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Es media noche y los pueblos tomados por narcos salen al paso de la caravana. Unos cientos de personas se afilan en las carreteras. Agitan banderas, trapos blancos, sus manos. “¡No están solos, no están solos!” gritan en familia, en grupos de amigos, se miran niños y algunos abuelos. El paso del poeta recuerda al flautista de Hamelín.
A las dos de la madrugada la caravana entra a la ciudad de Chihuahua. Fundidos en los asientos, casi todos los caravaneros duermen. No en la Plaza del Ángel donde esperan desde siete horas atrás. Se les mira somnolientos pero con bríos. Flores en manos, mesa puesta de comida: burritos de carne enchilada, picadillo, frijoles con queso, ya fríos. El mariachi sopla las trompetas. Dos cuadras más allá, la ciudad está vacía.
Pequeños papeles de colores cuelgan de unos tendederos improvisados alrededor del monumento al Ángel. En cada uno, una historia fue escrita a mano. Adriana Sarmiento, 16 años, desaparecida en el 2008: quería titularse de enfermera y conocer el mar. Beatriz Hernández, 20 años, desaparecida en el 2010: le gustaba salir a caminar con sus dos hijos al parque. Gabriel Jiménez, 29 años, desaparecido en Parral: quería poner un negocio para mantener a su familia. Luis Daniel Armendáriz, 18 años, asesinado en el 2008 en Creel: quería estudiar y construir una casa. Gabriela Armendáriz, 24 años, asesinada en el 2010 en un retén militar: quería conocer a su hijo, que murió en su vientre.
En el mitin de madrugada un hombre toma el micrófono.
-Comenzamos llorando y denunciando 300 muertas. Nuestras mujeres caminaron a México, a Ciudad Juárez en caravana de luto. No nos hicieron caso. ¡Y ahora lloramos a 13 mil muertos!.
En la recepción a la caravana hay algo de reclamo. Una especie de “llegan tarde”. En el camino de los agravios Chihuahua ha ido y vuelto. Es como el hermano mayor de los infortunios, el que más sangre ha puesto en la guerra. Fue aquí, frente a esta plaza, donde Marisela Escobedo fue asesinada. Al pie del Palacio de Gobierno. Días antes de morir la enfermera jubilada que barrió el norte del País en busca del asesino de su hija Rubí retó al gobierno y sus futuros verdugos. “Si me va a venir ese hombre a asesinar que venga y me asesine aquí enfrente, para vergüenza del gobierno”, dijo a las cámaras de televisión. Después de su muerte el video acumuló miles de vistas en internet. Ahí quedó su cuerpo tirado y al gobierno no le dio vergüenza.
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