Una escollera construida a medias con recursos federales en la laguna La Pastoría, en la Costa Chica de Oaxaca, está dejando sin trabajo y sin comida a más de 4 mil pobladores y pescadores que ahora buscan de qué vivir.
Cristina Arellanes y Olmides López sujetan cada una un extremo de la red que han tirado para pescar. De pie en su lanchita de motor esperan a ver qué cae. El sol de mediodía abruma y ellas se distraen con su plática. Cuando calculan que algo pudo haber caído empiezan a jalar la malla, que sale casi vacía de pescados. Apenas dos demasiado pequeños. Las mujeres los devuelven al agua y al final solo se quedan con uno de buen tamaño.
Antes no pasaba así, había buena pesca en la comunidad de Zapotalito, municipio de Villa de Tututepec de Melchor Ocampo, en la costa chica de Oaxaca. Las redes salían llenas. Cirila Martínez, una de las pobladoras, cuenta que cuando ella empezó a pescar con su esposo, hace 30 años, llegaba a ganar dos mil pesos diarios con mojarra prieta, robalo, cursiento, curvina, camarón. Eran 30 o 40 kilos de producto que les daba para vivir a gusto y mandar a sus hijos a la escuela. Si llegaron a tener carrera fue porque en esa laguna había peces.
La Secretaría de Hacienda asegura haber entregado a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) “los recursos necesarios” que ya están reportados como ejercidos, por lo menos 186 millones de pesos de los 226 millones 666 mil estimados como costo total del proyecto.
La SAGARPA no ha explicado qué pasó con ese dinero, mientras la empresa constructora, Grupo IMPSA, alega falta de pago y evalúan demandar al gobierno. Los más afectados son los más de 4 mil pobladores de Zapotalito y otras cuatro comunidades que se han quedado sin su principal actividad económica: la pesca.
La intervención del gobierno
En esta zona de la Costa Chica de Oaxaca hay un sistema de lagunas. Entre ellas está la de la comunidad de Zapotalito, La Pastoría, pegada a la costa. Su hábitat depende del intercambio de corrientes de agua dulce y salada, y de la entrada de peces desde el océano.
Hoy en un día de pesca apenas se saca un kilo o kilo y medio de camarón y algunos pescados para una venta de 300 pesos diarios. “Casi nomás lo de la gasolina de la lancha. Está duro esto, triste, y nomás vienen y nos prometen y nos prometen, pero no cumplen”, dice Cristina.
Durante el penúltimo intento del gobierno federal por abrir y proteger la bocabarra de Cerro Hermoso en 2003, en el sexenio de Vicente Fox, la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (CONAPESCA) hizo la rehabilitación de la escollera que ya estaba y construyó dos espigones, estructuras usadas para proteger los cuerpos de agua dulce.
“Nosotros les dijimos a los ingenieros que no iba a funcionar. Aquí nacimos, conocemos las corrientes, las olas. Sabíamos que no iba a funcionar y se los dijimos. No nos hicieron caso”, dice Felipe Quiroz Velasco, poblador de Zapotalito y presidente del Comité de Seguimiento al Proyecto de la Boca Barra de Cerro Hermoso.
Laguna y mar se comunicaban, de manera natural, a través de un canal y una abertura llamaba boca, ubicada en el poblado vecino a Zapotalito, en Cerro Hermoso. Ese conducto se cerraba y se abría de forma cíclica. Cuando no llovía, la arena se acumulaba y la boca se bloqueaba; cuando volvía a llover, el incremento de agua drenaba todo y se abría.
Si de pronto las lluvias no bastaban, los pobladores ayudaban con palas a sacar la arena. Había un equilibrio y la cosa funcionaba. En los años 70 se hizo la primera intervención. El gobierno federal consideró que era buena idea ayudar a la naturaleza a mantener la boca de Cerro Hermoso abierta.
En 1972 se construyó la primera escollera, una especie de muro hecho de rocas que ayudaría a redirigir las corrientes para incrementar el caudal de agua y drenar mejor los sedimentos. Esa era la idea.
