Por Salomé Wochocolosky / Foto de portada Lucía Andrea González
Con el primer paso me di cuenta de que tenía el pantalón mojado y que ese día lo terminaría con las piernas paspadas. Era sábado y corríamos por la estación de Constitución cargadas de bolsas. El tren que queríamos abordar salía siete y treinta y cinco, ni siquiera habíamos llegado al sector de los molinetes y ya eran y treinta y ocho.
-Se fueron, Salo, me gritaba Laura mientras buscaba la sube en su mochila. Jadeantes, llegábamos triunfales al andén, hasta que de repente, al igual que las promesas del feminismo hegemónico, blanco, delgado y burgués, se nos cerraban las puertas en la cara.
-Esta vez la suerte es nuestra -me dije, porque la mitad de una de las bolsas de consorcio que tenía en la mano había quedado del lado de adentro. Eso obligó al guarda, que me miraba por detrás del vidrio con la boca fruncida, a girar la llave y a abrirnos. Respiramos aliviadas, estábamos en la formación que queríamos. La misma que se tomaban lxs trabajadorxs sexuales para ir todxs juntxs al Encuentro Plurinacional de travestis, lesbianas, bisexuales cis y trans, no binaries y mujeres
-Nos empapamos -dijo Laura, mientras se sacaba la campera.
-Sí, pero al menos estamos arriba. Ahora vamos a buscar a lxs chicxs y tomamos unos mates, le contesté.
Saqué el celular y leí un wasapp del grupo de lxs putxs: Salo, estamos esperando a otrxs compas que están demoradxs, no llegamos al de y treinta y cinco, nos vamos en el de las ocho. ¿En dónde están?
Le cuento a Laura y mientras se le desfigura la cara, se me ocurre una gran idea: bajemos en la próxima, las esperamos y tomamos el tren con ellxs.
Decidimos que era un buen plan y bajamos en la siguiente estación que es Irigoyen. Mientras pasaba el tiempo muy lentamente y no ocurría nada más que veinte minutos de una llovizna gruesa y constante mojándonos, truenos, viento frio, agua por todos lados, inclusive en mis medias y las zapatillas, Laura, le preguntó a una chica que estaba a unos metros:
-¿El tren a La Plata?
-No. No, por acá no. Este va para Ezeiza, le respondió.
Nos miramos como intentando descifrar un acertijo y tardamos un rato en darnos cuenta, de que el tren que habíamos tomado no iba para la plata, por ende, las putas que estábamos esperando jamás pasarían por ahí. Mientras tanto me iban llegando las fotos, los videos de lxs chicxs de Ammar, cantando y arengando arriba de otro tren y entendí inmediatamente que subirnos sin preguntar no fue lo más brillante que habíamos hecho.
Tan mojadas como decepcionadas, cruzábamos el puente subterráneo hasta el andén de enfrente para volver a Constitución y a empezar todo de nuevo.
El taller hacer la Vista gorda, el espacio de militancia al que pertenezco, fue parte, por tercera vez consecutiva, del encuentro Plurinacional de travestis, lesbianas, bisexuales cis y trans, no binaries y mujeres, en La Plata.
Viajábamos temprano para poder llegar a la votación en donde se definía la plurinacionalidad del encuentro, pero a mitad del viaje, nos avisaron que se suspendía el acto inaugural por la inundación en el estadio único.
Pese a las contantes demostraciones de desprecio, censura y hostigamiento por parte de la comisión organizadora del encuentro, el activismo gordo participó y fue parte de la coordinación de un espacio conquistado gracias a la lucha y la resistencia de lxs gordxs que ponemos el cuerpo, la cabeza y el corazón, para que no bajen el taller como lo vienen intentando desde Chaco. En Resistencia, fue la primera vez que se nos incluyó. En realidad, desde nuestra colectiva, planteamos la necesidad de que haya un taller de activismo gordo y nos contestaron que no hacía falta, que podíamos ser un subtema de otro mayor que era el cuerpo. Después de mucha presión, de buscar apoyo de diferentes aliadxs y de redactar un comunicado explicando la situación, no les quedó otra que aceptarlo.
Este año, fueron un poquito más allá, nos cambiaron el nombre del taller: de activismo gordo a mujeres y gordura. No sólo invisibilizaban otras identidades, además, nos acusaban de hacer apología de la gordura y naturalizar la obesidad. También, en la descripción temática, en el contenido, utilizaron lenguaje patologizante como obesidad, palabra con la cual nos nombran lxs medicxs para construir un discurso que, al ser legitimado por la medicina, la justicia y el estado, se va a replicar socialmente (policía de los cuerpos) hasta cristalizarse volviéndose sentido común: Lxs gordxs somos personas enfermxs.
