Patricia corre detrás de un grupo de tres mujeres que entran a Plaza de Mayo. Las sigue desde hace varias cuadras porque quiere conseguir el pañuelo de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Con esa misión vino al Paro Internacional de Mujeres: se acomoda los anteojos de sol espejados y las encara. Les cuenta que se lo pidió su sobrina, una adolescente de 16 que defiende el derecho a decidir sobre su cuerpo. Consigue el pañuelo y pide un deseo: “Quiero despertarme y ser libre, caminar por la calle y que nadie me juzgue ni me diga ‘lesbiana tomá, acá tenés un macho’”.
Manuela está sentada en la fuente de la plaza. Lleva colgado un cartel que pide justicia por Gina, su prima de 20 años que está internada en una clínica: la pareja, Ezequiel Fariña, la prendió fuego el 2 de enero en Quilmes. Manuela vino con su tía y su abuela por “todas las mujeres” que sufren violencia de género. Ahora que le tocó acompañar a una víctima de cerca, ella misma se convirtió en una compañera de sus amigas que también vivieron noviazgos violentos. “Nos deseo vivas, no nos pongan una mano encima”, dice.
Patricia y Manuela estuvieron en las movilizaciones previas, las de #NiUnaMenos 2015 y 2016. También participaron del paro de mujeres en octubre, unos días después del femicidio de Lucía Pérez. En las tres marchas el grito de furia y hartazgo copó las calles y se reprodujo en cada encuentro. Pero saben que la movida de hoy es distinta.
Este Paro Internacional de Mujeres tiene sede en más de 40 países y une a los movimientos feministas de todo el mundo. Se construyó en asambleas sobre la base de consignas que muestran cómo las violencias contra las mujeres se entrometen en cada espacio de nuestras vidas. Es el paro del deseo: las mujeres nos agrupamos, nos juntamos, discutimos y tomamos las calles.
Las trabajadoras agremiadas e informales – agrupadas en ATE, UTE, CTA, CTEP y AGD – lo entendieron. Algunas están por tercera vez en la semana en la Plaza de Mayo: el lunes marcharon con las y los docentes, el martes con los trabajadores y hoy con las mujeres, lesbianas, trans y travestis. En los carteles se las lee: “Soy docente, soy trabajadora, soy mujer” y “Ni una trabajadora menos”.
Natalia es de Florencio Varela, estuvo ayer y volvió hoy con su hija. Cree que el gobierno “tiene que hacer valer los derechos de las mujeres”. Laura tiene asistencia perfecta. Es docente de un taller de luthier en la escuela Manuel Belgrano y está parada en Avenida de Mayo esperando que pasen las columnas centrales. “Vine por todas, por mi madre, mi abuela, mis tías”, dice. Su deseo es “educar para saber que, si bien antes la pasaron peor que nosotras, más adelante será más lindo el camino” para sus alumnas, para las hijas e hijos de sus amigos.
Son casi 15 cuadras llenas de mujeres y trabajadoras. La columna de la CTA entra a la plaza abriéndose paso entre los independientes con bombos, cantos y mucho color. Avanzan hasta acercarse al escenario.
“Si nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras”, uno de los lemas de la movilización, se ve escrito a mano e impreso en las pancartas de muchas mujeres que enfilan por Avenida de Mayo hacia la Plaza. Porque este paro es por los femicidios – en Argentina una mujer es asesinada cada 18 horas y hay doce crímenes de mujeres por día en América Latina- pero también para decir cómo queremos vivir. Este paro está motivado por el deseo de ganar lo mismo que los varones y no un 27 por ciento menos, de tener las mismas posibilidades a la hora de buscar trabajo y acceder a puestos jerárquicos.
Lo cuentan cada una de las miles que van llegando a la Plaza. Nos mueve el deseo de ser libres, de caminar por la calle sin tener que mirar para atrás. De subirnos al transporte público sin miedo al acoso y de nos ser juzgadas por viajar solas. De animarnos a denunciar como hicieron Mailén, Geraldine y las chicas que acusan de abuso a Cristian Aldana. Ninguna quiere ser víctima otra vez ni enterarse de que los varones desconfían de las historias y se burlan por wasap de sus posteos en Facebook con cientos de compartidos. Del otro lado hay otras mujeres que esperan su momento para derribar los muros de la violencia y otras listas para escucharnos y acompañar. En las consignas del paro está presente el deseo de que nos tomen en serio.
