muerta cuando llegó al hospital de Las Heras, en Mendoza. Las diez puñaladas que la pareja Horacio Romero le clavó en el pecho y en los brazos la dejaron inconsciente. Su hijo mayor Thiago, de 4, vio todo. La joven de 23 se había mudado con sus hijos desde Junín a la casa de Romero, dos años atrás. Él confesó el crimen a los médicos y la causa está caratulada como homicidio agravado por femicidio: es el primer caso que llega a los tribunales mendocinos como un crimen por la condición de mujer.
La mamá de Giselle, Verónica, va a viajar a Las Heras para la marcha #NiUnaMenos del 3 de junio. Quiere estar con los amigos y los compañeros de trabajo de la hija. “La iniciativa me parece que está muy bien para concientizar a los hombres que nosotras no somos las violentas”, dijo a Cosecha Roja.
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Hace dos años que Lucía dejó las ilustraciones infantiles por los stencils, las banderas con consignas y los discursos militantes. “Fue un paso difícil pero yo siento que lo tuve que hacer porque si no me marchito por dentro”, dijo a Cosecha Roja. Su mamá Laura Iglesias apareció muerta en la entrada de Miramar el 29 de mayo de 2013. Era trabajadora social y la policía encontró su cuerpo atado a un arbusto a unos 200 metros de su auto con el que había ido a ver a uno de sus tutelados del Patronato de Liberados bonaerense.
Los tíos de Lucía se encargaron de hablar con la Justicia y ella de a poco se enteró de lo que le había pasado a la mamá: a Laura la violaron, la golpearon y la asfixiaron con un cordón de zapatilla. La brutalidad y el enseñamiento del asesinato la movilizaron. Lucía se acercó a las colegas trabajadoras sociales del Patronato. “Mi línea de pensamiento siempre estuvo marcada pero tenía que hacerla efectiva”, dijo. Hicieron algunos murales en el Patronato de Liberados Bonaerense. “Llevamos la bandera de haber perdido alguien muy cercano: a mí me arruinaron la vida, pero nos quitaron algo a todos. Mi vieja era un ser maravilloso. Vamos a participar de #NiUnaMenos”, dijo Lucía.
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Karina tuvo una relación de dos años y medio con un gendarme. “El infierno”, dice ella. La insultó, la golpeó y hasta le gatilló una pistola en la sien. Una vez le apretó el cuello con las manos, vio como se quedaba sin aire y la amenazó: “Gritá yegua, antes de que llegue la policía te mato”. Ella lo denunció varias veces y se enteró de que las parejas anteriores de él también le iniciaron causas por violencia. La Justicia no le dio un botón antipánico, ni asesoramiento jurídico. Ahora reclama que las instituciones no escuchan sus pedidos de auxilio. “Se van a preocupar si él me pega dos tiros, si me convierto en ni una menos”, dijo a Cosecha Roja Karina.
Animarse a hablar le llevó tiempo, le daba vergüenza. “Yo pensaba que estaba sola en el mundo y que me lo merecía. Hablé por desesperación, por angustia. Y me cambió la vida: el poder compartir con alguien que pasa por lo mismo me ayudó a salir adelante”, contó. Karina va a participar de la marcha del 3 de junio pero su lucha diaria seguirá cuando no pueda apagar el celular para que su familia la encuentre, o cada vez que sienta que alguien la persigue y mire asustada por sobre su hombro.
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