Javier Cruz Aguirre. Sin Embargo.-
Para resolver el grave problema del narcotráfico, lo que se necesita en México son acciones estructurales de gobierno en contra de la corrupción, la complicidad y la impunidad, y a favor del empleo, la educación y las oportunidades sociales.
Por ello, prohibir la producción o transmisión radiofónica del género musical conocido como “narcocorrido”, pretendiendo que así se combate o se hace algo contra ese delito federal, es sólo “una estrategia efectista y falaz”.
Así lo manifestó el profesor José Manuel Valenzuela Arce, investigador del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), durante una visita en Ensenada, Baja California, para presentar su libro Jefe de jefes. Corridos y Narcocultura en México, el cual obtuvo el Premio Internacional “Casa de las Américas” 2001.
El sociólogo y también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), afirmó que las historias alrededor del narcotráfico y el trasiego de drogas invariablemente se continuarán registrando en géneros literarios, musicales y sociales.
Esto porque “mientras exista el narcotráfico con un papel relevante en nuestro país, existirá el narcocorrido. He insisto. Pensar que prohibir los narcocorridos solucionará el problema del narcotráfico es un lamentable error” del gobierno de Felipe Calderón.
Esta visión del tema la comparte la investigadora francesa Noemie Massard en el ensayo El narcocorrido mexicano: expresión de una sociedad en crisis, para quien el tema de la droga, sí invade al popular subgénero musical del corrido, es sintomático de la profundidad y de la gravedad de las nuevas crisis sociales que sufre México en los últimos años.
“El narcocorrido refleja la crisis económica y la caída progresiva del sistema heredado de la Revolución. Si es verdad que la Reforma Agraria había devuelto las tierras a los campesinos, hoy en día el pequeño agricultor no encuentra salida y prefiere reemplazar el maíz por la marihuana, aumentando así de manera evidente el valor de la tierra cultivada y del cultivo mismo”, expone en su escrito.
Massard, licenciada en Idiomas, Literaturas y Civilizaciones Extranjeras por la Universidad de Angers (Francia) y con Maestría en Música, Canto y Danza de México, resalta que los sociólogos están de acuerdo en decir que los narcocorridos mexicanos representan una muestra de rebeldía frente a un sistema político que no sólo no ofrece salidas, sino que ha hecho de la corrupción y de la impunidad los pilares de su supervivencia, puesto que los tentáculos del narcotráfico han alcanzado las esferas del poder, tales como legisladores y ministros.
“La quiebra económica y social reactiva el corrido, testigo, una vez más, de las aspiraciones y de los destinos populares. Por eso el corrido sobre el tema de la droga simboliza la expresión cultural que capta las nuevas crisis del México de los siglos XX y XXI”, remata.
Así, para la investigadora, el narcocorrido plasma una visión parcial, pero creíble, de lo que es el narcotráfico.
“Ciertos corridos –explica– tratan de los orígenes del narcotraficante y otros expresan las causas económicas que empujan al mexicano ordinario a convertirse en traficante de drogas”.
Cita como ejemplo a “Los Pumas del Norte”, uno de los grupos más conocidos del subgénero, que cantan lo que sigue en el narcocorrido “El Agricultor”: “Por ambición al dinero / me metí en el contrabando. / No soporté la pobreza, / las promesas me cansaron. / Me estaba muriendo de hambre / y todo por ser honrado (…) Hoy tengo mucho más dinero / y vivo como quería. / Sigo siendo agricultor, / nomás cambié de semilla”.
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Del pueblo para el pueblo
Por su parte, el sociólogo José Manuel Valenzuela comentó que los llamados narcocorridos mantienen el mismo patrón y estilo de los corridos tradicionales, pero con letras narrativas que emergen o hacen alusión al narcotráfico, a sus personajes, al traslado de drogas y a los escenarios de violencia que le acompañan. Recordó que el corrido acompañó las luchas del pueblo en el movimiento de la Revolución, y como género musical integró las reseñas de los grandes parteaguas de la historia del país ya que definió y habló de las tragedias, el honor y el heroísmo de su población. “Si vamos más atrás en la historia encontramos que Emiliano Zapata tenía un ‘corridista’ de cabecera y Francisco Villa hasta con un cineasta contaba. Entonces no son cosas nuevas. Es la búsqueda de registro de las actividades, de las acciones”, afirmó.
