Hay una nueva generación de pibxs que salen a la calle llenos de glitter para pedir el aborto legal, arman asambleas en los colegios secundarios donde reclaman su derecho a una educación sexual integral. Tienen 14, 15, 16, veintipico de años. Saben que existe una ley y exigen que se cumpla. Crecieron discutiendo en vivo y directo, pero también en la virtualidad disputando el sentido común a base de memes. Decirles a ellxs que el género no es esa categoría estática que te clavaron en la frente al nacer según tus genitales es repetir lo obvio.
El lunes el Congreso se llenó de pañuelos verdes por el aborto legal. Había cientos de mujeres, lesbianas, mujeres y varones trans. Hay un video que compartió Manifiesta que pone la piel de gallina: todxs con los pañuelos arriba, una voz de un altoparlante grita diferentes identidades y todxs contestan: “abortamos”. F. estuvo ahí. Tiene 16 años y es trans. En sus redes pide que lo nombren con pronombres masculinos o neutros. Pide que lo respeten.
F. se sacó una foto con un cartel que dice “Aborto legal para los chicxs trans”. Está escrito a mano. En letras verdes. Como persona gestante reclama su derecho en un país donde se realizan 370.000 y 522.000 abortos clandestinos al año. La mayoría mujeres, pero también hay otras identidades y están invisibilizadas.
F. subió la foto a redes sociales: un espacio clave donde manifestarse. El tuitero de derecha Agustín Laje se apropió de la imagen y la compartió en su cuenta de Instagram para estigmatizarlo. Desde hace dos días que un ejército de fascistas lo está acosando.
El comentario transfóbico y violento de Laje no se sale de la rutina de sus posteos diarios en sus redes. Pero está vez pasó por encima de la ley de Identidad de Género, reglamentada en 2012, y los derechos de un adolescente. Laje existe porque lo siguen un montón de retrógrados que en minutos reprodujeron el mensaje aleccionador por páginas machistas de Facebook y tuits de trolls: “Esta no la entendimos”, “Felicitaciones señor va a ser mamá aunque se perciba como un delfín”, “cómo rompen las pelotas”, “KEHHH”. Más 1400 comentarios de personas a las que el cerebro se les volvió huevo frito y justifican sus insultos en “no les quedaba claro el cómo quedaría embarazdx…”.
F. contó lo que pasaba en las redes y lxs pibxs que lo rodean accionaron: cientos reportaron la publicación y lograron bajarla. Laje volvió a subirla horas después: había borroneado su rostro con paint y quería continuar con el bullying. La saña de insistir en meterse con un adolescente de 16 años habla mucho de sus valores. Lo que reproduce en redes es la cara virtual del sistema de la crueldad con la que convivimos todos los días.
“Hay una generación que vienen más deconstruída, que entiende que el género puede mutar. Porque la identidad se construye en unx pero también en relación a otrx y con el entorno. No sos el mismo si estás acá o viviendo solo en una isla”, dijo a Cosecha Roja Ismael Menegolla, persona trans no binaria y docente en FADU. En Buenos Aires la comunidad está creciendo. Se juntan para hablar temas como la autogestión de testosterona, buscando que el discurso sea cada vez menos biologista. “Vemos mucha ignorancia, hay gente que cree que nuestra identidad ni siquiera pueda ser posible”, dijo Ismael. Ellos también se suman a las asambleas feministas para prepararse para el 8M y son parte vital de la lucha.
“No estoy compartiendo ningún escrache por miedo a que sea contraproducente para la denuncia que voy a hacer. Ya estoy hablando con mi abogado y mi vieja con el INADI. Así que no se preocupen, hace casi 6 años se aprobó la ley de identidad de género y se la VAMOS A HACER CUMPLIR”, escribió F en redes. Nosotrxs lo miramos con admiración. Lo abrazamos. Luchamos por pibxs libres para ser quiénes son sin tener que andar soportando .