Miramar ya no es la ciudad de los niños: es de los policías asesinos

Este lunes locales y turistas se unieron para pedir justicia por Luciano Olivera, el pibe de 16 años asesinado el 10 de diciembre por un policía. Es la misma ciudad donde, 21 años atrás, efectivos de La Bonaerense violaron y asesinaron a Natalia Melmann, de 15 años.

Miramar ya no es la ciudad de los niños: es de los policías asesinos

11/01/2022

Por Norman Flores* 

Una marea de aplausos recorre la peatonal de Miramar. Se escuchan gritos y pedidos de justicia. Familiares, amistades, jóvenes, muchos jóvenes, residentes y veraneantes caminan detrás de las banderas. Hay quienes interrumpen por unos minutos la cena, la caminata o la compra nocturna para aplaudir. 

Bares y restaurantes, locales de ropa, de chocolates, de bijouterie apagan las luces. Sus trabajadores y trabajadoras dejan de atender para salir a la puerta y acompañar el pedido de justicia.

Una señora pregunta de qué se trata la movilización porque no logra escuchar las consignas. De pie en la puerta de su negocio, un kiosquero le responde: 

—La Policía mató a un pibe. 

El corazón del guerrero

El 10 de diciembre de 2021 Luciano Olivera fue asesinado por el oficial Maximiliano Abel González en Miramar. Es la misma ciudad donde, 21 años atrás, efectivos de la Policía Bonaerense violaron y asesinaron a Natalia Melmann, una nena de 15 años.

Luciano también era un nene. Tenía 16 años. 

—Miramar ya no es la ciudad de los niños, es la ciudad de los policías asesinos— dice en la marcha uno de sus tíos en referencia al eslogan con el que se hizo famosa la ciudad de la costa en la década del 50. 

La madrugada de su asesinato Luciano había ido a jugar al fútbol con amigos al anfiteatro de la plaza de las avenidas 21 y 26. Cerca de las tres de la madrugada volvía a casa en moto cuando policías del Comando de Patrullas de Miramar lo empezaron a perseguir. En la Avenida 9, entre las calles 34 y 36, otro móvil policial que venía a contramano de Luciano frenó. Tres efectivos se bajaron. El oficial González salió de la puerta trasera izquierda con el arma desenfundada y le disparó a Luciano en el pecho sin decirle ni una sola palabra. 

—Fue una persecución sin fundamentos, no había un llamado previo. Puede no tener patente, se puede haber asustado, se puede haber dado a la fuga, pero nada justifica que haya desenfundado el arma. No está mal identificar a alguien, pedir su documentación. Pero que sea por su vestimenta, su visera, su ropa deportiva, es muy retrógrado. No hay nada que justifique el accionar de este asesino vestido de Policía— dice Cintia Aristegui, tía y madrina de Luciano.

Minutos después del asesinato, González dirá que se le escapó el tiro. Un peritaje balístico determinará a los pocos días que el arma funcionaba correctamente y que no disparó de manera accidental.

Al tiro lo escucharon los amigos de Luciano con los que minutos antes jugaba al fútbol. Corrieron hasta el lugar y lo encontraron muerto. Los policías les dijeron que había habido un accidente. 

Después de casi dos horas con el cuerpo de su hijo tirado en la calle, Judit notó una pequeña mancha de sangre en la ropa. Le levantó la remera y descubrió un balazo en el pecho. 

Judit desesperó. Al dolor y la angustia por la muerte de Luciano se sumó en un segundo la certeza de que le habían mentido en la cara y que a su hijo lo habían asesinado. 

—El comisario Edgardo Vulcano se quería llevar detenida a mi hermana cuando acababan de matarle al hijo. En vez de dar contención, reprimieron— cuenta ahora Cintia. 

Esa madrugada la Policía Bonaerense reprimió a familiares de Luciano cuando exigieron saber qué había pasado. 

González quedó detenido. A las semanas, fue imputado por el Juez de Garantías 2 de Mar del Plata, Saúl Errandonea, por el delito de “homicidio triplemente agravado por haber sido cometido por miembro de una fuerza de seguridad, mediante el empleo de armas de fuego y alevosía”. También fueron arrestados los policías Nelson Armando Albornoz, Rocío Mastrángelo y Kevin Guerricagoitia, acusados del delito de “encubrimiento doblemente agravado y falso testimonio”. Los pedidos de detención los hizo la fiscal Ana María Caro, de la Unidad Funcional de Instrucción (AFI) descentralizada de Miramar. 

La familia de Luciano pide que detengan a Vulcano, hoy ex comisario comunal. Es el único funcionario público apartado luego del asesinato.

La 10 en la espalda

El sueño más grande de Luciano era, tal vez, que su nombre se coreara en la tribuna de algún estadio. Hoy, su nombre y su cara son banderas y remeras. Luciano jugaba al fútbol en el Club Once Unidos de Miramar desde hacía 4 años. Jugaba de 10. Había viajado a Mar del Plata para probarse en Peñarol. 

—El fútbol lo hacía feliz— dice Cintia. Con la vista puesta en una temporada prometedora, Luciano se había anotado en los balnearios para trabajar. Ya había hecho algunas changas. Una de ellas fue en la construcción de la casa de Cintia, donde hoy hay colgada una foto enorme de Luciano junto a ella. 

—Tenía un corazón de oro. Luciano pasó muchas situaciones cuando era chico. Aun así, con todas las vivencias, tenía un corazón de oro.

Cintia es integrante de la Policía Bonaerense desde hace 11 años. Está de licencia desde que mataron a su sobrino. 

—Tenía cierto aprecio por la institución. Siempre consideré que tenés policías que salvan vidas y policías que te la sacan. Estoy entre la espada y la pared. Siento que estoy traicionando a mi hermana. 

*Periodista que es más productor de radio que periodista.