En lugar de eso, la obra generó mayor acumulación de arena no porque estuviera mal hecha, sino porque “cualquier obra de infraestructura que se haga para mantener esa barra abierta, afecta su funcionamiento natural”, explica Rodolfo Silva, especialista en estructuras marítimas y costeras e investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM.
“Ese tipo de proyectos están relacionados con una idea muy centralista del gobierno, de mejoramiento geográfico y manejo del agua, aunque también es por aquello de llevar desarrollo a la zona. Pero no se considera que al intervenir se altera el equilibrio natural y social del lugar”, coincide Edgar Talledos, investigador en Geografía y Política, Conflictos Socioespaciales y Políticos por el Agua de El Colegio de San Luís.
Silva afirma que muchas veces este tipo de obras se hacen en realidad por una cuestión política más que funcional. En Google Maps pueden encontrarse fotos que le dan la razón. En ellas puede verse la abertura de la boca, con su bahía clara y tranquila. En un extremo estaba el Canal del Silencio, el corredor donde se mezclaban y fluían corrientes dulces y saladas. Ahora eso es pura arena, un pequeño desierto por donde se puede caminar.
Ni para comer
En la laguna La Pastoría ya casi no hay peces. Doña Cirila no se preocupa tanto porque sus hijos tienen estudio y trabajo. Pero para sus compañeras de la cooperativa Mujeres Pescadoras del Manglar, si la cosa no se arregla será difícil llegar a los sesenta años de ella con la misma calma.
Mónica, la hija mayor de Virginia Martínez, ya tuvo que dejar la escuela para que sus hermanos pudieran seguir estudiando. Como sus padres son pescadores y no hay producto en la laguna, lo que ganan no alcanza para darle estudios a los tres.
Virginia dice que ella debe conseguir al menos cien pesos diarios para que su hija tenga al otro día para el pasaje. Como en la comunidad no hay preparatoria, los muchachos deben hacer traslados largos.
“Siento tristeza más que nada por los niños, porque uno ya va, pero ellos ¿qué les espera?”, dice doña Brígida Martínez, otra de las integrantes de esta que es la única cooperativa de mujeres pescadoras de la zona. Cuando se agruparon pensaron que les iría bien, hasta abrieron una pescadería. Pero entonces todo colapsó.
Los tres hijos de Cristina Arellanes, la presidenta de la cooperativa, tienen 13, 9 y 8 años. Ya pronto tendrá que preocuparse por enviar al mayor a la preparatoria, pero no sabe cómo, cuando apenas saca lo de la gasolina de la lancha y de aquí y de allá junta para la comida. Su esposo ya migró a Estados Unidos a buscar trabajo.
Con la construcción de las nuevas escolleras, el gobierno federal pretendía aumentar el ingreso de agua marina a la laguna y detener los sólidos. Solo sucedió lo segundo: la arena empezó retenerse ahí y el canal y la bahía quedaron tapados. “Duró abierta la boca año o año y medio. Luego se cerró peor –dice Quiroz– y aquí están las consecuencias: se han muerto los peces, el agua huele mal, la laguna se está muriendo”.
Todo parecía arreglado
La comunidad de Zapolito se fue conformando de a poco. La mayoría de los pobladores son afromestizos. Vinieron de otros lugares cercanos, donde no había de qué vivir, buscando una actividad económica para tener ingresos. Así llegaron aquí las integrantes de la cooperativa Mujeres Pescadoras del Manglar: de niñas con sus padres o recién casadas, con sus maridos. Con ellos empezaron a pescar.
Así lo hizo doña Cirila por 30 años, también Olmides y Virginia. Pescaban con sus esposos y con eso evitaban pagar un ayudante externo y todo el dinero quedaba en familia. Solo doña Brígida no ha entrado nunca a la laguna. Le tiene miedo al agua. Se dedica a comprar y vender pescado.
Ahora atiende la cocina del restaurante que también abrieron como parte de la cooperativa y que es lo único en pie después de cerrar su pescadería por falta de producto y de venta. Doña Brígida le da ánimos a su hija Cristina, para que siga al frente y salga a pescar con Olmides, aunque saben que poco van a encontrar.
