No es pasión, es odio

El crimen de Fabián Gutiérrez fue tildado como crimen pasional, un término que vacía de contenido el odio estructural que hay detrás de las muertes de personas LGBT+.

No es pasión, es odio

Por Matias Máximo
06/07/2020

El cuerpo de Fabián Gutiérrez estaba enterrado, con una lesión mortal en el cuello y varios signos de tortura. Cuando todavía no se había hecho la autopsia el juez de instrucción que lleva el caso en Santa Cruz, Carlos Narvarte, largó unas hipótesis. Dijo que no descartaba “un tema pasional” o “una desavenencia”. 

Y fue así que la frase “crimen pasional”, un viejo lugar común para hablar de delitos de odio, volvió a circular sin ningún cuestionamiento. 

La pasión es absoluta: un estado en el que los sentidos se alteran, animalizan los instintos y se toman decisiones viscerales. Atar, golpear, degollar, enterrar, ahorcar y tirar a un pozo no es pasión: es odio. El crimen pasional y la emoción violenta son eufemismos que imprimen una lógica romántica a la muerte.  

La figura de crimen pasional no existe en el Código Penal y nunca existió, pero es una frase hecha que circula por los pasillos de los tribunales y que simplifica al momento de dar una respuesta a la complejidad del odio.

¿Por qué no es lo mismo matar de manera extorsiva que matar por odio? “Estos crímenes tienen un agravante en su pena porque en el acto de matar media en su responsable el odio a una condición personal de la víctima”, dijo a Cosecha Roja Soledad Deza, abogada feminista de Mujeres x Mujeres Tucumán.

El odio a las personas por su etnia, orientación sexual, religión o clase social fue legislado en 2012, cuando la Ley 26.791 modificó el artículo 80 del Código Penal argentino y amplió los agravantes de algunos delitos cuando se cometan “por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión”. 

“Crimen pasional” es una connotación de tipo patriarcal con la que por muchísimos años se trató de atemperar o excluir la responsabilidad penal de quien mataba a su pareja, argumentado algún tipo de reacción afín a la relación afectiva que habría justificado el crimen”, señala Deza. “El devenir feminista visibilizó esta estrategia de naturalizar la violencia en los vínculos afectivos de género y así es que esta expresión es incorrecta desde lo periodístico y lo jurídico”.


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Fabián se había separado hace poco de un hombre con el que tenía un vínculo sexoafectivo. Los tres (o cuatro, está en investigación) hombres que participaron en su crimen pusieron en acto una trama social que los excede pero no los exime. 

El odio -como el poder- es una estructura que se expresa en actos: cuando lo matan a Fabián matan a toda una comunidad. Cuando matan a una travesti, matan a todas las travestis. Cuando matan a una lesbiana matan a todas las lesbianas. Así se puede seguir con cada categoría y no es acertado mencionarlas como “minorías”, porque hay miles de personas que no son heterosexuales y pagan con la muerte su diferencia. 

El concepto de “minoría” aleja a estas personas del cuerpo social entendido como “mayoría”, que son quienes en teoría sí merecen vivir. 

“Más allá de que la víctima fue Fabián, estos crímenes son mensajes a todo un colectivo”, dijo a Cosecha Roja Pedro Paradiso Sotille, abogado de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). “El ensañamiento habla de que claramente el caso es un crimen de odio, lo que despliega una serie de protocolos específicos para investigar”.

Que Fabián haya sido ex secretario de la familia Kirchner abrió la puerta para todo un odio estructural y simbólico que merece un capítulo aparte. Solo mencionar que los voceros de ese odio tuvieron muy a mano la palabra “pasional”: de seguro les quedaba más cómoda que la reflexión acerca del odio en el cual se alimentan.

Para Sottile, que recomienda un informe muy completo sobre crímenes de odio en Latinoamérica publicado este mes por ILGALAC, es urgente desterrar la palabra pasional de la justicia, ya que “históricamente lo único que hizo fue invisibilizar el odio y el desprecio que tienen los atacantes a la vida de las personas LGBT+”.

Matias Máximo