Irrumpió en el cine para exponer su propia historia, la misma que a ratos se mezcla con la ficción en un límite tan difuso como cautivante. En la pantalla grande y en la vida real, la protagonista de la recién estrenada “El diablo es magnífico” deslumbra desde su singular pelea por el derecho a ser posible y visible. “No es que yo ande provocando, yo soy solamente”, resume.
El Instituto Nacional se preparaba para celebrar su aniversario con una gran fiesta para todos sus alumnos, reuniendo a cientos de adolescentes en los subterráneos de Arturo Prat 33. Ese día se elegiría al Mister Institutano y aunque ya le habían advertido que debía respetar las normas, la efervescencia del evento y el impulso de sus 17 no se lo permitieron. Junto a sus amigos, eligieron tacos y mini para la ocasión.
Pero apenas alcanzaron a ingresar al hall del colegio las detuvieron y les dijeron que era inaceptable. A Manuela la expulsaron por romper las reglas de convivencia básica. Impotente, lloró y sintió sobre sus hombros el peso del rechazo social. Más tarde su profesor jefe y una de las inspectoras intervinieron para que pudiera seguir, logrando que la reintegraran al liceo después de una semana.
“Los primero años, difíciles”, resume. Aunque tuvo fuerza para resistir el bullying sistémico, recién en segundo medio pudo soltarse. “Ahí estaba un poco más segura y comencé a sostener un discurso de diferencia”, explica.
Manuela Guevara, la protagonista, guionista y figura inspiradora de “El diablo es magnífico” (2016), entró a los 12 años al Instituto Nacional, en pleno descubrimiento de su sexualidad. En el lugar, además de educación de excelencia, se encontró con los obstáculos educativos del machismo y la tradición, una identidad histórica trabajada esencialmente sobre las hazañas de los hombres. Pero justo a ella, en ese espacio, nada le importaba más que alejarse de lo masculino y su concepción de poder, por lo que creó su propio círculo de seguridad tras optar por el electivo humanista.
-No estábamos solos en ese colegio. Había gente que no era gay, pero que estaban con nosotros, nos entendían y nos defendían ante las agresiones de otros. Llegó un momento en que todos se dividieron entre quienes nos odiaban y quienes nos apoyaban.
Se hacían visibles con maquillaje, vestimenta y movimientos. Tanto, que en Inspectoría se alertaron y les impusieron límites, como la prohibición de maquillarse y de mover las caderas al caminar. También se les negó ir al baño en los recreos, porque se entendía como una forma de provocar a sus compañeros.
“Teníamos que ir al baño en horarios de clase, cuando no hubiera gente”, recuerda.
Las autoridades de uno de los recintos educativos más importantes de Chile evitaban todo tipo de ceremonias polémicas por su presencia. Al observarla caminar por los pasillos, las salas retumbaban de gritos: “¡Guevaaara, Guevaaaara!”, aullaban, en un revoltijo de insultos, silbidos y bromas. Ella intentaba tomárselo a la ligera, a pesar de que un profesor de matemáticas la echó de su clase y le pidió que no volviera más.
-Yo decía “ay, qué divertido, soy la popular del colegio, jaja”. Pero ahora lo veo y creo que fue súper grave lo que hicieron, tanto el rector como los profesores, que solo querían eliminarme. Decían que no era digno de llevar la insignia del colegio.
Una situación no tan distinta se replicó tras su ingreso a la Universidad de Chile, donde decidió estudiar Administración Pública: “Siempre en las grandes instituciones se arma una polémica por mi presencia. Y no es que yo ande provocando, yo soy solamente”, resuelve.
Militancia y escándalo
Antes de convertirse en la heroína de su propia historia, bailando y desafiando la heteronorma por las calles de París, Manuela libró varias batallas. Creció en una familia tradicional de clase media, con padres que siguen casados hasta hoy. De su papá fotógrafo heredó la pasión por el arte visual. De su madre, su fuerza y carácter. “Ella no se deja pasar a llevar y yo me encuentro mucho en su figura”, explica.
La familia vivió su identidad con discreción, a veces haciendo oídos sordos ante el potente impulso que la llevaba a visibilizar su diferencia. Le aconsejaban que viviera sus cosas íntimamente. Para ella fue imposible:
-Es el discurso típico, que no hay necesidad de mostrarle al mundo lo que eres. Y mentira, sí es necesario.