Después de los errores en el intento por abrir la bocabarra en el sexenio de Fox, los pobladores se organizaron en el comité de gestión que preside Quiroz y anduvieron de un lado a otro solicitando apoyo y recursos para que se abriera la bocabarra. Fue hasta finales del sexenio de Felipe Calderón, en 2012, cuando les dijeron que ya estaban etiquetados.
Se canalizaron hasta 2014. La Cuenta Pública de los Programas y Proyectos de Inversión de SAGARPA registra que ese año se gastaron 46 millones de pesos en obras de dragado, escolleras y supervisión en Boca de Cerro Hermoso. En ese entonces se proyectó que en total se invertirían 226 millones 666 mil pesos y se fijó como fecha para terminar la obra diciembre de 2016. Pero al no concluir la obra se extendió el plazo hasta diciembre de 2017.
La cooperativa de Mujeres Pescadoras del Manglar nació justo en 2016, con la esperanza de que las autoridades abrirían la bocabarra. La organización civil La Ventana, dedicada a apoyar proyectos productivos de mujeres, llegó a la comunidad de Zapotalito buscando interesadas en agruparse en una cooperativa.
Lograron afiliar a 24 pobladoras. Les dieron capacitación y talleres, desde administración hasta autoestima, y el proyecto arrancó. Se planeó que tendrían su propia pescadería y un comedor para atender a quienes andaban en faena por la orilla.
Durante los primeros meses las mujeres vendieron bien, sobre todo porque en la zona el gobierno estatal estaba desarrollando un proyecto con sanitarios ecológicos y había trabajadores de diferentes partes del país.
Como eran muchas tenían que repartir la ganancia. Cada una se quedaba entre 500 y mil pesos a la semana, según los ingresos. También ahorraron de forma colectiva: lograron reunir 10 mil pesos en una cuenta de banco, con lo que pagaron la renta de los locales, agua, luz y gas. Con el paso de los meses y frente a diversos conflictos, varias integrantes se fueron saliendo del negocio. Quienes se quedaron pensaron que las cosas mejorarían, pero la obra en la boca de Cerro Hermoso se estancó. Las dos empresas ejecutoras del proyecto, Dragados Pakal de Chiapas y Grupo IMPSA dijeron a los pobladores que el gobierno no les estaba pagando.
“Estuvo todo detenido como año y medio. Las máquinas se hubieran ido desde entonces, pero los pobladores nos organizamos y no las dejamos salir”, cuenta Felipe Quiroz, el presidente del Comité de Gestión y Vigilancia del proyecto. Los pobladores tuvieron que hacer presión, incluso bloqueando vialidades. Las obras se reanudaron, pero de a poco. “Ahorita solo están acabando una de las escolleras. Van muy muy lento”, dice.
Yo no fui, fuiste tú
¿Por qué no se ha concluido la obra? De acuerdo con la SAGARPA, la Secretaría de Hacienda no ha canalizado los recursos necesarios para terminar y esta se ha complicado por fenómenos naturales de la zona y el alza en los precios de los combustibles.
“Durante el periodo 2014 al 2017 esta obra ha presentado diversos recortes presupuestales. De un importe total de 226 millones 666 mil pesos que se había proyectado como costo total, solo se han ejercido 162 millones 125 mil pesos. Faltan 64 millones 541 mil 636 pesos del recurso que se ha solicitado a la SHCP”, indica la dependencia en dos tarjetas informativas que entregó como respuesta a la solicitud de información de esta reportera.
Por su parte, Hacienda niega que sea así y asegura que en la Cartera de Programas y Proyectos de Inversión se encuentra el dato: “con un monto total solicitado por la Sagarpa de 193.9 millones de pesos a precios de 2018, de los que se han ejercido 186.2 millones de pesos”.
Las cifras entre las dos dependencias no cuadran, pero Hacienda asegura que las suyas son las oficiales, es decir, “las reportadas por Sagarpa como ejercidas”. Otra discrepancia es que la Cuenta Pública y la tarjeta de Hacienda registran un porcentaje de avance físico acumulado del proyecto hasta 2017 de 97%. Pero, de las dos escolleras que iban a hacerse, no se ha terminado ni siquiera una. “Debe faltarle como 10%”, dice Quiroz. Las obras de dragado tampoco coinciden con el porcentaje, pues de lo contrario la bocabarra estaría casi abierta, explica el poblador.