De acuerdo con el investigador, fue en la segunda mitad del siglo XX cuando el corrido empieza a incorporar historias que tienen otro tipo de referentes, incluyendo la transacción ilegal de drogas y el contrabando. Así, el corrido se abrió camino y siguió la ruta del narco, dando inició también a la generación de una gran cantidad de testimonios musicales en Estados Unidos, que comenzaron a mediados del siglo XIX con el corrido de Joaquín Murrieta, mexicano –los chilenos disputan su nacionalidad- que hoy es símbolo de la resistencia latinoamericana ante la dominación económica y cultural de los angloparlantes en las tierras de California.
“Desde mediados del siglo XIX –explicó el también fundador del Colef–, la población mexicana o de origen mexicano que vivía en ese país acudió a la tradición del corrido para contar y dejar registro, a través de ellos, de las vejaciones cotidianas que sufría como el racismo, el abuso, la prepotencia o la violencia por parte de las autoridades”. Al respecto el profesor Juan Carlos Ramírez Pimienta, investigador de la Universidad Estatal de San Diego, California, y autor del libro Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido, resaltó la importancia que tiene la historia del corrido en la Unión Americana para impulsar el nacimiento y desarrollo actual del subgénero narcocorrido.
Así, de acuerdo con su investigación, el antecedente más temprano de esta música, si se define el género como una historia sobre un narcotraficante, es un tema grabado en El Paso, Texas, en 1931. Se trata de la canción “El Pablote”, compuesta e interpretada por José Rosales, la cual cuenta la historia de “Pablo”, considerado en esa época el “Rey de la Morfina”. Ahora bien, si se considera al narcocorrido como historias que hablan del tráfico de drogas, entonces apuntó la canción “Por morfina y cocaína”, de Manuel Cuellar Valdez, grabado en 1934 en San Antonio, Texas, y que es considerado el más antiguo de su género.
“En cualquier caso –apuntó el académico-, la temprana aparición de estos temas confirma la importancia de Estados Unidos en el surgimiento de los narcocorridos”. Esa jerarquía es tal, afirmó el especialista californiano, que la corriente del narcocorrido “americano” se descubre actualmente en el llamado “movimiento alterado”, también conocido como “corridos enfermos”, que igualmente tiene su origen en los Estados Unidos y que celebra el uso excesivo de la violencia. “Son narcocorridos con diferente etiqueta. El narcocorrido hace la crónica del narcotráfico que ni el gobierno ni los medios (de comunicación) son capaces de hacer. Entre más violenta es esta guerra, más violento el narcocorrido”, indicó el especialista en una conferencia que dictó el pasado 24 de mayo en la Universidad Estatal sandieguina.
La Internalización
Por su parte, el sociólogo José Manuel Valenzuela resaltó que el narcocorrido, al igual que el narcotráfico mexicano, trascendió el territorio nacional y ya es imitado en otras partes de América. “En Colombia –informó–, no se conocía la tradición del corrido, pero los narcotraficantes de esa nación empezaron a recurrir a mexicanos para que les elaboraran los propios”. Así, aquel país sudamericano pasó a ser hoy un gran productor de éste tipo de música y en todas las naciones de Centroamérica, con excepción de Costa Rica, el género musical crece con gran fuerza.
Por otro lado, Valenzuela resaltó el hecho de que la mayoría de los temas que escuchamos en México se graban en Estados Unidos, lo cual confirma la internacionalización del subgénero musical norteño. En este aspecto, el profesor Juan Carlos Ramírez consideró que es mucho más cómodo y seguro producir y escuchar un narcocorrido en Estados Unidos, “donde no tienes que preocuparte por las consecuencias”, que en México. “Además –agregó–, el mismo tema significa cosas diferentes si se escucha en la sierra, donde la única fuente de empleo es el narcotráfico y los narcos construyen mansiones, que en una ciudad de la frontera donde hay alta criminalidad y drogadicción, o en un suburbio de Estados Unidos”. Así, por ser de origen eminentemente fronterizo, no es gratuito el que la canción más importante de este subgénero musical siga siendo, de acuerdo con Ramírez, Valenzuela y Massard, “Contrabando y traición”, grabada por primera vez en los Estados Unidos en 1973 e inmortalizada por el grupo “Los Tigres del Norte”.
“Sólo basta escuchar las primeras líneas de la canción para dejar asentada su naturaleza geográfica y cultural”, dice: “Salieron de San Isidro, / procedentes de Tijuana, / traían las llantas del coche / repletas de mariguana. / Eran Emilio Varela / y Camelia ‘La Texana’”.
