Desde que mataron a su hermana Marcela Chocobar, Judith aprendió a defender los derechos de la diversidad sexual. Leyó el código penal, se paró ante la comisaría a exigir justicia, consiguió que la Municipalidad hiciera un mural en homenaje y se animó a exigir -sin suerte- que la jueza de la causa cambie la carátula de homicidio simple a femicidio. Marcela -la menor de cuatro- es una de las 13 personas asesinadas en 2015 en Argentina por su identidad sexual. “Todavía no sabemos por qué la mataron con tanto odio”, dijo a Cosecha Roja Judith.
La lucha de las Chocobar tiene antecedentes en el país. Las voces de Diana Sacayán -asesinada un mes después que Marcela- y Lohana Berkins ya habían reclamado derechos para las trans. La consigna #ReconocerEsReparar es la continuidad. Esta tarde en el Congreso, las organizaciones convocaron a un #Gritazo para exigir el tratamiento del proyecto de “Régimen reparatorio para víctimas de violencia institucional por motivos de identidad de género”. La Ley busca que el Estado reconozca y repare la violencia institucional contra las identidades trans y travestis. El proyecto 2526 fue firmado por más de 20 diputados y espera ser tratado en comisiones.
El #Gritazo es también para exigir el cupo laboral, para decir basta de travesticidios, de crímenes de odio. Para que la aber quién mató a Marcela Chocobar
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Las Chocobar son de Salta. Llegaron a Río Gallegos para trabajar en una empresa de limpieza. La última en instalarse desde “el norte” fue Marcela. La transformación de la menor de las hermanas comenzó en la infancia. “Para nosotras no fue un cambio, sí en el aspecto físico, no en su identidad. Crecimos con ella y la apoyamos en su sentido de vivir la vida. Siempre fue nuestra hermana”, contó Judith. A la mamá y el papá les costó más pero la aceptaron.
El último trabajo de Marcela fue de encargada en una escuela. Después se dedicó a la prostitución en los boliches de la ciudad. Judith, Laura y Gabriela la cuidaban, le advertían que no se metiera con los hombres poderosos. A veces le “invadían” su espacio. “Somos gente humilde. Si hubiésemos tenido otra realidad no se hubiese dedicado a la prostitución”. El 6 de septiembre del año pasado, a la salida de un boliche, Marcela se subió a un auto con dos varones y no la vieron más. Ocho días después, apareció el cráneo en un descampado: dónde está el cuerpo sigue siendo una incógnita que no supieron develar los dos hombres detenidos. Tampoco el que quedó en libertad.
Marcela se convirtió en una de las 13 personas asesinadas por su orientación sexual e identidad de género – seis de ellas travestis y trans, y siete gays-, según los datos del Informe Anual sobre casos de discriminación por Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género, que todos los años realiza la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).
Desde entonces, las hermanas salieron a la calle a contar su historia, a exigir justicia. La visibilización del caso fue el antídoto para combatir la tristeza. Y la recompensa llegó en forma de agradecimiento: otras chicas se animaron a contar su identidad, a mostrarse. “Es la primera vez que las trans y las lesbianas sienten que pueden salir, hablar, ser respetadas. Lo están notando ahora. Varias nos han dicho que gracias a nosotras, a nuestra lucha, a que salimos a la calle las familia les preguntan cómo están, les dicen que se cuiden, se sienten amadas”, contó a Cosecha Roja Judith.
Judith tiene 30 años y dos hijos de 7 y 8. Llegó a “Gallegos” hace más de diez. “En las ciudades grandes como Buenos Aires y Córdoba el tema está más presente. Acá es raro. Por primera vez se armó una Secretaría de Diversidad de Género, se habla del tema, se están haciendo actividades como la marcha del orgullo”.
Todavía falta que la justicia mire con perspectiva de género. En enero de 2015, a Antonella Jaime de 20 años la apuñaló la pareja con un arma blanca en el tórax. La familia peleó para que la justicia cambie la carátula de la causa y el 16 de noviembre se convirtió el primer caso de condena a perpetua por femicidio en la provincia. Es la lucha de muchas, como las Chocobar, que quieren que se repita en el caso de Marcela. “Fui una de las primeras que preguntó qué pasa en Santa Cruz que los jueces y fiscales no están ejerciendo en la práctica el nuevo Código Penal. Me peleé con todos”, contó Judith.
El dolor de perder una hermana no termina nunca. A Judith se le quiebra la voz, llora. “Ha pasado más de un año y siempre nos encontramos con algo nuevo en la investigación. Pero todavía no sabemos cuál fue el causal de su muerte: lo primero que hay que hacer es descubrir por qué la mataron, por qué con tanto odio. Muchos, en cambio, quieren saber quiénes eran los clientes”.
Las Chocobar aprendieron “un montón” este año, se transformaron en luchadoras. La extrañan. Mirar a los sobrinos de Marcela -a sus hijos- les hace acordar a ella. “Teníamos una complicidad muy linda, éramos como amigas. Me falta mucho por hacer, me siento culpable: yo no la maté pero siento que tendría que haber hecho algo más”.
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