No somos un número. No lo debe ser Araceli, no lo debieron ser Melina, ni Angeles, ni Florencia, ni Carolina Aló.
No somos un cuerpo ultrajado, golpeado, violentado. No lo debe ser Araceli, no lo debieron ser Lucía, Micaela, Ornella, Irma.
No somos la piel ardiendo, las cicatrices. No lo debe ser Araceli, no lo debieron ser Karina, Wanda, Betiana, Fatima, Katherine.
No somos los ojos negros, los brazos quebrados, los embarazos perdidos, la agonía en una cama hospitalaria, el perdón luego de la paliza. No debiéramos ser Franca, Camila, Yamila, Kiara.
No somos esos cuerpos enterrados ahí mismito, ahí nomás, a metros dela violencia. No lo debe ser Araceli, no lo debieron ser Marela, Chiara, Sofía, Claudia, Candela.
No somos números, insisto. No lo debe ser Araceli, pero tampoco lo debieron ser Micaela, Guadalupe, Milagros, asesinadas en forma dolorosa y cruel antes de comenzar el secundario, de elegir una carrera, de tener dolores menstruales, de hacer el amor, o nada de eso.
Empalamiento. Violación. Estrangulamiento. Entierro aun respirando. Desmembramiento. Descuartizamiento. Desfiguración. Abuso. No lo debe ser Araceli, no lo debieron ser Yanela, Milagros, Priscila, María Soledad, Luciana.
No somos, no debiéramos ser Elizabeth, Jessica, María Luján, asesinadas durante sus visitas conyugales a femicidas condenados.
No somos estas que dicen que somos:
“Si tu hija de 12 años sale mostrando las tetas y haciendo trompita hay una provocación, porque no es casual que de golpe aparezcan tantos violadores” (Baby Etchecopar)
“La vida de Melina Romero no tiene rumbo. Hija de padres separados, dejó de estudiar hace dos años y desde entonces nunca trabajó. (…) Suele pasarse la mayoría del tiempo en la calle con chicas de su edad o yendo a bailar (…) con amigos más grandes. “Mi hermana dejó de estudiar para descansar y dedicarse a la vagancia” dijo su hermano Alejandro” (Clarín, “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”, 13/09/2014)
“Ahora van a decir que a Micaela García la mandó a matar Macri por ser del Movimiento Evita jajajaja. Parece que a todos les llega por juntarse con este tipo de gente, hay que tener mucho cuidado con las amistades que se hacen en este tipo de…agrupaciones? Si se les puede llamar así a esta manga de mafiosos y patoteros ignorantes”. (Maia Ferrua, abogada, Ministerio de Modernización, abril/2017)
Me parece importante volver a tener nombre propio. Montarse en las dos piernas o como fuera y salir a marchar. ¿Sienten angustia a veces? Es ese agujero que se forma en la boca del estómago cuando leemos o escuchamos que Carla no volvió a casa, que buscan a Ayelén, que Lucila nunca se va sin avisar. No son las “3231 mujeres desaparecidas en todo el país”, según el informe de 2015. Son Carla, son Ayelén, son Lucila y las 3228 fotos más.
Ese agujero que se agranda cuando vemos la foto de la carterita de Araceli con ese hilo verde, absurdo –¿quién lleva un hilo verde en la cartera?- un rimmel, un labial que suponemos rojo, una pulsera, un arito.
Esos objetos de Araceli que no dicen de ella mucho pero que dicen tanto cuando los asociamos con las fotos donde sonríe con dientes desprovistos de ortodoncia, el tatuaje en el hombro, las pestañas duras de rimmel de$30.
Los rastros que buscamos en todas nuestras muertas, un rastro que nos recuerde que cuando las buscamos, las pensamos, las replicamos en posteos, cuando escribimos sobre ellas era porque queríamos equivocarnos y que no estuvieran muertas.
Estaría yo un poco harta de leer sobre cuerpos hallados en estado de descomposición, golpeados, ultrajados, embolsados, trozados, con bombacha o sin ella, con rastros de ADN o sin ellos, estadísticos.
Más harta estaría yo de leer apología de la muerte, justificación de femicidios, aval de “se lo buscaron”.
Pero hoy, disculpen, no puedo. Solo escribo reinvindicando el derecho al nombre propio.
Estaría yo un poco harta de una numeración vacía, mientras que los discursos se multiplican sin ningún filtro.
Estaría yo deseando que Araceli aparezca, que se cure y tenga derecho a una ortodoncia.
Foto: Pablo Caprarulo PDC