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De “Los Tigres del Norte, Ramírez expuso que pueden ser considerados como un grupo “chicano”, en el sentido de que encarnan la experiencia mexicana en Estados Unidos, pues radican desde 1969 en Los Ángeles (California), “aunque se presenten a sí mismos como mexicanos, pero en una versión intensificada”. Esto último lo señaló el profesor californiano porque, en la Unión Americana, la mexicanidad se agiganta. “Pocos lugares tan mexicanos como el Este de Los Ángeles, donde se preserva una mexicanidad que en muchas partes de México ya no existe. Hay un elemento de nostalgia y otro de innovación”, que terminan por fortalecer movimientos culturales tan populares como el narcocorrido.
El absurdo
Mientras tanto, en México el narcocorrido está encerrado en un marco temático del cual no se escapa, siendo impresionante el éxito que tiene en prácticamente todos los estratos de la sociedad media y pobre del país.
La maestra Noemie Massard resalta en su estudio que el narcocorrido abarca todos los temas que conciernen al pueblo sufrido, sea la sierra, sea la vida en el campo, sean las reglas del narcotráfico, o cualquier otro, y que la gente que lo escucha se reconoce en los narcocorridos como cualquier persona se reconocería en un espejo. “Esta manera de visualizar la ‘narcovida’ en los narcocorridos –resalta la especialista en Lengua y Cultura Hispánica-, hace que un gran sector de los que los escuchan vea en los capos algo de honestidad y carácter heroico, incluso con estima”.
Así, concluye Massard, los narcocorridos cumplen, indirectamente, la función de hacer de esa actividad un anhelo, de presentarla como una alternativa viable para sobresalir en la vida, ya sea en lo económico, en la valentía o en la invulnerabilidad ante la ley. “Por esta razón, los (gobiernos de los) estados de Baja California y Sinaloa han vetado la difusión de los narcocorridos en las radios y televisiones, y es lo que se llama censura”. En ese sentido, el sociólogo Valenzuela Arce consideró que prohibir los narcocorridos “es absurdo”. Ironizó: “Es como pensar que si se hubieran prohibido los corridos de la Revolución, no se hubiera realizado este movimiento armado, o que impidiendo la música de José Alfredo Jiménez se disminuirá el índice etílico de la población, o cavilar que prohibiendo a Paquita la del Barrio mejorarán las relaciones de pareja. Tiene esa misma connotación”. Con la prohibición de los narcocorridos, afirmó, lo único que demuestran las autoridades es que le sacan la vuelta a un asunto de mayor profundidad, que tiene que ver con la presencia social del narcotráfico, del llamado crimen organizado. “También –agregó– con la infiltración en los ámbitos institucionales, la complicidad de figuras que deberían actuar del lado de la justicia y que están vinculados con la parte delincuencial. “Y entonces ese problema nos lleva a preguntar: ¿Cuál es el límite de la prohibición? ¿Prohibirán las novelas, los libros y todas las expresiones que tienen como tema el narcotráfico?”
Aclaró que los corridos no los inventaron los narcotraficantes, pues este género ha sido desde hace muchos años empleado también entre la clase política. “Nos fuimos familiarizando con el corrido del candidato o candidata en turno, y en estos corridos se contaban efectivamente una gran cantidad de virtudes, la mayoría de las veces imaginadas, que tenía el ‘preciso’, ‘el mero mero’, ‘el candidato’, ‘el próximo presidente.’ Ha sido un recurso de los partidos”, subrayó.
Los Cruzados
En Chihuahua, por iniciativa del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional y desde abril del año pasado, el Congreso del Estado aprobó reformas a los códigos penales de la entidad y municipal –capítulos “Delitos contra la Evolución o Desarrollo de la Personalidad”–. Esto para sancionar hasta con 30 a 180 jornadas de trabajo a favor de la comunidad, así como una multa de hasta mil salarios mínimos, a quienes a través de actos ejecutados en reuniones públicas o privadas, realicen la “apología de conductas delictuosas”. Y en Sinaloa, el gobernador Mario López Valdez, conocido popularmente como “Malova”, decretó el año pasado una reforma en las disposiciones de inspección a los establecimientos donde se producen, envasa, distribuye, vende y consume alcohol de la Ley de Alcoholes. Ello permite cerrar esos establecimientos cuando se detecte que difunde o tocan grupos musicales canciones identificadas como narcocorridos. El mandatario justificó la medida al asegurar que “es para evitar que surjan ídolos de oropel” y se haga apología del delito mediante la música.
