Lucio duele.
Duele un niño de 5 años muerto.
Duele un niño de 5 años asesinado.
Duele el horror.
Duele pensar en cómo y hace cuánto estaba siendo violentado.
Duele saber que padecía un “maltrato infantil crónico”.
Duele confirmar, una vez más, que los sistemas de protección de la niñez no funcionan.
Duele saber que en el jardín de infantes nadie detectó los abusos.
Duele saber que Lucio había entrado varias veces (por lo menos tres) a distintos hospitales con distintas fracturas en su cuerpo y nunca se activó ninguna alarma: nadie se preguntó qué estaba pasando con él.
Duele la cobertura mediática llena de estigmatización lesbodiante, el foco en la sexualidad cuando no es la sexualidad de las personas la que justifica el abuso de poder. Duele el escrutinio sobre cada publicación en redes, sobre cada detalle de sus vidas.
Duele la construcción de “culpables” en dupla. Como si ser una pareja de lesbianas fuera el motivo de la violencia extrema hacia el cuerpo de un niño, como si de repente importaran en tanto lesbianas y no como personas que, entre otras cosas, son lesbianas.
Duele que los casos de abuso infantil sean utilizados para desplegar la maquinaria mediática y social contra los feminismos, el movimiento que desde hace años viene denunciando la violencia de género y los abusos en la infancia.
Duele pero no sorprende que esos ataques vengan de sectores de derecha y ultraderecha que encontraron en los feminismos el blanco perfecto para despegar su odio y para desempolvar la idea viejísima de que existe “la violencia de género al revés”.
Duele que nos cansemos de discutir sobre una Justicia que de respuestas, que permita acelerar procesos y tenga sistemas de protección efectivos contra quienes padecen las violencias, pero que esos debates no lleven a ningún lado.
Duele la no aplicación de la Educación Sexual Integral y que no discutamos respuestas contra la violencia estructural que vayan más allá del sistema penal y el punitivismo reinante.
Duele las decenas de notas enfocadas en el morbo, en detalles truculentos, en todo horario, como si no hubiésemos aprendido nada en los medios con la cobertura de femicidios.
Duele la violación de la intimidad de Lucio: ¿cuánto más se va a escribir sobre el estado de su cuerpo y los maltratos que recibió? Un niño tiene derecho a su intimidad, incluso estando muerto.
Duele que Lucio no importe. Porque ¿de verdad importa? ¿O importa exacerbar los mismos odios de siempre?
Duele Lucio.
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