Magdalena fue con una amiga a un bar de Mar del Plata. Estaban charlando cuando dos hombres que estaban en otra mesa las abordaron. “Están tan buenas que intimidan” dijo uno de ellos. Cuando le pidieron que las dejaran tranquilas, uno de los hombres la tomó del cuello y la ahorcó delante de todo el mundo. “Pensé que iba a matarme”, contó más tarde en un post Facebook.  Más tarde, el agresor fue acusado de ‘lesiones leves’ y liberado. Esto son los relatos de la chica y de su abogado.

8m-cosechaNunca dimensionás la gravedad de lo que está pasando hasta que te pasa a vos. Lo intentás, lo sé. Pero no sabes lo terrible que se siente. Anoche salí con mi amiga a tomar algo a Blühen, en Mitre y Alvarado. Llegamos tipo diez de la noche. A mi derecha había una mesa con tres flacos entre 24 y 28 años. Se pusieron densos. Esperaban que una de las dos fuera al baño para “aprovechar”. Así, desde que llegamos… Las mujeres, posta, estamos ‘bastante acostumbradas” a lidiar con estas situaciones. Siempre algún boludo se quiere pasar de vivo a ver si engancha. De verdad que a estos pibes los tratamos con mucho respeto, pero siempre marcando que no, que no queríamos fumar con ellos, que no queríamos ir a ningún lado con ellos, que queríamos estar solas y charlar entre nosotras porque así estábamos bien y que nos disculparan. No les gustó. Siguieron insistiendo.

Uno, esta porquería de persona, me dice “están tan buenas que intimidan” y me agarra. Le quito la mano. Le pido por favor que dejen de molestar, ya harta, y que se de vuelta de una vez. Mi amiga, lo mismo. El chabón se para, se pone frente con frente con mi amiga, cual jugador de fútbol enojado, y le quiere pegar. En esos microsegundos, lo agarro del hombro para evitar que le pegue a ella y ver si podía hablar con él. Con ese envión, me agarra del cuello y me empieza a ahorcar. Sí, adentro de Blühen. Sí, adelante de todos. Me baja de la banqueta del cuello y me seguía ahorcando en el piso. Percibí esa caída como si durara cinco horas, no me entraba más aire. Quise llevarme las manos a la garganta para sacármelo pero los brazos ya no me respondían. Los ojos se me estaban cerrando. Pensé que me iban a matar. Por suerte estaba lleno de gente de esa que vale la pena, y entre un par me lo pudieron sacar de encima. Todavía no caigo. Lloré y me abracé de todo el mundo que venía a consolarme. Abracé a mi amiga como nunca.

Llegó la policía y se lo llevaron. Hice la denuncia. Pedí una ambulancia en el lugar porque me duele mucho el cuello y no podía tragar bien, ¿pero sabés qué? No cuentan con asistencia médica.

Recién vengo de la clínica, estoy bien.

En realidad no tanto, de vez en tanto lloro, y no lo puedo creer. Este flaco no tiene que andar suelto. Tenemos que hacer algo. Ayudame a mi, y cuidemos a cualquier otra compañera… Imaginate si no había nadie que me lo sacara de encima. Imaginate si nos agarra solas. Enojado porque decimos que NO. Enojado porque YO DECIDO.

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Juan Manuel Rivero Clauso es abogado y estaba en el mismo bar que Magdalena. Sus amigos ayudaron a reducir al agresor y más tarde se convirtió en el representante legal de la víctima. Fue él quién informó que el joven acusado por la agresión había sido liberado: no tenía antecedentes y la causa fue caratulada como ‘lesiones leves’. En un escrito publicado en Facebook, el abogado rechazó esa calificación:

“El imputado puede ser tranquilamente perseguido por homicidio en grado de tentativa. No me “como” las lesiones leves, que son desplazadas por el primer tipo penal mencionado. La mecánica del hecho descripta por los testigos encuadra perfectamente. Un ataque sorpresivo por parte de un completo extraño que no aceptó un NO como respuesta, empero no fue cualquier ataque, no fue una trompada, un cachetazo, un empellón, fue un estrangulamiento cobarde e injustificable. La descripción de la tentativa consiste en no acabar un delito por causas ajenas a la voluntad del sujeto pasivo, cosa que sucedió, pues el joven fue detenido por clientes del establecimiento. La lucha continuó en el suelo, pues incluso ahí, la fuerza física del agresor tornaba difícil que Magdalena obtuviera oxígeno. Finalmente se pudo lograr que dejara de sujetarla. ¿Pero qué hubiese pasado si no había una intervención colectiva?, la respuesta es simple y si es tan simple, el encuadre legal también lo es”.

“Adentrándome en la vía civil, considero que es tan responsable el agresor, cuyo factor de atribución es subjetivo, como el titular del establecimiento, pues entre el cliente y éste se genera un vínculo contractual que tiene como consecuencia la existencia de un deber de seguridad que debe ser cumplido y garantice la indemnidad de quien asiste a pasar un buen momento. En este sentido, también estoy convencido en iniciar las acciones legales pertinentes para reclamar los daños y perjuicios ocasionados a Magdalena”.

“Por último, atento a la situación de estrés y tensión que le ha generado a la Srta. Lo vivido, les solicito que sepan darle su espacio y tiempo, que se recupere poco a poco, viva su proceso como mejor pueda. Desde mi posición, haré lo imposible para que su calidad de vida mejore y se haga justicia, espero que la comunidad toda haga lo mismo”, termina el texto.