En la universidad desarrolló una lucha por la disidencia sexual, abriendo camino a una disputa aún ajena para la izquierda de esos años.
Un día, en medio de asambleas, conoció a Gladys Marín y el encuentro fue iluminador. La presidenta del Partido Comunista se lo dijo claro: “ustedes tienen que organizarse en todos los frentes, en el trabajo, en la universidad y en la casa”. De esas y otras motivaciones nacería más tarde la Coordinadora Universitaria por la Diversidad Sexual (CUDS), en una apuesta por irrumpir con sus propias demandas y terminar con la marginalidad en la que se mantenían dentro de la política estudiantil.
-Logramos cambios importantes no solo en la mentalidad de la gente de esa época. Muchos que estaban en el clóset salieron, se unieron a nosotros y trabajaron por el proyecto político. Incidimos en la política universitaria.
Pero la institucionalidad volvería a traicionar su compromiso una vez más: mientras se encontraba en Francia terminando su práctica profesional, las fotografías de una perfomance en el Salón de los Espejos del Palacio Matte armaron un pequeño escándalo.
En la sala, donde se reunían los directivos de la escuela, Manuela y sus amigas se fotografiaron a torso desnudo. Para ella, el espacio era “ideal para el arte y la danza”. El material misteriosamente terminó siendo noticia en Las Últimas Noticias y su futuro académico peligró otra vez.
-Decían que cómo esta universidad degenerada prestó sus salones institucionales para este tipo de degeneraciones y no, ninguna degeneración. Me trataron de la peor manera.
Al regresar a Chile, en 2005, uno de los profesores de la carrera le dijo que había recibido una orden para no dejar pasar su título profesional. Ocurría lo mismo que en el Instituto Nacional: le hacían sentir que no merecía ser parte de dicha institución pública. Eso la convenció de que acá no podría desarrollarse laboralmente, que la discriminación se replicaría nuevamente.
-Me puse a trabajar un tiempo vendiendo maquillaje con una señora súper amorosa, quizás ahí hubiera tenido una posibilidad de trabajo y estabilidad, pero dije no. Es muy digno, pero yo he invertido para hacer otras cosas. ¿Por qué siempre te reducen al mundo del maquillaje, el arte o el diseño?
Y partió sin más a un lugar donde las posibilidades de ser no estuvieran tan limitadas: Francia. Que tampoco es el paraíso, advierte Manuela, pero al menos las personas se inmiscuyen menos en la vida de los otros. Ahí no es actriz, sino académica, y su experiencia, con un magíster y doctorado en curso a cuestas, se ha basado en la educación. Hoy trabaja en la Unesco, investigando sobre patrimonio inmaterial.
El diablo
La película que se estrenó hace algunos días en cines independientes de todo Chile muestra su experiencia de autoexilio y descubrimiento personal, con varios hechos reales que transformaron el proceso en algo más agotador de lo que pensó. Luego de terminarla, el director Nicolás Videla y el productor Sebastián González se regresaron rápidamente a Chile y sus emociones quedaron en suspenso. Estaba mal, confiesa, sin saber qué hacer. “Me quedo aquí en Francia haciendo qué, me voy a Chile a hacer qué”, se preguntaba.
Dos semanas después del rodaje decidió salir a distraerse y la asaltaron en la calle. Un par de hombres se acercó y la atacó con violencia, casi como muestra una de las escenas de la cinta. Entonces fue internada en un hospital psiquiátrico por dos semanas y decidió retornar a Chile.
-Me vine y fue aquí que me sané de mi depresión. Estaba en mi casa deprimida y mis papás me dijeron: “Manu, lo tuyo es quizás que tú quieres ser simplemente mujer”. Ahí pensé que he estado como huyendo de algo que para mí es tan natural y simple. No quiero decir que toda la trayectoria hasta ese minuto, en que decido ser transexual, no valga la pena. Pero yo tenía un lugar en el que ahora me siento súper cómoda.
Desde hace un año es Manuela Guevara. El cambio ha traído cosas buenas, como una relación amorosa estable, algo que nunca antes pudo vivir de esa forma. “Pasar años en el desamor y los desencuentros pesa y no es por darle tanta importancia a un pololo, sino porque no somos personas que estemos destinadas a vivir solas toda la vida”, reflexiona como en otra toma imaginaria de El diablo es magnífico.
