Semana.-
¿Por qué en un país donde en los últimos seis años años han muerto violentamente al menos 60.000 personas, causa conmoción el asesinato de José Eduardo Moreira, un joven de 25 años?
A José Eduardo Moreira la muerte lo sorprendió solo y a traición, en un ejido de Ciudad Acuña, en el estado mexicano de Coahuila. Su cuerpo, con dos tiros en la cabeza, fue descubierto en su camioneta la noche del miércoles 3 de octubre.
Dos semanas después, esa muerte solitaria de un joven de 25 años está sacudiendo a México en diferentes estratos de la sociedad, incluido el gobierno, que de inmediato movilizó todas las fuerzas de seguridad posibles para dar con los culpables.
En sólo dos días se había identificado a los presuntos implicados. Hasta ahora van tres detenidos -todos policías-, y se espera que en los próximos días se lleven a cabo más arrestos.
Ya se aclaró que el joven fue citado por un funcionario policial, quien lo entregó a sus verdugos.
Todo esto en un país donde cálculos conservadores indican que en el último sexenio han muerto de manera violenta 60.000 personas (crímenes en su mayoría impunes), y donde pocos medios de comunicación se molestan en reseñar los asesinatos individuales.
¿La razón para semejante movilización? El joven pertenecía a una dinastía política. Era hijo de Humberto Moreira, expresidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en diciembre regresa al poder nacional, y exgobernador del estado de Coahuila; y sobrino de Rubén Moreira, actual gobernador del mismo estado.
De hecho, el joven era el coordinador de los programas sociales del gobierno de su tío.
Como dijo un analista político: se atrevieron con “lo más alto de lo alto”.
¿Muertos más importantes?
La paradoja no ha pasado desapercibida para muchos mexicanos, que se han declarado sorprendidos por la rapidez con que este crimen ha sido investigado.
Mediante un comunicado, la asociación Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila, indicó:
“Lo sucedido a la familia Moreira Rodríguez no se lo deseamos a nadie, pero demandamos un trato igualitario del Estado Mexicano para con todas las víctimas. Así como ahora se están moviendo todas las dependencias para dar con los responsables de este homicidio, procedan para dar con el paradero de nuestros seres queridos”.
Por su parte, la periodista Lydia Cacho -conocida por sus denuncias sobre explotación sexual de menores en México-, luego de que Humberto Moreira dijera que su primogénito era “un muerto más de esta guerra”, escribió:
“Si su hijo fuera una víctima más de esta guerra, seis horas después de su asesinato no habría 23 funcionarios públicos federales coordinándose para llevar a cabo una estrategia de seguridad. Si el padre del joven asesinado fuese un hombre común, sin poder político (con averiguaciones previas abiertas y acusaciones sobre corrupción y otros probables delitos), las autoridades federales no solamente le hubiesen negado la ayuda, sino hubiesen dicho, como dicen de miles de jóvenes pobres y desconocidos que han sido ultimados en pueblos del norte del país, que seguro andaba en malos pasos”.
Y agrega: “No importa cuán corrupto sea un político, los hijos no merecen pagar por los delitos de sus padres. José Eduardo no es la excepción. Se equivocan quienes celebran su muerte como castigo a sus familiares, este país lo que necesita es justicia, no venganzas ni odio. Pero también necesita equidad jurídica”.
Poco después, uno de los hermanos del joven asesinado respondió al artículo a través de Twitter: “Muy pronto tendrás las pruebas de la inocencia de mi padre, que Dios te perdone por no respetar nuestro duelo”.
El gobierno, por su parte, no se ha pronunciado sobre la rapidez y contundencia con que reaccionó a este asesinato.
La pista Zeta
Pero, ¿quiénes se atrevieron con “lo más alto de lo alto”?
Desde el principio se dijo que el crimen organizado estaba detrás del asesinato. Y varios medios han indicado que las autoridades analizan una posible venganza del Cartel de los ‘Zetas’.
Según esta línea de investigación (hasta ahora la única que se ha discutido en público), pocas horas antes del asesinato del joven Moreira, también en Ciudad Acuña había sido abatido por las autoridades Alejandro Treviño Chávez, sobrino de Miguel Ángel Treviño Morales, en ese momento segundo al mando de los ‘Zetas’.
La revista Proceso indicó que ese 3 de octubre aparecieron varias narcomantas en Coahuila que decían “familia por familia”.
A esto se añade que la procuraduría estatal de Coahuila quiere interrogar sobre el homicidio de Moreira Rodríguez a Salvador Alfonso Martínez Escobedo, alias ‘La Ardilla’, presunto jefe regional de los ‘Zetas’ en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, y detenido el fin de semana siguiente al crimen.
Esta hipótesis plantea algo que puede tener amplias consecuencias: que los carteles estén apuntado ahora a la élite política mexicana, algo que se habían abstenido de hacer.
El analista y politólogo Lorenzo Meyer dijo a BBC Mundo que “el mensaje político es de enorme implicación. Al menos en Coahuila, es ponerse al tú por tú con la élite política. El mensaje es fuerte, porque quien asesinó a ese joven Moreira sabía lo que hacía y sabía que de inmediato podía responder el Estado. Y sin embargo, no le tienen miedo”.
Aunque Meyer cree que con este crimen se ha cruzado un límite antes intocado, no se atreve a decir si se trata de una nueva etapa en la confrontación que vive el país. “No se sabe si el reto es al gobierno que sale, a los Moreira en Coahuila o de plano, al nuevo gobierno que va a entrar”.
A eso se suma que Miguel Ángel Treviño Morales es ahora el máximo jefe de los ‘Zetas’, tras la muerte de Heriberto Lazcano Lazcano en un enfrentamiento con infantes de la Marina el 7 de octubre. Y por lo tanto, con mucho más poder.
Por todo eso, la solitaria muerte a traición de un joven de 25 años en un ejido de Coahuila todavía puede tener consecuencias imprevisibles para este país.
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