“La apología de héroes de oropel, a través de la música, incita a muchos jóvenes a convertirse en delincuentes, y a las chicas a verse convertidas en novias de personajes vinculados a los grupos delictivos”, explicó. No recordó que siendo aún senador de la República fue videograbado por el diario Noroeste, de Sinaloa, bailando en una fiesta al ritmo del narcocorrido “El Hotel del Cid”, que interpretó la banda sinaloense “Calibre 50”. La canción que puso a bailar al político sinaloense dice: “Una morra de 20 años es la que me trae entrado, ya me la quiero llevar, de su cuerpo disfrutar (…) nos vamos pa’ Mazatlán, nos vamos en la blindada, que nos siga la plebada, nos vamos en caravana (…) ve y renta una suite allá en el hotel El Cid, quiero a toda la plebada con la nariz empolvada, no se vayan a dormir por si llegan a venir, gobiernos o familiares me tienen que prevenir.”
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La disposición legal del gobernador para prohibir los narcocorridos en bares, cantinas y salones de baile y se amplió al servicio de transporte urbano, provocó una polémica en Sinaloa porque mientras que algunos funcionarios y empresarios apoyan la prohibición, activistas, académicos y directivos de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) reprobaron la medida por “fascista” y ser una violación a la libertad de expresión. Aun así López Valdez impulsa la idea de prohibir la difusión de narcocorridos y la presentación de artistas de este subgénero musical en lugares públicos en todo el país, una vez que se evalúe en Sinaloa el impacto de su decreto. La cruzada de “Malova” recibió el apoyo en la Cámara federal de Diputados de la bancada del Partido Acción Nacional (PAN), encabezada por Óscar Martín Arce Paniaga, quien en 2010 propuso que los mensajes de narcocorridos y narcopelículas fueran considerados apología del delito y recibieran como castigo tres años de cárcel.
Los legisladores conservadores hicieron un llamado nacional “a impedir la promoción de la admiración por quienes incurren en delitos contra la salud, toda vez que hay testimonios de delincuentes que tuvieron inspiración en las narraciones populares con melodía”. La propuesta fracasó cuando diputados de las izquierdas unidas en el Congreso de la Unión rechazaron la propuesta bajo la premisa de que los narcocorridos y las películas con temática de bandas de traficantes de drogas no pueden ser considerados causantes de la violencia en el país. “Malova” también recibió el apoyo público del secretario de Gobernación Alejandro Poiré, quien siendo aun secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional escribió en su cuenta en Twitter: “Narco-corridos son apología del delito y promueven salidas falsas. Hay que enfrentarlos con cultura de la legalidad. Bien por @malova2010”. De hecho, desde 2001, la Secretaría de Gobernación (Segob) emprendió una campaña nacional de sanciones para frenar la expansión del narcocorrido en México, valiéndose de la vetusta Ley Federal de Radio y Televisión.
Aplicando el artículo 63 de la citada legislación, hasta 2010, aplicó sanciones o amonestaciones a cuando menos a 71 emisoras radiofónicas del país por difundir narcocorridos. El apartado normativo prohíbe “las transmisiones que causen la corrupción del lenguaje y las contrarias a las buenas costumbres”, ya sea a través de expresiones maliciosas, frases y escenas de doble sentido, o haciendo “apología de la violencia o del crimen”. Paradójicamente, la Segob no aplica el contenido del mismo artículo cuando en las transmisiones de radio y televisión prohíbe todo aquello que sea discriminatorio de las razas, o “el empleo de recursos de baja comicidad y sonidos ofensivos”, que son plaga en la programación del duopolio Televisa-TV Azteca. Las sanciones impuestas a los divulgadores radiofónicos de narcocorridos incluyeron “extrañamientos”, que son una especie de amonestación que debe ser atendida, así como multas raquíticas en su monto: de cinco mil a 50 mil pesos (artículo 103 de la misma legislación).
En Internet, donde la divulgación de canciones del subgénero es libre y masiva, la Segob no puede hoy hacer nada por censurarlas. En este sentido, el sociólogo José Manuel Valenzuela resaltó que en el problema del narcotráfico, más que censura y prohibición al subgénero musical, lo que se necesita son acciones de gobierno estructurales en contra de la impunidad, la complicidad y la corrupción. “Se requieren también acciones concretas, claras y decididas del gobierno a favor del empleo, la educación y las oportunidades sociales”, destacó.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/19-06-2012/267854.
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