Nunca imaginé agarrar un arma en mi vida. Sin embargo así me veo en el sueño. Guardo la escopeta en un bolso y salgo caminando. Me alejo de la Facultad de Sociales donde compañeros me entregaron el arma y camino hacia la Plaza. El paisaje lo conozco. Humo, la policía montada en caballos y yo, que mientras ingreso a la Plaza con mi bolso, pienso en los consejos que me daba mi padre en los 90 cuando era inmortal, jovencísima y zurda.
“Querida Julia: Estos grupos de izquierda son un rejuntado circunstancial. Sabé retirarte a tiempo”, escribe mi padre en notas que me deja antes de irse a trabajar. Sabe que se viene una represión atroz y que puedo morir. Aun así necesito poner el cuerpo a cambio de liberar a mi pueblo de este padecimiento.
En eso estaba mi subconsciente cuando Martín vino a despertarme. Le vi la cara y supe que algo estaba mal.
-Macri vetó la ley de Trombofilia – dijo, y se puso a llorar.
La nueva ley, aprobada por el Congreso de la Nación el 23 de noviembre de este año, incluía la obligatoriedad de los análisis para detectar este desorden en la sangre que hace a la mujer embarazada coagular más de lo normal. Así se tapan las arterias uterinas, se impide la alimentación del bebé y el paso del oxígeno. Y una de dos: el embarazo se pierde o el bebé se muere.
Mi subconsciente está a pleno. Me entero también que entre sueños lloré y llamé a mi hija, muerta al día siguiente de nacer prematura por falta del diagnóstico de Trombofilia y el consecuente tratamiento.
Cuando entro en shock me callo. No puedo hablar. No lloro pero tampoco hablo ni me río. Es temprano en México, donde vivimos luego de la muerte de nuestra beba. Son cuatro horas menos que en Argentina. La noticia empieza a correr en el grupo familiar de Whatsapp. Todos son muy medidos en sus opiniones. Pienso que nadie quiere herirme, y además se cuidan para no lastimar al o la votante macrista. Están entre dos tierras. Y yo estoy harta de medirme. Entonces el volcán estalla. Puteo sin ningún cuidado. Estoy desencajada. Los culpo del veto, del voto, de todos los vetos y decretos que se suceden desde hace un año. Los culpo porque Milagro Sala aun sigue presa.
No quiero la ley para mí. Yo ya perdí. La quiero para miles de mujeres, la quiero para sabernos protegidas e informadas. Para que sea posible llevar un embarazo a término sin problemas imposibles de resolver. Quiero esta ley para que las mujeres dejemos de ser blanco de la violencia obstétrica e institucional. Y para que todas tengamos el mismo derecho de acceder a la salud.
Una nota en Clarín justificó el veto aduciendo fallas en la ley. La única falla que detecto son la de los negociados entre las compañías farmacéuticas y de salud. Pero claro, es Clarín. La falla, en este caso y para ellos, fue haber logrado una medida popular.
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