Pero también ha sumado sinsabores, propios de las opresiones del sistema: “Ahora, como Manuela, mujer, siento que mi palabra ha perdido peso en comparación a antes, cuando era simplemente Manu. Me da tristeza, pena”.
La cinta nació de un proyecto sororal, inspirado por el quiebre que significó para Nicolás Videla conocerla. Sin embargo, durante el transcurso de la filmación de la película aparecieron algunos problemas. El guión, inspirado por las ideas de Manuela, se transformó en un conflicto cuando el director le comunicó que era mejor que no formara parte de él, porque se trataba de un asunto técnico. Ahí explotó su furia.
-Yo digo no. O sea, es mi historia, son mis reflexiones, ahí estoy yo plasmada, ¿cómo no me vas a poder poner como co-guionista? Ahí se provocó una ruptura con el Nico y el Sebastián. Yo ya venía un poco afectada porque ellos terminaron de rodar y se devolvieron.
El impacto tras la grabación de la película se mezcló con el desacuerdo sobre el guión y convenció a Manuela de que la amistad con el director se había acabado. Sin embargo, su enojo desapareció luego de verla en la pantalla grande.
-¿Qué te pasó cuando la viste?
Me encantó. El Nico me pidió hablar, yo lloré y le dije que estaba muy bonita, le di las gracias por tratarme así. Él pudo haber hecho otra cosa pero tuvo mucho cuidado en tratarme con mucha fineza y creo que eso es súper lindo.
-Yo esperaba ver una película que profundizara en la realidad trans y sí lo tocaba. Pero al final, como que el gran tema era el amor, más allá de la identidad sexual.
-Absolutamente. De hecho a veces estamos un poco cansados con el Nico de que se hable tanto de la identidad sexual, en vez de hablar de todos los temas que están en la película. Desde reflexiones filosóficas, de la vida, de lo que es ser migrante, de lo que es la libertad y cómo te construyes a ti misma, independiente del género. El día a día en tu cabeza y el amor, sobre todo. Estar buscando, encontrar a alguien con quien tienes puntos en común, quizás mucha coincidencia intelectual, pero que no hay una fusión, tener otras personas que uno encuentra una noche pero por equis motivos la cosa no va más allá. Creo que le pasa a todos y por eso la película se vive con mucha naturalidad. Es un personaje trans, pero eso es un detalle casi en la historia.
-Además de la discriminación a la disidencia sexual, se marcan las categorías de clase y raza que son otras formas de vivir la opresión.
-Queríamos retratar que la discriminación que puede vivir una persona no viene solo de parte del sexo, sino que a veces sobre todo desde lo económico y otro montón de etiquetas políticas raciales, que son importantes y que pesan en el día a día. La idea era mostrar un personaje en el cual se atravesaran distintos tipos de discriminación y creo que por eso escogimos al Diablo, porque concentra energías que a veces no son entendibles y que no son necesariamente malas, solo un poco oscuras y ocultadas intencionalmente, para no evidenciar la opresión.
“Si ganas plata por ser trans, lo mínimo es denunciar algunas situaciones”
La aparición de la segunda película del director Nicolás Videla, también coautor de “Naomi Campbel” (2013) coincidió con un momento de profusa producción de cine sobre temáticas de la diversidad sexual. Justamente hoy, por coincidencia temporal, las comparaciones entre “Una mujer fantástica” de Sebastián Lelio y la historia de Manuela Guevara son inevitables.
-Yo siento que van por distintos caminos. ¿Qué diferencias adviertes tú?
Yo lamentablemente no la he visto porque en Francia recién ahora se está estrenando, vi el trailer y me llamó la atención cómo ha sido el tratamiento de Daniela Vega en los medios de comunicación. No había querido referirme porque pienso que somos pocas las personas trans que tenemos espacio para la difusión y hay que apoyarse, pero tampoco puedo hacer vista gorda sobre ciertos temas.
-¿Qué te llama la atención?