En el bachillerato que nos tocó no había ningún tipo de cartel que indicara en dónde se realizaba el taller. Algunxs chicxs nos contaron que las mandaban a otras universidades o directamente que nadie sabía con exactitud en dónde se dictaba. Era un verdadero caos y nos dimos cuenta de que desinformaban adrede. Cuando por fin encontramos a una persona con la pechera de la comisión organizadora nos dijo:
-Segundo piso y no anda el ascensor. Las aulas son tres.
Era nuestrx tercer encuentro y la tercera vez que nos mandaban a un segundo piso por escalera. ¿La accesibilidad? Bien, gracias, esa también te la debo. Las aulas designadas eran por demás chicas, rebasaban de gordxs y flacxs que no pudiendo entrar ocupaban el inmenso pasillo de distribución. Éramos más de cuatrocientas y muchas se quedaron afuera. El feminismo es con todxs adentro, es un precepto fundamental, del que la comisión organizadora no estaba informada.
El segundo día y en asamblea abierta decidimos que, desde el patio, con el sol pegándonos en la cara, podríamos entrar todxs juntxs, porque en eso creemos y también, que a los espacios hay que ocuparlos. No le vamos a pedir permiso a nadie porque el bachillerato de arte, al igual que la calle, la ruta o la tierra, no tienen dueñx y si los tuviera, habría que devolvérselos a lxs verdaderxs, a los pueblos originarios, pedirles perdón por los genocidios, que nos juzguen y si salimos vivxs, ver qué hacemos los argentinxs, para dónde nos vamos.
A diez minutos de terminar con la lectura de las conclusiones a las que habíamos arribado entre todxs, una flaca de la comisión organizadora con otras cuatro flacas, interrumpieron para decirnos que no podíamos estar ahí, ni sacar bancos al patio, menos sillas, que teníamos las aulas asignadas, que se había armado otro grupo con las cuatro flacas que estaban con ella, y que también tenían sus conclusiones. Más tarde nos enteraríamos de que se oponían a la plurinacionalidad. Dejando a la vista el claro intento de romper con un espacio horizontal y asambleario, comenzamos, lxs que estábamos ahí, a abuchearlas, chiflarles y como a todo lo que no es consistente porque no tiene peso propio, las ahuyentó una silbatina gorda.
Por el taller de activismo gordo pasaron más de mil personas de diferentes edades, desde los doce hasta los setenta. Vinieron de todas las provincias, de países limítrofes y también de Colombia, Ecuador y México. Se hablaron de muchos temas, pero los que se repitieron fueron la belleza, qué significa ser lindx y fex, La necesidad de replicar ese espacio, de que llevaran el debate a sus territorios y que la información circule. Del temor a engordar que les trasmitían sus amigxs, madres o familiares. Una chicx contó que una compañera de militancia, cada vez que se iban a sacar una foto, le decía:
-Che, fíjate de no sacarme gorda, que no se me note la papada.
La importancia de la autonomía de nuestrxs cuerpos gordos, la invisibilización e infantilización. La emergencia alimentaria. El amor propio individualista como imperativo del neoliberalismo que te deja solx. Los deseos. De la necesidad de tirar abajo al patriarcado, pero también de destruir al sistema capitalista. Es su propia lógica la que permite la existencia de la nefasta industria de la dieta. Que nos vende necesidades falsas para que sigamos consumiendo, y así, de esta manera, alcancemos la zanahoria que es la delgadez. La Norma naturalizada que no se ve, pero que está.
Me emocioné con los abrazos, las palabras que reconfortan, que nos unen. También por ver a tantxs pibxs jóvenes, segura de que no sé si ellxs, pero sí otrxs, no van a sufrir en sus infancias intentando ser aceptadas, haciendo dietas, sintiéndose feas, tontxs, perseguidxs, observadxs, excluidxs, discriminadxs, sin fuerza de voluntad, tristes, enojadxs, menos, débiles o que directamente piensen que no pueden hacerse cargo de sus existencias.
Por ellxs, por nosotrxs, por todxs las veces que nos hicieron sentir mal, por el tiempo de vida que nos robaron, por los insultos, las humillaciones, por las que aún no están ni enteradas y por lxs que seguimos, nos encontramos el año que viene en el encuentro Plurinacional de lesbianas, bi, trans, travestis y mujeres en San Luis. Arriba lxs gordxs que luchamos y resistimos.