Carolina Heredia – El Mundo.-
En 15 años 107 periodistas han sido asesinados en México. Tan sólo siete de éstos, en lo que va del 2015. Con ellos, se ha muerto una parte de nosotros, los que seguimos con vida. En especial, un fragmento de las ilusiones de los jóvenes que estamos en busca de la primera oportunidad; los que aún creemos en el ideal de la libertad de expresión. Nosotros, que trabajamos por lo mínimo, más del tiempo permitido en la ley, para los grandes medios de comunicación de México. Allí la aplicación de las normas laborales es deficiente. Ese es el menor de nuestros problemas.
Hay 20 periodistas desaparecidos. ¿Dónde están? ¿Es que acaso han sido silenciados de golpe? Si 43 estudiantes se esfumaron en la nada mexicana, dos docenas de comunicadores pueden no significar mucho para el Gobierno.
Yo he tenido miedo y ya no quiero sentirlo; estoy harta de vivir con temor.Hay que cuidarse las espaldas en este o aquel barrio, no confiar en la Policíaporque no se sabe si es tu aliada o tu enemiga. Pero cuando eres periodista, México es tu enemigo. La clase política, las fuerzas armadas, los señores del narco, la Iglesia e incluso la gente, el mexicano conformista que cree a rajatabla lo que el monopolio de la comunicación dice o lo que le sueltan a pequeñas dosis. Por ejemplo, en el Estado de Veracruz, la revista Proceso está prohibida, el Gobierno la retiene. Y cuando un suceso importante tiene lugar, es imposible adquirir los periódicos que lo anuncian. También están prohibidos.
¿Es mejor ser un periodista del Gobierno?
Mi padre era uno de ellos. Escribía lo que “los de arriba” querían que contara, la parte bonita de la historia. Eso no es periodismo, se llama nepotismo. Yo no quiero ser como mi padre y, sé que muchos jóvenes tampoco desean seguir en la línea de escribir lo que manden las autoridades. Por eso ponemos tierra de por medio. Dejamos atrás la comodidad de una casa y emigramos al extranjero en busca de oportunidades. A algunos de los que estamos aquí se nos acabó no sólo la fe en el periodismo de nuestro país, también nos desencantamos del American dream. Aprendimos que, aunque en Latinoamérica el periodismo está en su mejor apogeo, nuestras oportunidades son casi nulas.
Unas 488 quejas por agravios a periodistas han sido presentadas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Las denuncias judiciales son incontables y, a éstas se suma la última de Anabel Hernández, una de las periodistas de investigación más reconocidas del país. Hernández ha sidoamenazada de muerte por el Gobierno. Como ella, Lydia Cacho, otra de las grandes que tuvo que exiliarse por descubrir la implicación de las autoridades en una red de prostitución infantil. Si a ellas, que son periodistas consagradas en el país nadie las protege, ¿qué será de nosotros los jóvenes?
México, país de silencios obligados
Según el ombudsman (defensor del pueblo) mexicano la violencia contra periodistas se mantiene impune en un 80% de los casos. Veracruz, Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua y Oaxaca, son los Estados del país donde se cometen seis de cada 10 homicidios. Sin embargo, las entidades restantes no están exentas. Por eso nos llaman desde hace 15 años “el país más peligroso para ejercer el periodismo en todo el continente”.
A pesar de que la libertad de expresión como derecho fundamental se encuentra recogido en el artículo 6 de la Constitución mexicana, distintos ordenamientos penales exponen figuras que inhiben este precepto y lo sancionan. Según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés), en México se tiene sospecha de que uno de cada 10 asesinatos ha sido orquestado por el Gobierno.
Los jóvenes conocemos la situación. Yo he trabajado para ambas caras de la moneda: el gobierno y los medios. Sabemos que ciertos partidos políticos”solicitan amablemente” que se dejen de publicar ciertas cosas. Somos conscientes de que sucede quizá en todo el mundo, pero no hay violencia de por medio, no hay que exiliarse del país ni vivir con el temor de convertirse en uno más de los periodistas muertos.
Los españoles dicen que en su país las cosas no van bien y menos, para los periodistas como yo. “¿Por qué no te vuelves a México?”, suelen preguntarme a menudo. A pesar de que según Octavio Paz, un mexicano puede doblarse, humillarse y agacharse pero nunca se raja, mi respuesta es la misma: No quiero ser el siguiente periodista muerto en México. Yo no quiero ser el 108.
Ilustración: Eric Drooker
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