Jésica camina con su hermana. Tienen 24 y 22 años y saben de primera mano qué es el acoso callejero. Cuando tenía 15 y 13 un hombre se les acercó, las siguió con un auto y les dijo “cosas muy fuertes” que ahora prefiere no repetir. “Yo no era tan grande pero le tuve que explicar a una nena de 13 qué pasaba”. Su deseo es que los varones no se sientan con derecho a hacerla vivir situaciones que no sabe cómo pueden terminar.
Este paro es para decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad y no sentir vergüenza. “La heterosexualidad obligatoria también es violencia”, como dice el documento oficial del paro. Ayer seis lesbianas pasaron la noche en una comisaría, retenidas por una patota. Pamela Macedo Panduro murió en prisión, Higui está presa por defenderse del ataque de sus abusadores. Entre los carteles que piden #LibertadParaHigui también se ven los que apoyan el cupo laboral trans. Sólo en 2016 hubo 31 crímenes de odio en Argentina.
Encolumnadas y de a pie, muchas mujeres fueron con sus hijos e hijas y pidieron “más licencias por maternidad y paternidad” y que no desmantelen la Maternidad Carlotto. El deseo es elegir si queremos ser mamás o no y cómo hacerlo; tener partos que respeten nuestros derechos, médicos que sepan nuestros nombres, enfermeras que nos escuchen, amores que nos acompañen.
Gisela Busaniche camina por Bartolomé Mitre rumbo a la Plaza. Tiene que llegar a tiempo para hacer el móvil de televisión. Es una mujer de deseos. “No soy madre pero pienso mucho en mis sobrinos y en mi hermana que los está criando, y en el lugar que tiene la mujer en la crianza de los hijos. Aunque a veces vemos situaciones difíciles como noviazgos violentos, creo mucho en las nuevas generaciones. Deseo que las mujeres seamos más libres y seamos conscientes cuando somos habladas por el machismo”, dice.
El pañuelo verde de la campaña por el aborto se ve cada vez más. Las mujeres exigimos abortar de manera segura cuando decidamos y por los motivos que sean. En algunas esquinas del microcentro la campaña #MenstruAcción recibe productos para la menstruación que serán repartidos a mujeres con con menor acceso a ellos. Gestionar los recursos para menstruar es fundamental para que ninguna piba falte a la escuela y ninguna mujer al trabajo porque no tiene acceso a un método para transitar esos días. “Queremos revisar las ideas y discursos acerca de la menstruación, visibilizar el tema, ponerlo en agenda. Por ejemplo, cuando ocurre una catástrofe se piden pañales y frazadas pero jamás toallitas o tampones. Queremos que se note que es una forma de violencia contra los cuerpos de las mujeres”, cuenta a Cosecha Roja Agostina Mileo (alias La Barbie Científica), promotora de la campaña.
Después de las 19.15, aún con algunas columnas todavía entrando a la plaza, comienza la lectura del documento elaborado en las asambleas. Arriba del escenario, Liliana Daunes lee acompañada por las integrantes de #NiUnaMenos, las madres y abuelas de Plaza de Mayo. “Tenemos una genealogía que nos conecta con el 8 de marzo como lucha histórica. Hoy somos millones las mujeres movilizadas en todo el mundo y salimos a las calles en defensa de nuestras vidas y por nuestros derechos como mujeres y como trabajadoras”.
Al final, la desconcentración termina con incidentes con la policía. Un grupo agredió al equipo de Telefé y prendió fuego en las escalinatas de la Catedral. Pero eso no empaña el motor del paro. Estamos unidas porque sabemos que entre nosotras nos entendemos aunque no pensemos igual. Porque tenemos que esforzarnos más para que nos tomen en serio cuando denunciamos, cuando decimos lo que nos pasa. Porque hacemos malabares para compartir el trabajo, el manejo del hogar y la crianza de hijos o el cuidado de nuestros adultos mayores. Nos mueve el deseo. Ya no volveremos a tener miedo de alzar la voz.
Aquí podés leer el Documento final del Paro Internacional de Mujeres.
Cobertura Fotográfica: Stephanie Bridger / Sebastián Hacher
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