El padre le pegaba desde que era chico. También a sus hermanos y su mamá. Una noche discutieron, su padre empezó a golpearlo y él se defendió: lo mató de dos puñaladas. La justicia le atenuó la condena porque consideró toda la violencia que había sufrido.
La noche del 9 de julio de 2016, en el barrio La Villa de la localidad de Chumbicha, departamento Capayán, a poco más de 60 kilómetros de la Capital, Armando Eduardo “El Gringo” Vitale (52) y su hijo Luis Eduardo Vitale (26) estaban en la casa familiar pero comenzaron a discutir y se agarraron a golpes. El hijo sacó de entre sus prendas de vestir un cuchillo de 22 centímetros y dio dos puñaladas certeras y mortales al padre. “Me entrego, me entrego, ya estoy cansando de ser la oveja negra y que le viva pegando a mi vieja”, dijo Luis Eduardo Vitale luego de haber matado a “El Gringo”.
Vitale (h) fue imputado por “homicidio agravado por el vínculo”, un delito que tiene una pena de prisión perpetua. El debate se desarrolló en mayo, en la Cámara Penal de Primera Nominación. Los testigos, una tía, un amigo de la víctima y dos vecinos –uno de ellos ex comisario del pueblo- contaron su versión de lo sucedido aquella noche de esta tragedia y de a poco salió a luz una historia marcada por la violencia familiar y una infancia infeliz.
Ante los camaristas Fernando Esteban, Carlos Roselló y Fabricio Gershani Quesada, el joven reconoció que con su padre no había una buena relación. “Me trataba mal y me pegaba de chico. Era igual con mis hermanos y mi madre”, contó. Según Vitale (h), esa noche su padre llegó “haciéndose el loco” y pateando todo lo que se cruzaba a su paso. “Empezó a agredir y decir cosas. Me insultaba y me voy. Saca un fierro y me empezó a pegar”, detalló.
Luis Eduardo es un joven que no terminó los estudios; solo tenía la primaria. Estaba de novio y trabajaba en la faena de cabritos y vacas o limpiando terrenos y montes. Tenía una vida “muy de campo”.
“El Gringo” estaba en pareja con Zulema Cruz y tenían tres hijos. Luis Eduardo es el mayor. Su familia recordó cómo fue la vida con él. Alejandra, la hermana de Luis e hija de Vitale (p) contó en el debate que hace unos años se mudó a la casa de su abuela materna. Su padre le había dado una paliza y casi perdió un ojo.
“Me defendí. No fue mi intención matarlo”, confesó. En medio de esta pelea, el joven Vitale sacó el cuchillo que utilizaba para faenar, con la sola idea de hacerle un corte en la mano para que cesara la pelea, pero se asustó. “Me hice para atrás y me seguía pegando. Me dejó de pegar y se fue de mi casa. Mi viejo se cae. Me quedé parado y no hice nada. Después llegó el móvil policial”, contó.
El joven revivió otros momentos de su vida, sobre cómo era la vida familiar.
Los golpes por parte de “El Gringo” Vitale eran frecuentes para su hijo Luis Eduardo y también para con los demás integrantes de la familia. Recordó momentos de su niñez, cuando su padre lo golpeaba y lo trataba con crueldad. “De niño me largaba desnudo a la calle o al campo. Se enojaba por las notas de la escuela y me pegaba. Una vez me ahogó en un balde de 20 litros. Mi madre se enfermó de los nervios. Le pegaba y la amenazaba con matarla si lo dejaba”, dijo.
La abuela
Entre los testigos, la declaración de Angélica Bazán de Cruz, abuela materna de Luis Eduardo Vitale, fue clave. “Tomado o sano se hacía el macho”, así recordó doña Angélica Bazán de Cruz a “El Gringo”, su yerno.
“Mi hija vivía amenazada y no decía nada. Todo lo fastidiaba”, expresó. También, contó que su hija Zulema –madre del imputado y viuda de la víctima- enfermó “de los nervios por los maltratos. Él la cacheteaba”, comentó.
Sobre la relación entre padre e hijo, la abuela rememoró varias anécdotas del horror. “Un día, volví de hacer las compras y sentí un chico que lloraba. Luis estaba desnudo, como Dios lo trajo al mundo; él (por el padre) le pegó. Le pregunté a mi hija qué había pasado pero no me contestó nada porque vivía amenazada”. Doña Angélica insistió con sus memorias. “Una vez veo que Luis pasa y se viene hacia mí con una manito por detrás y otra por delante. Lo había sacado a la calle y lo estaba haciendo sonar. Me voy al fondo y lo agarro. Había sido que se había sacado una mala nota en la escuela. Por eso le pegaba así”, indicó.
Por defender a su nieto, doña Angélica también recibió los golpes de “El Gringo”. En una ocasión le pegó una cachetada porque le exigía que no maltratara a sus nietos. “Agarró a Luis y lo colgó con las patitas para arriba y la cabeza en el tacho para ahogarlo. Justó llegué y le dije que no lo haga. Me largó una cachetada y me echó de la casa. Era perverso, terrible”, recordó.
Veredicto
El fiscal Ezequiel Walther bajó la imputación a “homicidio simple” y los camaristas condenaron, por unanimidad, a Luis Eduardo Vitale a la pena de ocho años de prisión. La fundamentación de la sentencia estuvo a cargo de Gershani Quesada y adhirieron Esteban y Roselló.
Surgieron elementos de prueba y circunstancia extraordinarias que atenuaron el parricidio, “uno de los peores delitos que un ser humano puede cometer”. Se consideró que Luis Eduardo Vitale fue impulsado por varios hechos, que funcionaron como causas motoras hacia el crimen, situaciones de violencia familiar hacia su persona y hacia sus seres queridos. “Su madre, su abuela, su hermana y él mismo sufrieron la violencia en carne propia y siempre de manos de quien a la postre resultó asesinado”, escribieron los camaristas.
En esta tragedia no hubo emoción violenta pero sí está presente una situación de menor culpabilidad del autor. “Vitale fue insultado por su padre en presencia de su novia y vecinos. También ha de mesurarse a su favor el contexto de violencia de género en el que se llevó a cabo el homicidio. Contexto de género entendido como relación desigual de poder. Así la madre del imputado, su abuela materna y su hermana fueron víctimas de violencia familiar por parte de la hoy víctima de homicidio. La violencia familiar estuvo presente a lo largo de la vida del imputado pero antes como víctima. El hoy penado reprodujo de manera extrema la violencia familiar que había aprendido en su propia familia sufriendo y viendo sufrir y cuya hoy víctima anteriormente habría sido el victimario”, argumentaron.
*Este artículo fue realizado en el contexto de la Beca Cosecha Roja. Fue publicado también en El Ancasti