En COMPRANET hay cinco contratos relacionados al proyecto de Cerro Hermoso. El primero es por 76 millones 363 mil 383 pesos por la obras de las escolleras, celebrado el 14 de noviembre de 2014 con la empresa Infraestructura y Edificación del Sureste, S.A de C. V, de Grupo IMPSA. El segundo es por 55 millones 042 mil 801 pesos por los trabajos de dragado, con fecha del 14 de noviembre de 2014, con Dragados Pakal de Chiapas, S.A de C. V. Los otros tres son por evaluación biológica de la laguna y supervisión de la obra. El total de los cinco contratos es por un monto de 135 millones 240 mil 953 pesos.
La compañía encargada de las escolleras, en el proyecto de Cerro Hermoso, afirma que ellos no han incumplido. “Lo que ha pasado es que han faltado recursos. No nos han cumplido lo estipulado en el contrato. Nosotros vamos a terminar la escollera Este, de la que ya nos falta poco. La acabaremos en un mes, si el tiempo nos lo permite. Terminaremos porque no queremos que los pobladores piensen que esto es cosa de la empresa”, dice Manuel Sánchez, gerente de construcción de Grupo IMPSA.
Al final, “la comunidad siempre se le va encima a la empresa, no a la dependencia. Nuestras máquinas están ahí, queremos sacarlas sin problema. Ya después veremos cómo vamos a cobrar, sea con esta administración o la que venga”, agrega.
Hacienda asegura que la SAGARPA ha solicitado la actualización del registro en la Cartera, o sea de la inversión, para que este 2018 el proyecto reciba 15.5 millones de pesos. Pero eso sucederá hasta que SAGARPA cumpla con ciertas observaciones emitidas por la Unidad de Inversiones de Hacienda respecto a la obra, aunque se niegan a comentar cuáles son esas observaciones argumentando confidencialidad.
El investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, Rodolfo Silva, dice que en lugar de seguir canalizando recursos para esas obras, lo que deberían hacer es un estudio de cuándo conviene abrir la boca y tener un programa de manejo de la laguna que le permita recuperarse.
“Necesitan determinar cuándo es conveniente abrirla, permitir que se cierre naturalmente y luego volverla a abrir. Las obras requeridas para eso son menos costosas y permiten un manejo sustentable”, dice.
Y entonces nos tembló
Con la bocabarra de Cerro Hermoso cerrada, la única salida que tiene la Laguna de Pastoría es la boca de su vecina, la Laguna de Chacahua. Pero esa salida le queda muy lejos como para beneficiarse lo suficiente. Con todo, después de varias mortandades causadas por la acumulación de agua sin circulación, había pocos peces, pero había. Entonces llegó el temblor del del 7 de septiembre de 2017 y los mató a todos.
“Al otro día, la laguna se veía blanca, todo blanca, como si estuviera llena de espuma, eran los peces muertos flotando en la superficie”, cuenta Cristina. Los pobladores tuvieron que sacarlos. Varios camiones de volteo se llenaron. Casi no quedó ninguno vivo. Luego, ya para febrero, se estaban recuperando pero volvió a temblar. Y otra vez se murieron.
“Le hemos pedido al gobierno, al FONDEN, al del estado también, que nos ayuden. Pero dicen que como aquí no se dañaron las casas, la prioridad es Juchitán y las zonas donde hubo daños en las viviendas y las estructuras. No ven que aquí también somos damnificados. Los temblores y la bocabarra nos han dejado sin forma de ganar dinero para vivir. No podemos ni sacar producto de la laguna para comer”, reclama doña Brígida.
Las seis integrantes de la cooperativa que todavía quedan están más unidas que nunca. “Ya somos poquitas y las que quedamos nos llevamos muy bien”, dice Cristina. “Tratamos de mantener vivo esto. Hay días que apenas vendemos unas tortillas de comal, un par de comidas. Si la cosa no mejora en la laguna, cuando se acabe el financiamiento de la organización que ahora nos apoya, Semillas, en octubre, tendremos que cerrar”.
Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja. Se publicó originalmente en Animalpolitico.com y se produjo con al apoyo de Fundación Kellogg..-