Que ahora es rostro de Apumanque, sale en las portadas de revista Ya de El Mercurio y va al programa Vértigo, pero cuando se le habla sobre el tema trans, su discurso es muy precario. Yo creo que cualquier persona trans, debido a la situación de nuestra población, que es alarmante, tiene una responsabilidad. Nuestra esperanza de vida se acaba a los 35 años, las tasas de suicidio son altas, la gente que no tiene acceso a la educación, el trabajo en general es prostitución, hay que decirlo, calle.
Manu continúa su argumentación: “En la salud no existen protocolos para personas trans. Si estás enriqueciéndote y ganando plata porque eres trans, lo mínimo es denunciar algunas situaciones y decir ‘saben qué, yo soy una privilegiada, pero mis compañeras y las personas que están en mi situación no viven lo mismo’. Me parece irresponsable su actitud de no referirse a ello y usar la etiqueta de forma individualista y poco solidaria”, dice.
Como tantas y tantos otros, Guevara vivió el paso del denominado “Bus de la libertad” por algunas ciudades de Chile con rabia contenida. A su juicio, el debate centrado en la defensa de la libertad de expresión es un error, pues no se trata de un valor absoluto.
“Lo que hizo ese bus fue ejercer violencia, provocar y agredir a personas que ya están discriminadas. ¿Cómo se puede ser tan malo en la vida para, considerando la situación precaria en la que están estas personas, seguir tirando mierda, seguir precarizándolas? La convivencia democrática requiere parámetros de respeto que son más importantes que la libertad de expresión”, argumenta.
-¿Qué piensas de la apuesta política del Frente Amplio? ¿Ves ahí una opción de transformar radicalmente al país? Mucha gente tiene miedo de que les pase lo que a la Concertación.
Yo creo que ya se aburguesaron. Conozco a varias personas importantes del Frente Amplio desde la universidad y a la izquierda la veo en una situación de falta de entendimiento grave e irresponsable. El FA tiene un gran deber, porque hacen uso del lenguaje y las comunicaciones que yo, hasta antes de venir a Chile era adherente de Beatriz, pero acá se me cayó gran parte de esa gente. Al Giorgio (Jackson) lo apoyé en su candidatura y de ahí nunca más supe de él, nunca hizo nada por la diversidad sexual, que en esta zona céntrica se reúne. Es súper grande la población en Santiago. Vemos que las tasas del VIH aumentan, tenemos riesgo de muerte o calidad de vida pésima, pero no se ha comprometido.
-¿Los invitaron a ver la película?
Invitamos a mucha gente a ver la película y todos tenían otras cosas más importantes. Después me encontré con otras personas y veo que son gente burguesa, que vive súper acomodada. Vi a un encargado del programa que estaba con su mujer y su hijo y obvio que la mujer cargaba a la guagua mientras él hablaba y se sentaba con las piernas abiertas en el sillón a a hablar de política. Me decepcionaron tanto que dije de verdad estas personas son unos futuros Ricardos Lagos en veinte años más.
Toma aire y continua:
-Yo digo que está bien, vivan como quieran, pero no hablen en nombre de los grandes ideales o de la representación de la gente. Claramente no la representan. Si te fijas en los apellidos de estas personas, ¿qué gran crítica tienen que hacerle a la Nueva Mayoría con el PC adentro? Frente a eso creo que está súper difícil el panorama.
A ratos, el honesto desahogo de Manuela recuerda el potencial discursivo del uno de las figuras entrañables de la disidencia sexual en Chile. Pedro Lemebel, el mismo al que visitaba en su casa en el Barrio Bellas Artes y recuerda con un “era buena pal copete la Lemebel. Cuando iba a su casa me decía ‘ya, voy a comprar un vino a la esquina y las dejo con esta que parece radio: transmite y transmite’”.
-Se siente su ausencia.
Sí, por supuesto. Se extraña su irreverencia. Qué lástima que no exista nadie actualmente que sea como él, que tenga esa valentía y trayectoria social. La idea de la diversidad sexual se vuelve algo muy cuico, intelectualizado, de museo, galerías de arte. Yo creo que la crítica parte por uno mismo, hay que estar conscientes de tus propias contradicciones. Falta más honestidad y dejar tantas pretensiones, de mostrarse mesiánicos, cundo lo único que en realidad hace falta es ser humano.
*Este artículo se realizó en el marco de la Beca Cosecha Roja. También se publicó en El Desconcierto
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