Foto: Télam
“Acabo de cargar un tubo de oxígeno en el auto para un familiar con COVID porque no hay camas para internarlo. Lo último que quiero después de esto es que mis hijxs vayan mañana al colegio”. El testimonio de Bárbara, una traductora de la Ciudad de Buenos Aires, se viralizó en Twitter el domingo a la noche. Media hora antes el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, anunciaba en una conferencia de prensa que la Justicia le daba la razón y este lunes seguían las clases presenciales.
Esa misma noche la Ciudad de Buenos Aires registró un total de 2942 contagios de covid, un número en sintonía con los indicadores de la última semana, los más altos desde que empezó la pandemia. Pero detrás de los números, hay historias.
Los testimonios como el de Bárbara inundaron las redes sociales en los últimos días con una frase en común: “No hay camas”. Mientras nos acostumbramos y hasta naturalizamos los pedidos de quienes trabajan en salud de mayores cuidados, mientras convivimos con el agotamiento de médicxs, enfermerxs, terapistas, empezaron a verse las imágenes más temidas, esas que hace un año nos parecían distópicas: países con sistemas de salud colapsados donde tenían que elegir a quién dejar vivir o dejar morir.
La pelea política por la presencialidad es tapa de todos los diarios. No sucede lo mismo con las historias detrás del colapso del sistema de salud que sí ocupan un espacio en las redes. Cada vez más personas cuentan con desesperación cómo es no conseguir un lugar en terapia intensiva, tanto en la salud pública como en la privada del Amba.
La semana pasada la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) encendió la alerta con el informe periódico sobre el porcentaje de ocupación tanto en CABA como en el Gran Buenos Aires. Aunque la SATI trabaja sobre una muestra representativa y no sobre la totalidad de las camas de UTIs del AMBA, los datos del último muestreo, del viernes 16 de abril, asustan.
Se relevaron 65 Unidades de Terapia Intensiva, el 51 por ciento pública y el 49 por ciento privadas. De las 1350 camas que suman estos centros de salud, un 95 por ciento de ellas están ocupadas. Un 64 por ciento con pacientes de covid, de los cuales el 81 por ciento requirió Asistencia Respiratoria Mecánica (ARM). Este último dato es fundamental, porque no sólo es importante que haya camas disponibles, sino también respiradores.
Aunque los medios se hacen eco de las cifras, en las redes sociales las historias que más impacto tienen son las de personas que vienen registrando el déficit en los hospitales públicos y privados.
Una de las primeras voces que se hizo viral fue de la jueza y presidenta de la Asociación Argentina de la Justicia de Ejecución Penal, Jimena Monsalve. “Estoy ingresada en un sanatorio con Covid. No hay cama. Desde las 15 horas no me derivan. Sentada en una silla, destruida. Hace 30 años aporto. Contagio por hijo escolar. Soy asmática y me cuide como pocos. Nadie dice esto en los medios”.
Los testimonios no distinguen entre sistema público o privado, entre obras sociales o prepagas.
Tampoco faltan los testimonios del personal de salud que atiende sin recursos: “Yo trabajo en el hospital Herminda Martín de Chillan en la Unidad de Cuidados Intensivos de COVID, es real. Pacientes con menos de 24 hrs intubados los mandan a salas comunes a la suerte, es una imagen desoladora”.
Se multiplican los casos de personas contagiadas y en grave estado que quedan en “lista de espera”. Es decir, las internan en habitaciones comunes o incluso en camillas en los pasillos para que, ni bien se desocupe una cama en la Terapia Intensiva, puedan derivarlas. El problema es que en las camas comunes ni en los pasillos hay equipamiento adecuado.
El colapso no sólo se cuenta en camas, también en camillas.
Y no faltan quienes están aisladxs en sus casas, en soledad o con cuidados, a la espera de que una cama se libere.
Al límite también en Santa Fe
La situación no sólo se agrava en el Amba. Este lunes, la ministra de Salud de Santa Fe, Sonia Martorano, aseguró que en Rosario el sector privado tiene una ocupación de camas del 100% y el público del 91%. Pese a la crítica situación que se vive en la provincia no hay anuncio de restricciones, continúan las clases presenciales y apelaron nuevamente a la responsabilidad individual.