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Los mastodontes mecánicos de la caravana aparcan en una estación gasolinera que descansa en medio de la carretera. Alrededor nada, salvo las montañas de roca que delinean el camino. O casi nada. Apenas un muro de costales rellenos de tierra, reventados, quizá por algún disparo o carcomidos por el sol.

Nadie lo sabe, pero las miradas curiosas de los despachadores vestidos en sus overoles verde olivo son más que eso.

-Están en zona de halconeo- dice a manera de saludo el policía que relevó la seguridad de la caravana al entrar a Zacatecas, la única puerta de Ciudad Juárez con el resto del sur del País. Una carretera disputada para el traspaso de cocaína.

“Halconear” es mirar para el jefe. Taxistas, adolescentes, despachadores de gasolina, tenderos informan quien llega, quien se va, quién hace qué. La criminología enriquece la lengua mexicana “levantar” (secuestrar), “encobijar” (matar y envolver en una cobija al cadáver) “sicarear” (ser asesino a sueldo) o “pozolear” (disolver cuerpos en ácido).

Dos patrullas de la policía y sus cuatro hombres armados vigilan de lejos los autobuses cuando una centena de caravaneros se dejan ir hacia ellos. El jefe toma el radio y alcanza a decir “nos rodean, nos rodean” mientras otro aprieta sus puños alrededor de la pistola que le cuelga en la cintura. Hay tensión. La tribu se toma de las manos, los envuelve en un círculo y ellos se repliegan. Un hombre saca un caracol gigante y sopla a través de él: su canto recuerda un ritual neo hippie. La tribu levanta las manos al cielo y las agita. Comienza a oler el copal. Suspiro. Los policías se relajan. Acaban de recibir una limpia para sacudir las malas vibras y cruzar el umbral del territorio comanche. “Las Arsinas”, sabríamos después, es un lugar donde sólo paran foráneos despistados o ajustadores de cuentas.

La caravana sigue su viaje. En los últimos autobuses va un gremio que ha germinado al interior del movimiento: algunos grupos universitarios, víctimas de Juárez y otras organizaciones tradicionales de izquierda que están de acuerdo con la exigencia de justicia el cambio de estrategia de combate al narco, que abandera del poeta, pero no con las formas. El movimiento puja una salida paulatina del Ejército de las calles, y ellos inmediata; el movimiento apuesta una última moneda a sentarse con el gobierno, ellos lo rechazan contundentes porque Ciudad Juárez, el lugar más herido del país, lo hizo un año atrás y sólo sirvió para que el presidente se tomara la foto con las víctimas. También creen que las decisiones no son democráticas, y que las toma un grupo de cino personas cercanas a Sicilia. La caravana sigue camino al norte.

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