Por Alvaro Nanton en La Mañana Neuquén
Rubén Sánchez consiguió, puerta a puerta, que llegue a su localidad primero la vacuna antes que el COVID. Es el jefe de la posta sanitaria de Ramón Castro, un asentamiento en el que el 40 por ciento de su población es factor de riesgo y que casi no tienen internet, una herramienta fundamental para el programa de vacunación, ya que el turno se saca por la web.
Tiene las casas contadas. En total son 46, en las que viven casi 140 personas. Durante estos 415 días desde que comenzó la cuarentena en todo el país, tocó al menos tres veces cada una de esas puertas: la primera para avisar que había llegado una pandemia, la segunda para explicar cuál eran las medidas y la tercera para preguntar quién se quiere vacunar.
Para poder dimensionar el trabajo de Rubén, lo mejor será organizarlo de forma cronológica e ir hasta el 19 de marzo del 2020, cuando el Presidente de la Nación comunicó que a las 00 del siguiente día comenzaría una cuarentena estricta. “Ahí, cuando me enteré, fui casa por casa a avisar que un bicho, parecido a la gripe, pero que los podía matar, había llegado”, contó.
Las respuestas que había tenido de los vecinos en aquel momento, ahora le generaron gracia. “Claro, parecía una película de terror. De un momento al otro, les dije que había caído una pandemia”, reiteró.
Si bien le hicieron caso y se guardaron para cumplir las medidas, “el lobo nunca había aparecido”. Las semanas pasaron, los casos “estaban lejos” y hasta septiembre todo parecía una gran mentira.
Durante ese tiempo, las medidas se comenzaron a flexibilizar y el mate volvió a circular entre las viviendas. Los vecinos salían con sus pavas a charlar, “cómo si fuera vida normal”. Pero todo cambió cuando el virus comenzó a matar conocidos en Zapala. Aquel relajamiento se “volvió terror”.
“Ahí tuve que pasar la segunda vez por las 46 casas, y les comenté cómo estaba la situación. Era octubre y había gran cantidad de casos, aunque ninguno en Ramón Castro, pero sí en las localidades de los alrededores”, describió.
También le tuvo que explicar a muchos de sus vecinos los protocolos en el caso de tener síntomas. “Fueron días movidos, en donde caminé mucho el pueblo, a revisar pacientes y fue el momento que más se respetó la cuarentena”, aseguró.
El pico pasó, llegaron las fiestas y Ramón Castro seguía sin reportar ningún caso positivo. Las vacunas comenzaron a ingresar a la Provincia y ahí sucedió la tercera y, por ahora, última ronda: “Tuve que pasar a explicar lo de la vacuna, que era voluntaria”.
De ese momento, hubo 5 vecinos con factores de riesgo que no quisieron aplicársela “por miedo”. Pero con el resto, Rubén debió pedirle todos los datos a cada uno de los que querían inyectarse la dosis contra el COVID e ir a la posta sanitaria, en donde tiene internet, y completar 16 formularios.
A partir de ahí, debió conectarse al menos dos veces al día a esperar el aviso de cuándo debían ir. “El 8 de marzo, Día de la mujer, llegó el primer aviso para dos personas. Al otro día se iban a vacunar a Zapala”, aseguró, tras explicar que la posta sanitaria no tiene las heladeras específicas para tener las dosis de la Sputnik V, que deben estar a menos 17 grados centígrados. Entonces las personas deben hacer los 30 kilómetros que separan a ambas localidades. Ahí se vacunaron las primeras dos personas sin que el virus haya pisado el pueblo.
Las clases comenzaron y la vacunación siguió. Rubén fue el tercero en recibir la dosis, por ser personal de salud. Se cree que durante esas semanas “no hubo tanto relajamiento social” porque el 25 de marzo un docente de la escuela de Ramón Castro, que atravesó la cuarentena en Zapala, dio el primer positivo.
“Fue el primero y encendió, obviamente, todas las alarmas”, aseguró. Rubén fue quien estuvo en contacto con él y algo “habrá fallado” porque fue el segundo caso confirmado. “Fui totalmente asintomático. Es más, ya tenía la vacuna puesta y el test fue una cuestión de rutina”, agregó.
Al dar positivo, “las primeras noches” le fue imposible conciliar el sueño. Se la pasó pensando una y otra vez en las vecinas y vecinos que visitó los días previos en calidad de médico-paciente. “Los llamaba todos los días, hasta que después del cuarto día me mandaron a la mierda. Me cortaron el teléfono diciéndome que estaban bien y que no los joda”, contó.
Del docente, Rubén fue el único contacto y no se confirmó ningún caso más durante dos semanas. Eso significó que tanto el docente como él, no propagaron el virus por la localidad.
Una vez con el alta, la confirmación de los turnos de la vacunación siguió. La logística continuó y por más que se informaron otros dos casos confirmados, nunca se propagó la enfermedad. Hasta el momento, no hay casos activos, 14 personas fueron vacunadas, otras dos están esperando su turno y tiene, durante toda la pandemia, solo cuatro casos confirmados.
Es posible que la zona geográfica, a kilómetros de las grandes urbes, haya ayudado a Ramón Castro a tener bajos contagios y ninguna víctima fatal. Si bien puede analizarse desde muchas variables la situación epidemiológica actual, seguramente el trabajo de Rubén fue vital para esta localidad.
“Hace 25 años que tengo este puesto y mi único objetivo son mis vecinos. Hago siempre lo posible y lo mejor, a veces no alcanza. Esperemos que esto termine rápido y podamos volver a una nueva normalidad”, concluyó.