A los 20 años tu mundo cambia, se agranda. Tenés un primer trabajo, te rodeás de gente más grande en la facultad, conocés gente. Todo tiene olor a nuevo: incluso esa sensación de que se acaba el mundo cuando el chico del que estás enamorada te dice que no, que no podes hablar con otros hombres, emborracharte o fumar.
A los 20 años todos los que te rodean conocen alguna historia de violencia de género. A Micaela, su novio Lucas le revisaba el celular. Más de una vez se lo rompió contra el piso. Habían crecido juntos. Se conocían desde primer grado. A 16 años, él se convirtió en su primer todo. Ahora con 23, Micaela se dio cuenta de que justificaba la violencia porque lo amaba.
Cuando no quiso seguir más, Lucas la amenazó: “Me dejás y en una hora te van a avisar que estoy muerto”. Le estalló el parabrisas del auto de una trompada, le rompió los vidrios de su departamento a piedrazos y se ganó una restricción perimetral.
A los 20, necesitás hablar. Y que alguien te escuche. “Y que lo hagan en vida, no que nos lloren cuando ya no podemos hablar. Eso es Ni Una Menos”, dice Micaela
Carolina se acuerda de la primera vez que su novio le pegó adelante de los amigos. Estaban un boliche: nadie se metió. Él le echaba la culpa: “es que vos me ponés nervioso”. Después de la piña en la cara vino el arrepentimiento. Él lloraba tirado en el piso y decía que no lo iba a hacer más: mentía.
A los 20 necesitás ser dueña de tu cuerpo. Y eso incluye bailar arriba de una tarima con tus amigas si querés hacerlo. Y vestirte como se te dé la gana. “A mi me gustaba verme linda y él quería que esté en jogging todo el tiempo. No me podía poner top vestido y pollera. Empecé a vestirme diferente para no tener problemas”, dice Carolina.
“Él estaba presente y escuchaba las conversaciones que tenía con mis amigas. Yo no salgo mucho ni tomo alcohol. Pero cada vez me queria tener mas adentro. No me dejaba ir a bailar sola. Teníamos que salir juntos”. Carolina intentó dejarlo 9 veces, pero no podía. “Ellos te encantan, te enamoran, te envuelven. Siempre hay lugar para una oportunidad más”, dice.
A los 20 necesitás que te escuchen. Que te abracen. Que te digan que el mundo no se acaba en un noviazgo violento. Cuando tenía 21, Noralia se puso de novia con el baterista de una banda cordobesa. Él la llevaba de la mano a sus shows, la llenaba de regalos, la iba a buscar a todos lados. “Un día estábamos mirando la tv y me llamó un compañero. Cuando corté me llevo a la habitación me empezó a morder. La madre de él vio las marcas y me dijo: vos tenes que entender, no lo podes poner nervioso”.
Una vez, en medio de una discusión chocó el auto contra un camión estacionado. Ella quedó renga por un par de días porque no se había puesto el cinturón. Lo dejó un montón de veces y el la perseguía. “Ni Una Menos va a ayudar a las que están enceguecidas a que dejen de ver la violencia como algo normal”, dice Noralía.
A los 20 necesitás salir a la calle. Caminar entre la gente de todas las edades que levantan carteles, cantan, aplauden, reparten volantes; todos con un consigna común: “dejen de matarnos”. Necesitás encontrarte con otras chicas que tienen las mismas historias que vos. Demostrar que tenés voz y voto y que sabés hacer valer tus derechos.
Fotos: Facundo Nívolo
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