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Eloy lleva puesto el gorro de su campera porque, cuando el sol se esconde, en plaza San Martín hace frío. La mamá lo saca del cochecito y lo sienta con cuidado en el suelo, sobre una bandera grande pintada a mano que dice “cannabis medicinal”. Tiene 18 meses, síndrome de West y hace 40 días que toma aceite de cannabis para sobrellevar las convulsiones. Sus papás viajaron desde La Pampa para participar junto a casi dos mil pacientes, cultivadores y recreativos de la séptima Marcha Mundial de la Marihuana en La Plata.

Mauro, el papá de Eloy, conoció el cannabis medicinal por una nota en Facebook y pensó: “esto tiene que funcionar”. A Cecilia le pasó igual. Se dijo a sí misma “tengo que probar con otra cosa”: antes de usar el aceite, su hija Fiorella de 13 convulsionaba 12 horas sin parar. Los usuarios medicinales compartieron sus experiencias con el resto de gente que comenzaba a concentrarse y todos coincidieron en que el cambio fue inmediato. Eloy está más “conectado”. Fiorella disfruta de la comida, tose, traga su saliva. “La sustancia es muy buena, pero lo más lindo de esto son ustedes”, les dijo a las familias Marcelo Morante, el médico referente en tratamiento del dolor con cannabis. Y el público aplaudió.

– Vamos a pedirle a René que nos cuente su historia. Tenía párkinson pero está curado.

– Ya no tengo ‘tanto’, dice y se ríe.

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René es mago. “Estaba muy deprimido, tenía miedo de no volver a hacer un truco nunca más en mi vida”. En dos meses cumplirá 80 y la tarde del sábado estuvo en la Marcha. Se incorpora con agilidad de la silla y dice: “el aceite me permitió engañarlos, pensaron que me había curado. Ahora quiero demostrarles que no tiemblo”. Cierra una mano y con la otra, revisa dentro del puño y saca lentamente un pañuelo rojo. El público aplaude. René hace una reverencia. “¡Quedate quieta”, le grita a su mano, pero es un chiste: no tiembla.

“Antes, los pacientes marchaban de manera anónima. Ahora hay una urgencia de sacudir al Estado para que reaccione”, contó a Cosecha Roja Rodrigo, encargado de la organización desde 2009. Este año se sumó Julián. Es cultivador y cuando los pacientes insisten en pagarle el aceite que prepara, responde: “si querés traeme unas milanesas, no puedo ponerle precio a la medicina”. Desde que se realizó el mes pasado el I Congreso Internacional del Cannabis Medicinal en Lamadrid –un pueblo al sur de Buenos Aires-, Julián siente que “se destapó una olla”. Empezaron a caer llamados y consultas de todas partes del país. “Se necesitan más cultivadores comprometidos para que la medicina sea de calidad”, dijo.  

En el centro de la plaza se montó, además, una carpa instructiva donde los recreativos intercambiaron consejos, técnicas y revistas THC. “Vos necesitas una semilla, la cambias por una lámpara y no caés en el narcotráfico”, dijo Diego, uno de sus integrantes. Juan caminó toda la marcha con una planta de marihuana en la mano. Es una especie de ‘gurú’ para los cinco chicos que lo siguen a todos lados: “si logramos que los pibes cultiven, los sacamos del circuito de violencia”.

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La actual Ley de Drogas 23.737 fue pensada para “perseguir al narcotráfico” y no contempla el uso de la marihuana para fines medicinales. El Estado autorizó por primera vez en octubre del año pasado la importación de aceite de cannabis para Josefina, una niña de dos años y medio que convulsionaba hasta 20 veces por día. Sin embargo, para completar el trámite no sólo se necesita la firma de un médico sino haber transitado primero todos los tratamientos convencionales que, según los papás y las mamás, “son invasivos y dejan secuelas severas”.

Entonces, “¿por qué no probar primero con cannabis?”, pensó Mauro. Hace 40 días recibió un llamado de La Plata: “tengo algo de aceite”, le dijeron. Ni lo dudó. Manejó más de 600 kilómetros desde General Pico con Eloy conectado a un tubo de oxígeno. Desde entonces, se lo están administrando ‘a prueba y error’. Rodrigo piensa que uno de los problemas de estar fuera de la ley es no poder analizar las muestras en un laboratorio: “Los cultivadores tenemos la mejor voluntad pero contamos con un conocimiento muy básico de dosificaciones”.

A Cecilia la marihuana le dio esperanzas. “Ahora le digo ‘Fiorella’ y mueve su cabecita”. Su hija tiene síndrome de San Filipo, una enfermedad congénita que afecta a un niño o niña cada 80 mil y que deteriora progresivamente todas sus habilidades cognitivas y motrices. Los médicos le dicen que el aceite de cannabis no es científico, pero en medio de una convulsión han llegado a pedirle que les mande un video por Whatsapp. “¿Eso sí es científico?”, se pregunta Cecilia. “Para muchos profesionales, el paciente se convierte en un pedazo de carne”, cuenta a Cosecha Roja.

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Conseguir el aceite es muy difícil, por eso Mauro piensa cultivar. Cecilia cree que no es una  solución ‘integral’: “los médicos, los jueces, los legisladores, la sociedad entera nos debe acompañar en este camino. ¿Cómo puede ser ilegal salvar la vida de alguien?”.

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La caravana avanza por la calle 51 hacia la Municipalidad. Caminan detrás de una bandera de siete metros que dice “Cannabis es salud”. Algunos van tomando mate, otros fumando. No hay bombos, ni megáfono, ni otras pancartas. Si alguien toca bocina, la movilización aplaude y canta: “tevásalvar-tevásalvar-lamarihuana-medicinal”.

Sol tiene 17 y vino a la marcha con dos amigas del barrio, de 14 y 15. Todas fuman desde los 12. Una vez intentó junto con sus dos hermanos mayores cultivar, pero la mamá descubrió las plantas. Entonces volvió al dealer: “compras con dos fierros apuntándote”. En Argentina, según estadísticas de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), se abren cada año más de 9 mil causas judiciales por consumir y plantar en el ámbito privado.

El paradigma prohibicionista sigue fracasando en el mundo. En México hubo 70 mil asesinatos-ejecuciones extrajudiciales relacionados al narcotráfico sólo en 2013. Entre 2006 y 2014 la Procuraduría General de la República recibió 4 mil denuncias de torturas. Hay más de 25 mil personas desaparecidas, 281 mil desplazados, 27 asesinatos, ocho casos de desaparición forzada en contra defensores de DDHH y más de 80 periodistas asesinados y 17 desaparecidos.

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– ¡Cómo no voy a saber qué es el cannabis si mis hermanos fuman!, dice una señora que supera los 50 y observa la marcha desde la vereda de un café céntrico.

– ¿Está de acuerdo con la legalización?

– Para la salud, sí.

Informe: Bernardita Castearena

Fotos: Anita Aliberti